Del rechazo al respeto hist¨®rico
El general Charles de Gaulle, presidente de la Rep¨²blica, y Konrad Adenauer, canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemanla (RFA), firmaron el 22 de enero de 1963 el Tratado de Cooperaci¨®n Franco-Alem¨¢n. Veinte a?os despu¨¦s, aquel texto, que pr¨¢cticamente s¨®lo inspir¨® sarcasmos o valoraciones negativas, es celebrado hoy por los dos pueblos como un acierto hist¨®rico.
El ahora presidente de la Rep¨²blica Francesa, Fran?ois Mitterrand, era diputado en 1963. Y en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, tras la firma del tratado por De Gaulle y Adenauer, fulmin¨®: "No veo lo que Francia gana en prestigio con este asunto, pero s¨ª veo el cr¨¦dito que ha perdido". Como Mitterrand, personalidades de derechas y de izquierdas, tanto en Francia como en el extranjero, comunitarios como sovi¨¦ticos, calificaron el tratado de arcaico, o "es la plenitud del vac¨ªo", o "es una mala cosa", o "no es un factor de pacificaci¨®n entre los dos pa¨ªses", etc¨¦tera.
Institucionalmente, este tratado se considera un ¨¦xito. Dos veces por a?o, al menos, se re¨²nen el presidente galo y el canciller alem¨¢n; a otros niveles, los intercambios oficiales son incontables y peri¨®dicos. Las cumbres franco-alemanas ya se han enraizado en la vida europea como acontecimientos que determinan el futuro comunitario.
En el plano bilateral, los intercambios y la cooperaci¨®n, con altos y bajos, se estiman positivos. Alemania es el primer comprador y proveedor franc¨¦s, y viceversa. Los dos pa¨ªses participan, en com¨²n, en amplios sectores de la industria avanzada (espacial, aeron¨¢utica, televisi¨®n). El terreno militar es en el que la colaboraci¨®n se estima m¨¢s decepcionante: antes, los galos tem¨ªan el belicismo alem¨¢n; hoy temen su pacifismo.
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