Quique Camoiras, las buenas costumbres de un c¨®mico
El popular actor de revistas y comedias, defensor de la vieja escuela espa?ola, piensa que el teatro popular ayuda a crear afici¨®n
Es menudo, tanto, que sus ojillos sagaces apenas alcanzan la l¨ªnea del busto de sus actrices; y vivaz, repleto de energ¨ªa, movedizo como un mu?eco de goma, todo muecas, quiebros y pasos saltarines. El p¨²blico que asiste esta tarde a la representa con est¨¢ pendiente del menor de sus gestos, deseoso de que el actor se enrolle en largas explicaciones a?adidas al texto, las t¨ªpicas morcillas camoiranas que tanto le agradecen. El p¨²blico de esta tarde es especial porque, una vez por semana, la compa?¨ªa act¨²a a mitad de precio para los jubilados: hoy, todos los actores declaman a voz en grito, porque, como Quique dir¨¢ m¨¢s tarde, "desde arriba puedes ver c¨®mo se ponen la mano tras la oreja, estilo trompetilla". Los aplausos son tambi¨¦n m¨¢s breves, y como en sordina, "porque los viejecitos tienen ya pocas fuerzas y se les cansan los brazos".En una de las escenas, a la primera actriz le ha dado un ataque de risa que ha disimulado como ha podido. Y es que Camoiras, por lo bajo, al o¨ªr una estruendosa carcajada seguida de incontenible tos, le ha dicho a su compa?era: "Anda, que como se nos muera ese espectador...
"Lo de ser -actor no me viene de familia, aunque mi padre escrib¨ªa. Fue una afici¨®n personal que me llev¨® a actuar a los diez a?os en compa?¨ªas infantiles y juveniles. Durante la guerra, que me pill¨® en zona republicana, Madrid y Valencia, actu¨¦ para el, Socorro Rojo Internacional. Al acabar la contienda se prohibi¨® que los ni?os trabajaran en el teatro, pero, as¨ª y todo, segu¨ª, porque lo que hac¨ªamos era trampear. Y a los diecis¨¦is a?os consegu¨ª el carn¨¦. Altern¨¦ el teatro con el estudio, y hasta hice oposiciones para una plaza en el Instituto Nacional de Previsi¨®n. La consegu¨ª, y durante quince a?os estuve trabajando all¨ª por las ma?anas, y por las tardes, en la escena. Lo dej¨¦ en cuanto vi que me ganaba la vida como actor".
Camoiras mantiene que el teatro es una escuela de buenas costumbres, y que el teatro popular, como este de comedia sainetesca que hace ¨¦l ahora, ayuda a crear afici¨®n. "Porque esta obra la pueden ver ni?os y mayores, es divertida, blanca, y sirve para abrir boca. A un reci¨¦n nacido no puedes darle un muslo de pollo as¨ª, de entrada. Y a alguien que empieza a ir al teatro no le puedes dar Shakespeare o Calder¨®n".
A lo largo de su carrera, tambi¨¦n Quique Camoiras ha hecho un Calder¨®n: La dama de Alejadr¨ªa, con Aurora Bautista, que inaugur¨® el Espa?ol despu¨¦s del incendio. "A m¨ª, en realidad, me gusta m¨¢s la comedia que la revista, me puedo concentrar m¨¢s. Y siempre he intentado tener alguna escena tragic¨®mica, porque me gusta rozar un poco el drama. Sin embargo, la revista es m¨¢s dif¨ªcil, porque exige una interpretaci¨®n m¨¢s brillante, un tono de voz m¨¢s alto. Hay en el escenario, en la revista, un murmullo constante, formado. por el trote de las coristas que corren a cambiarse, los movimientos de los decorados, los telones, el crujir de las telas de los vestidos... Y el actor tiene que tapar todo eso. Por ello, a un actor de revista le resulta f¨¢cil pasar a la comedia. Y lo contrario es mucho m¨¢s duro".
Una gran escuela
Quique Camoiras descubri¨® que sab¨ªa hacer re¨ªr siendo ni?o. "La de antes era una gran escuela. Lo mismo bail¨¢bamos que cant¨¢bamos, interpret¨¢bamos sketches de andaluces o de aragoneses, hac¨ªamos drama o fantas¨ªa. Yo llegu¨¦ a incorporar al abuelo de mi hermano Paquito en una cosa, precisamente de Calder¨®n, aquella de las escudillas de madera para los viejos... Era un aprendizaje magn¨ªfico, que hoy ya no se da, y quiz¨¢ por eso tampoco hay actores c¨®micos como los de antes. Yo he admirado mucho a Rafael L¨®pez Somoza, de quien me considero disc¨ªpulo. Hombres c¨®mo Paco Mart¨ªnez Soria, como Valeriano Le¨®n, como Pepe Alfayate, como Antonio Murillo, Casimiro Hortas o Pepe Alba... Actores c¨®micos que hac¨ªan re¨ªr en todo lo que interpretaban una temporada tras otra. Ahora es otra cosa. Actualmente el actor hace re¨ªr si tropieza con una buena comedia; si no, no. Yo no digo qu¨¦ sean mejores o peores; simplemente que aquello ya no se da".Ni entrevistas, ni subvenciones -"el Ministerio me la ha denegado para esta obra y, en cambio, se la ha dado a El sombrero de copa, de Vital Aza, que es un vodevil"-, ni premios. "Porque yo casi no s¨¦ de c¨®micos que hayan obtenido un galard¨®n, como no sea una medalla al M¨¦rito en el Trabajo si ten¨ªan influencias. Y es que lo popular, lo que hace distraer a la gente, no est¨¢ bien considerado en este pa¨ªs nuestro, mientras que en el extranjero los artistas de revista, de music-hall o de vodevil son tan con'siderados como los dram¨¢ticos. Aqui parece que tienes que hacer llorar para prestigiarte".
Es la antigua, repetida queja que puedes o¨ªr en labios de tantos hombres y mujeres como se dedican a g¨¦neros considerados menores y que est¨¢n ah¨ª, entre la lentejuela y la carcajada, el chiste y la pirueta, sin otro mensaje que ofrecer que unas cuantas horas, a veces inolvidables, de alegr¨ªa y buen humor.
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