La estabilidad de Marruecos, tema prioritario para Par¨ªs y Madrid a fin de reducir la influencia de las superpotencias
Para evitar el afianzamiento de la influencia y penetraci¨®n de las grandes potencias, la URSS y EE UU, en el Mediterr¨¢neo occidental sobre todo, los Gobiernos socialistas de Espa?a y Francia parecen decididos y de acuerdo en promover primero e institucionalizar despu¨¦s el di¨¢logo pol¨ªtico, econ¨®mico y de seguridad entre pa¨ªses del Magreb y del norte del Mediterr¨¢neo. La visita efectuada a Marruecos, la semana pasada, por el presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, y la prisa con que el jefe del Gobierno espa?ol, Felipe Gonz¨¢lez, desea viajar a Rabat se comprenden perfectamente en este marco de prop¨®sitos.
Para los dos Gobiernos socialistas se, trata, ante todo, de tranquilizar al rey Hassan II sobre sus respectivas intenciones y confirmarle que para ambos la estabilidad de Marruecos y el mantenimiento de sus instituciones supremas es primordial, justamente en el marco de la pol¨ªtica de cooperaci¨®n mediterr¨¢nea que los dos pretenden instaurar.Que el rey Hassan II sea el primero a quien deben convencer de la sinceridad de esas intenciones se explica por la desconfianza surgida en Marruecos desde el acceso al poder de los socialistas en Francia, en mayo de 1981, y en Espa?a apenas hace tres meses, y por las actitudes que hab¨ªan adoptado ambos partidos socialistas, cuando eran simple oposici¨®n, sobre derechos humanos, y muy especialmente con respecto al Sahara.
Esas actitudes fueron las que llevaron a Marruecos a una reinserci¨®n pol¨ªtica, y en gran medida estrat¨¦gica, del lado de Washington.
La semana pasada, Mitterrand dijo en Marraquech que el respeto a los derechos humanos en Marruecos le preocupa de la misma manera global., un tanto plat¨®nica, que le interesa en el resto del mundo; que despu¨¦s de que el rey Hassan II aceptara en Nairobi la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n en el Sahara, entre Francia y Marruecos no subsisten mayores controversias a ese respecto, y que, en relaci¨®n al bloqueo pol¨ªtico que mantiene postergados a sus correligionarios socialistas marroqu¨ªes, se conformaba con "las esperanzas que contiene la Constituci¨®n marroqu¨ª".
Nada impide ahora anticipar que el jefe del Gobierno espa?ol, Felipe Gonz¨¢lez, mantendr¨¢ con los marroqu¨ªes un lenguaje muy parecido. El cntundente flechazo de Fernando Mor¨¢n por su hom¨®logo marroqu¨ª, Mohamed Bucetta, durante la visita del primero a Marraquech la Navidad pasada, anticipaba ya esta evoluci¨®n espa?ola.
Los dos Gobiernos, franc¨¦s y espa?ol, se esfuerzan adem¨¢s por hacer valer ante sus interlocutores marroqu¨ªes sus buenas relaciones con Argel. Ello encierra la esperanza de un entendimiento argelino-marroqu¨ª, que a fin de cuentas es el que Marruecos considera imprescindible para la normalizaci¨®n en el Magreb y, consiguientemente, en el Sahara.
Pero las coincidencias de intereses pol¨ªticos no se detienen ah¨ª. Las responsabilidades encomendadas por los pa¨ªses ¨¢rabes al rey Hassan II en relaci¨®n con el conflicto de Oriente Pr¨®ximo, la destreza con que las llev¨® a cabo logrando que la cumbre de Fez de 1982 resultase en la primera f¨®rmula de compromiso que en toda la historia ¨¢rabe puede llevar al reconocimiento de la existencia de Israel por los ¨¢rabes a cambio de la creaci¨®n de un Estado palestino, se encuentra mucho m¨¢s pr¨®xima de la visi¨®n de los Gobiernos socialistas franc¨¦s y espa?ol, que propugnan como base para comenzar a negociar el reconocimiento mutuo entre Israel y, la OLP, que de Estados Unidos, todav¨ªa demasiado aferrado a la f¨®rmula de Camp David, y poco inclinado a admitir la aparici¨®n de un Estado palestino en la regi¨®n.
Se vuelve, pues, entre Francia y Espa?a, salvando las distancias y en parte los motivos, a la cooperaci¨®n epis¨®dica pero real entre los dos pa¨ªses en este siglo y en el anterior, cuando ambos se lanzaban a la colonizaci¨®n por Africa. La impericia con que Espa?a condujo esa cooperaci¨®n result¨® en que, a la hora del reparto colonial, Espa?a vio amputada incluso la parte que Francia, con anterioridad, reconoc¨ªa como zona de influencia espa?ola.
Es imposible evitar pensar que otra nueva cooperaci¨®n franco-espa?ola, como la famosa Operation Ecouvillon en 1958, contra el Ej¨¦rcito de liberaci¨®n marroqu¨ª en el Sahara y las fronteras argelinas fue en gran medida el origen del drama vivido despu¨¦s y hasta hoy en ese territorio. Lo que estaba en juego entonces para Francia, la Argelia ya en plena rebeli¨®n del FLN, era much¨ªsimo m¨¢s importante que lo que Espa?a se jugaba. Francia logr¨® una soluci¨®n provisional a su problema colonial en Argelia, pero a Espa?a le qued¨® colgando un conflicto del cual a¨²n sufre la opini¨®n p¨²blica espa?ola.
Desequilibrio de intereses
En el presente, de nuevo lo que est¨¢ en juego para Francia en el Magreb, y en Marruecos en particular, es infinitamente m¨¢s importante que lo que Espa?a ha de defender. Almargen del principio que Par¨ªs invoca -mantener la regi¨®n al margen de la pugna planetaria de las dos grandes potencias-, Francia defiende tambi¨¦n la exclusividad de sus grandes empresas, sus compa?¨ªas, su cultura y su lengua en Marruecos, que alcanzaron una expansi¨®n extraordinaria precisamente despu¨¦s de la independencia de 1956, al extenderse a la zona ex espa?ola que Francia nunca consider¨® un veradero protectorado espa?ol.
No se puede ignorar que el ¨²nico proyecto de cooperaci¨®n logrado por Espa?a en Marruecos, la encomienda a Focoex (el 33% solamente) de la construcci¨®n, junto con japoneses, de una planta de ¨¢cido sulf¨²rico por un valor total de doscientos millones de d¨®lares, fue logrado en momentos de gran tensi¨®n entre el Gobierno socialista franc¨¦s y Marruecos.
Por el momento lo ¨²nico concreto es que la cumbre de pa¨ªses mediterr¨¢neos miembros de la CEE, en instancia de ingreso, y magreb¨ªes, cuya propuesta fue anunciada por Mitterrand en Marraquech, colocar¨¢ en una posici¨®n delicada a Portugal y Espa?a, concernidos por la ampliaci¨®n de la comunidad.
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