Juicios 'a la carta'
Para Javier 'Vinader, porque dicen que hizo mal en cont¨¢rnoslo todo, y yo se lo agradezco.
Que los jueces desta tierra todos son corteses , y, amigos de dar y recebir cosas justas.'Los trabajos de Persiles y Segismunda' Miguel de Cervantes
Querido Javier:
La ¨²ltima vez que nos vimos estabas preocupado en tu proceso, por el recurso pendiente, por la resoluci¨®n -m¨¢s o menos definitiva- que esperabas. Mi opini¨®n era tranquilizadora, pues, a pesar de los varios a?os de tacto y de contacto con quienes controlan desde el poder -judicial, poderos¨ªsimo- la aplicaci¨®n o interpretaci¨®n de las leyes, o quiz¨¢ a causa de esos contactos, siempre hab¨ªa cre¨ªdo adivinar el secreto hilo -?l¨®gico?- conductor, la dorada regla, que com¨²nmente determinaba sus fallos.
Curiosa palabra, ?verdad, Javier? Pues en ella se emplean nuestros jueces, en el noble hecho de fallar -este es su oficio, su afici¨®n y su derecho-, el acto dram¨¢tico de dictar resoluciones, que eso quiere decir verbo tan ambiguo, tan jurisprudente.
Mas lo cierto es que el fallo nos sali¨® al rev¨¦s. ?Al rev¨¦s de su recto sentido? ?Al rev¨¦s de lo jurisprevisto? Como un acto fallido m¨¢s, digno del mejor psicoan¨¢lisis; como un acto fallero en el que t¨² actuaras, ninot involuntario, durante siete a?os fara¨®nicos, de vacas flacas y estabuladas entre rejas.
Reconozco que no entiendo nada, que entiendo demasiado, que lo entiendo todo por igual, y esto es lo grave, del cero al infinito, del alfa hasta la omega, de la uced¨¦ al pesoe, del coro al ca?o de nuestras desventuras; comprendo, sin embargo, que eres un imprudente, tal como ahora te explico: pues ?c¨®mo es posible que pretendieras establecer y difundir la verdad de unos hechos sin ser juez, ni ujier, ni limpiadora de estrados, ni funcionario p¨²blico? ?Sin ser un hombre p¨²blico, de uno u otro modo? ?C¨®mo pudistes atreverte -?aunque, personalmente, te lo agradezco tanto!- a enterarnos a todos de tantas otras cosas, verdades extraoficiales y varias malandanzas, en el asunto de la bomba contra El Papus? ?C¨®mo se te ocurri¨® contarnos, detalladamente, con tan temeraria pluma que se te entend¨ªa todo, lo que ocurr¨ªa en el trasfondo de los tramas negras catalanes? ?C¨®mo pudiste pensar en arrojar nueva luz sobre unos y otros hechos delictivos, sobre los miembros de las retorcidas ATE y tantos y tantos atentados, preparados sin duda con la mayor excelencia? ?C¨®mo pudiste, Javier? ?En qu¨¦ entrevista vives?
Deber¨ªas saber que para esa labor est¨¢n previstos los lent¨ªsimos, interminables procesos sumarios -lo que quiere decir rapid¨ªsimos-, para eso est¨¢ la agil¨ªsima investigaci¨®n judicial, que ha aclarado en estos a?os tantos puntos oscuros; para eso est¨¢ la livian¨ªsima pluma de los jueces, que han llegado a crear un estilo propio, un estilo gerundio. ?Para qu¨¦ decir m¨¢s de su finura!, para eso est¨¢n los tribunales que ya expon¨ªan -arriesgaban- en otra sentencia sobre mi amigo Reverte que s¨®lo el juez -y parte, como dice el refr¨¢n-, puede ser objetivo en la aprehensi¨®n de la verdad, nunca los periodistas, quienes son, por su propia actividad y naturaleza, seres subjetivos, partisanos, facciosos de cualquier bander¨ªa. ?Vaya usted a saber si no querr¨¢n los excelent¨ªsimos se?ores potenciar la lectura de la colecci¨®n Aranzadi o si pretender¨¢n fundar un peri¨®dico-objeto, un Resultando Diario!
Pero ahora todo est¨¢ m¨¢s claro: si t¨² has escrito sobre unos hechos que parecen ser ciertos, eres un temerario, pues la verdad no se puede ir propalando por ah¨ª, a tontas y a locas, ni hay que pensar que deban ir juntas verdad y justicia, conceptos diversos, etimolog¨ªas diferentes que no tienen los mismos abuelos, ni ahora, ni cuando Benavente, ni cuando Larra, ni cuando Quevedo, ni cuando el Arcipreste, ni cuando Mariscasta?a (que fueron periodistas de los tiempos pasados).
As¨ª, a partir de ahora, si uno grita y hay nubes hasta puede que llueva; esta es la nueva l¨®gica; y si otro corre por las calles de Madrid, ser¨¢ el causante del antepasado terremoto de San Francisco; y si le llamamos necio a un opositado, estaremos bombardeando probablemente la funci¨®n p¨²blica y las m¨¢s altas esencias de la patria; y si le dicen canalla y se suicida -lo que no ocurre con frecuencia-, habremos perpetrado una muerte... Por la misma l¨®gica judicial -no confundir con l¨®gica fundamental, que para juzgador basta con memorizar c¨®digos, sin adentrarse en m¨¢s filosof¨ªas-, por el mismo analogismo juicioso, quiz¨¢ el periodista -medalla-al-m¨¦rito-policial, se?or don Sempr¨²n, estaba provocando la fuga de Zamora cuando entrevistaba a su amigo el fugado se?or don Lerdo de Tejada, en la frontera francesa, despu¨¦s de que un se?or juez le diese vacaciones. (A prop¨®sito, ?recuerdas al se?or don Lerdo, aquel que asesin¨® a cinco abogados en la calle de Atocha, hace unos a?os?) Por similar neoanal¨®gica judiciaria -o sea, astrol¨®gica-, no deber¨¢s nombrar nunca el nombre de ning¨²n don Juez en vano, en ning¨²n otro art¨ªculo -de Prensa, claro, no del C¨®digo Penoso-, que eso es dar pistas a cualquier desalmado sobre su condici¨®n m¨¢s verdadera.
Pero mira, Javier, consu¨¦late, que tengo yo guardada una sentencia, y que me han dicho que es justa todos los alt¨ªsimos se?ores del Tribunal Supremo reunidos, que tengo una sentencia, digo, en la que dicen -y hacen- que les bajan la pena a algunos reos, porque, aunque los cogieron con los explosivos en las manos, s¨®lo pensaban utilizarlos contra gentes marxistas y otros de similares ideolog¨ªas -que deben ser los sarracenos-; y as¨ª, por varios kilos de dinamita de derechas les castigaron a seis meses, y aun creo que no les dejaron sin postre de milagro. ?Pecado era venial el cometido! Pero a nadie en sus cabales se le ocurrir¨ªa juzgar -y con perd¨®n- que quienes eso escribieron estuvieran animando a otros sujetos a colocar m¨¢s bombas para matar m¨¢s rojos.
As¨ª que, como esos se?ores no han cometido en su sentencia ni siquiera una imprudencia temeraria, a lo mejor t¨² tampoco, y s¨®lo es que se han equivocado, y ten en cuenta que un error judicial siempre da mucho tono, y en cuarenta a?os van y te filman una pel¨ªcula sonada.
En fin Javier, que como no soy juzgante, subjetivo que es uno -aunque te aseguro que tampoco quisiera ser juzgado-, he cre¨ªdo lo mejor escribirte una carta, porque un art¨ªculo es algo demasiado serio, demasiado considera(n)do, demasiado parecido a una sentencia, y de eso, de verdad, ya tenemos bastante. Por eso te la he escrito, y agradezco si me lo publican, y les ruego a los se?ores quecomponen que junten bien las l¨ªneas, no sea que me acusen de insultar, de injuriar, entre ellas, que esta es la m¨¢s penal y penosa teor¨ªa para justificarnos Diego donde ignoraban Digo.
Te deseo que recurras si puedes, te aconsejo que env¨ªes a la hoguera todos tus libros y revistas antes de que lo haga cualquier barbero que trabaje horas extras en el foro, te sugiero que aproveches la estancia en tus prisiones -si all¨¢ llegas- para preparar alguna oposicioncilla leguleya, que la toga viste mucho (tanto, que bajo ella podr¨ªas ir desnudo). Tampoco ser¨ªa malo que tus jueces repasaran la vieja lecci¨®n de silogismos, que les queda algo lejos, y que el ministro del ramo se hiciera chequear toda la curia, que nunca est¨¢ de m¨¢s vigilar la salud de la justicia, y es cosa preventiva y muy higi¨¦nica. Mas no hay caso, que en nuestra querida Inopia la ciencia es siempre infusa y anda en bolas.
Y, mientras tanto, deja que fallen ellos, Javier, que nosotros por ahora no fallamos. ?Pelillos a la mar!
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