Un ¨¦xodo hacia la miseria en el siglo XX
Siguen llegando como pueden a su tierra. En camiones, en taxis o a pie. Por barco o avi¨®n. Aunque han pasado la furia y el caos de los primeros d¨ªas de febrero, la frontera de Aflao, entre Ghana y Togo, registra el paso continuo de miles de ghaneses expulsados de Nigeria en un gesto demag¨®gico y oportunista del Gobierno de Lagos. La marea humana provocada por la m¨¢s gigantesca marcha forzada que registra la historia reciente de ?frica amenaza la estabilidad del precario r¨¦gimen de Ghana, adonde llegan m¨¢s de la mitad de los dos millones de personas que abandonan Nigeria. Pero el pre cio del ¨¦xodo, mucho m¨¢s que en t¨¦rminos pol¨ªticos o eco n¨®micos, se paga en el sufrimiento de quienes tienen nada por patrimonio y no interpretan otro papel que el de v¨ªctimas. Un redactor de EL PAIS viaj¨® hasta Accra.
La frontera de Aflao, cerrada desde hace cinco meses por el hombre fuerte de Ghana, teniente Jerry Rawlings, se ha reabierto por motivos humanitarios para acoger a los que llegan. El equipaje es breve. Un par de maletas, si acaso un colch¨®n y el inevitable radiocasete japon¨¦s adquirido en Lagos, que ser¨¢ vendido inmediatamente en el mercado negro de Accra. No hay tr¨¢mites engorrosos. Una inspecci¨®n sumaria de los guardias fronterizos -tres o cuatro tipos de uniformes, tres o cuatro clases de armamento- y los retornados siguen camino. El sol es de justicia y la humedad agobiante, pero nadie hace un alto en las desiertas playas, a un centenar de metros, para refrescarse. La orden fatal fue dada por el ministro del Interior el 17 de enero. El flash de Radio Nigeria era terminante: todos fuera antes del 2 de febrero. El jueves 20, los primeros convoyes de expulsados llegaban a Igolo, en la frontera entre Nigeria y Benin. Ghana no abri¨® las suyas con Togo (cerradas desde septiembre por el contrabando de cacao y el miedo a la infiltraci¨®n mercenaria) hasta el 29 de enero. Para entonces 200.000 ghaneses se hab¨ªan reagrupado en la tierra de nadie entre Benin y Togo. Con la apertura temporal de la frontera de Ghana comenz¨® la riada.
Los grandes camiones se alinean en Aflao, uno de los puntos de paso de los expulsados de Nigeria, para llevar a los ghaneses hasta la capital, Accra, donde en las afueras ha sido instalado un campo de tr¨¢nsito hacia su destino definitivo, en el interior del pa¨ªs. Por este campo han pasado en los d¨ªas de locura hasta 20.000 personas. Un cami¨®n de la Iglesia baptista de Togo reparte en Aflao un pan chieloso que es un lujo para todos. De la larga cola que inmediatamente se forma para recibir alguna barra forman tambi¨¦n parte los guardias fronterizos. No hay crispaci¨®n; m¨¢s bien fatalismo.
El rostro de los que llegan refleja mucha m¨¢s resignaci¨®n que ira. En la larga marcha de 450 k¨ªl¨®metros desde la capital de Nigeria han muerto algunos, enfermado muchos y parido varias. En este ¨¦xodo masivo, los alimentos, el agua y las facilidades sanitarias son un lujo impensable. En el puerto de Apapa, en Lagos, se han producido escenas tr¨¢gicas cuando miles de expulsados intentaban abordar los cargueros enviados desde Ghana. Air Nigeria sigue haciendo su agosto sacando a los afortunados que pueden pagar un billete de avi¨®n. Y Air Ghana ha utilizado su min¨²scula flota en hacer seis vuelos diarios entre Lagos y Accra. Los Gobiernos de Africa siguen guardando silencio.
Rumbo a la miseria
Los ghaneses que regresan no lloran; cantan. Amontonados en los grandes remolques que les llevan como pueden hasta sus lugares de origen, corean sus ritmos nativos y se enfurecen cuando se les quiere fotografiar: "?no pictures, we aren't cattle!" (?no haga fotografias, no somos ganado!). Fuman yamba, una hierba alucin¨®gena que, entre otros efectos, mata el hambre.
En Kano, la ciudad m¨¢s importante del norte de Nigeria, todav¨ªa hab¨ªa el s¨¢bado 40.000 personas esperando turno para volver, no s¨®lo a Ghana; tambi¨¦n a Alto Volta, Chad o Camer¨²n, aunque para estos pa¨ªses el retorno de los no queridos no reviste las caracter¨ªsticas de drama que para Ghana, la perla inglesa de Africa, que era en 1957, el a?o de su independencia, uno de los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros del continente.
Al teniente piloto Jerry Rawlings, en el poder por segunda vez tras su golpe de Estado de la Nochevieja de 1981, que apela al patriotisrimo y a la honestidad para resucitar su pa¨ªs, se le viene encima una marea humana que va a aumentar en un 10% la poblaci¨®n de Ghana, una naci¨®n hoy en virtual bancarrota econ¨®mica y donde los desempleados y subempleados suman muchos m¨¢s que los que tienen un trabajo fijo y remunerado. Los amigos libios y alemanes orientales de este militar joven y visionario habr¨¢n de suplir la ayuda que le niega el Fondo Monetario Internacional, porque rechaza el plan de saneamiento dise?ado en Washington, si quieren mantener a Rawlings en el tim¨®n.
En Accra est¨¢n abiertas las tien das y los bancos, pero poca gente los usa. No hay productos de con sumo, y los anuncios de marcas de cigarrillos o de bebidas son ya fru to de la fantas¨ªa. La ca¨ªda de los precios del cacao -principal producto exportable-, la falta de mano de obra cualificada, la nula infraestructura de transportes, la inestabilidad poiltica y la factura del petr¨®leo (por el que paga a Ni geria casi el 60% de las divisas to tales que obtiene por exportaci¨®n) han sumido progresivamente en la miseria a un pa¨ªs rico en madera, oro y productos agr¨ªcolas. En Ghana una aspirina vale su peso en oro, y el misionero espa?ol de San Juan de Dios Ram¨®n Jan¨¦ las pide sin rubor para su remoto hospital, donde no hay ¨¦ter ni medicinas y las parturientas traen sus hijos al mundo a pelo.
Para el capit¨¢n de nav¨ªo Steve Obimpeh, que desde un monacal despacho en los terrenos de la que fuera Feria Internacional de Accra coordina la task force de acogida a los expulsados, los problemas no son s¨®lo econ¨®micos: "vienen de Nigeria, acostumbrados a un nivel de vida mucho m¨¢s alto y maleados por una violencia social aqu¨ª desconocida. Se nos plantea, en primer lugar, un problema de seguridad, de aumento de la delincuencia". En Ghana todav¨ªa hay toque de queda entre las doce de la noche y las cinco de la ma?ana.
Nigeria no olvida
El comodoro Obimpeh describe los malos tratos sufridos por los ghaneses en el pa¨ªs que les expulsa, c¨®mo la xenofobia se desat¨® de forma oficial una vez que el presidente del vecino gigante, Shehu Shagari, dio ¨®rdenes a su ministro del Interior, Al¨ª Baba, para que en dos semanas los "trabajadores ?legales" fueran expulsados. La Prensa nigeriana, libre y sin censura., fue un¨¢nime en sus titulares: "Que se vayan, r¨¢pido". "Los indeseables deben irse". "?Fuera!". Eran los grandes titulares de las primeras planas. Desde ese mismo momento la polic¨ªa de Nigeria tuvo carta blanca para razias y operaciones de castigo contra los barrios de los inmigrantes.
La raz¨®n oficial de la draconiana medida de Nigeria, emporio del petr¨®leo africano hoy amenazado por el derrumbe de los precios, es que los extranjeros ?legales han protagonizado disturbios religiosos y han rriultiplicado la delincuencia com¨²n y el crimen organizado. La realidad es que el presidente Shagari, elegido en 1979, busca su reelecci¨®n en agosto pr¨®ximo y, en un mar de problemas econ¨®micos, ha encontrado en los inmigrantes africanos el blanco ideal para afirmar su popularidad.
Nigeria, sin embargo, no ha expulsado a los 14.000 maestros formados en Ghana que han alfabetizado parcialmente el pa¨ªs, ni a los m¨¦dicos o ingenieros que estudiaron en la Universidad de Lagon, en Accra, hasta hace poco una de las m¨¢s prestigiosas de Africa.
Junto a un enorme ventilador como equipaje, uno de los que vuelven cuenta que a muchos se les ha exigido dinero por la polic¨ªa de Al¨ª Baba, o simplemente les han robado parte de lo que se llevaban como precio para poder salir del pa¨ªs: "no han olvidado que en 1969 Ghana deport¨® a 20.000 nigerianos".
Pero la historia del dinero no es s¨®lo de un lado de la frontera. Muchos,wghaneses se han arriesgado a ganar clandestinamente su tierra cuando se enteraron de que la polic¨ªa les exig¨ªa el dinero que tra¨ªan o les obligaba a depositarlo ¨ªntegra e inmediatamente en un banco. A trav¨¦s de zonas des¨¦rticas en la frontera entre Alto Volta y Ghana han entrado miles de personas para salvar as¨ª sus ahorros, puesto que la divisa ghanesa, el cedi, no vale nada en ninguno de los pa¨ªses vecinos, y, con una inflaci¨®n del ciento por ciento en un a?o, muy poco dentro. Para los que ahora tienen que recomenzar la vida en su propio pa¨ªs, el naira nigeriano es mucho m¨¢s que oro. El comodoro Obimpeh es tajante: "los pr¨®ximos tres meses, al menos, ser¨¢n de pesadilla".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.