Los enigmas de la revoluci¨®n isl¨¢mica iran¨ª
En el cuarto aniversario del triunfo Jomeinista, el balance de estos a?os es dif¨ªcil de establecer. Desde la derecha se dirigen cr¨ªticas por la contundencia empleada contra el r¨¦gimen anterior y desde la izquierda se le atribuyen pocos avances en el terreno social y se censura su intransigencia religiosa. Mientras tanto, las calles de Teher¨¢n est¨¢n engalanadas con banderas. Las franjas rojas, verdes y blancas colorean la ma?ana, esmaltada de blanco por la pincelada de nieve que a lo lejos pone junto al cielo el Damavand, con sus casi 6.000 metros de altura. Sobre el suelo de la avenida Fatemi, las botas negras de los pasdaran (guardianes de la revoluci¨®n) restallan con energ¨ªa en el desfile conmemorativo del cuarto aniversario del triunfo de la revoluci¨®n isl¨¢mica. Sobre los rostros de los guardianes de la revoluci¨®n, se adivina arrogancia y bravura.
ENVIADO ESPECIALUna secci¨®n de pasdaran avanza por la avenida m¨¢s orgullosa que las dem¨¢s. Sus hombres no llevan fusiles ametralladores. Sobre sus manos llevan el Cor¨¢n, el libro m¨¢s sagrado de los musulmanes, la mejor de las armas de los revolucionarios chiitas. Hace cuatro a?os, estos y otros j¨®venes que se fueron para siempre lo demostraron en las calles ensangrentadas de las ciudades de Ir¨¢n.
Muchos acontecimientos han sobrevenido desde entonces en el pa¨ªs de los persas. El ayatollah Jomeini, con una tenacidad, como poco, extraordinaria, consegu¨ªa expulsar al sha, cercenar pol¨ªticamente la f¨®rmula de transici¨®n encarnada por el moderado Shapur Bajtiar y neutralizar al ej¨¦rcito imperial.
Eran los primeros d¨ªas de febrero de 1979. La voluntad pol¨ªtica del viejo ayatollah chiita, conocedor a fondo de la filosof¨ªa, la astronom¨ªa y las matem¨¢ticas, protagonista de una vida de sacrificio asc¨¦tico, no se arredr¨® ante los inmortales, la temible guardia imperial que no dudaba en sacar los carros de combate ligeros a la calle para enfrentarlos a las masas. No sirvi¨® de nada. Jomeini cre¨® un Gobierno provisional y nombr¨®, al nacionalista Mehdi Bazargan como jefe de aquel primer Gabinete revolucionario.
Tercera v¨ªa
El ej¨¦rcito del sha fue purgado. Muchos de sus oficiales destacados en la represi¨®n fueron fusilados o ahorcados. Los revolucionarios isl¨¢micos comenzaron a ocupar poco a poco el aparato del Estado: polic¨ªa y gendarmer¨ªa. Pasaron a controlar la actividad econ¨®mica del pa¨ªs y la pol¨ªtica interior e internacional, El proceso se efectu¨® no sin cautelas, y tampoco faltaron excesos.
Jomeini emple¨® consecutivamente a las principales fuerzas pol¨ªticas que participaron en la revoluci¨®n. Primero fueron los nacionalistas de Mohamed Mosaddeq, aquel iran¨ª que en los a?os cincuenta decidi¨® nacionalizar el riqu¨ªsimo petr¨®leo de Ir¨¢n y que acab¨® derrocado por un golpe de la CIA norteamericana.
Bazargan dur¨® poco al frente del Gobierno. Una conversaci¨®n en Argel con el entonces todopoderoso Zbigniew Brzezinski, con sejero ¨¢ulico de Jimmy Carter, le cost¨® el puesto.
El 4 de noviembre de 1979, los estudiantes en la l¨ªnea del im¨¢n se adentraban por la fuerza en la Embajada norteamericana en Teher¨¢n y capturaban varias decenas de rehenes, en el acto m¨¢s desafiante sufrido nunca por el Gobierno de Estados Unidos de Am¨¦rica. Teher¨¢n arg¨¹¨ªa que el pueblo iran¨ª fue durante 36 a?os reh¨¦n de la pol¨ªtica imperialista norteamericana, y subrayaba que aquella acci¨®n era un escarmiento orientado, entre otras cosas, a conseguir la repatriaci¨®n del fugado sha Pahlevi, junto con sus fabulosos bienes esquilmados al pueblo irani.
Abolhasan Banisadr accedi¨® al poder desde las urnas, pero el liberalismo socializante que ¨¦l encarnaba top¨® desde el principio con la oposici¨®n recelosa del Partido de la Rep¨²blica Isl¨¢mica (PRI), dirigido por Mohamed Bejesti, a la saz¨®n enormemente poderoso. Banisadr era para los isl¨¢micos un occidentalizante decadente, que no entend¨ªa nada de la revoluci¨®n isl¨¢mica.
Poco m¨¢s de un a?o dur¨® Banisadr en el poder. Su mando, contestado duramente desde el PRI, se vino abajo del todo cuando Bejesti consigui¨® arrinconarle pol¨ªticamente y lograr que el im¨¢n Jomeini, que en un principio confi¨® en Banisadr, le retirara del mando supremo de las Fuerzas Armadas, ya implicadas entonces en la guerra con Irak, iniciada en septiembre de 1980.
Sin embargo, Mohamed Bejesti y 72 altos dignatarios del Gobierno, del Parlamento y de la Administraci¨®n iran¨ª murieron tras una terrible explosi¨®n registrada en la sede delPRI en Teher¨¢n, en junio de 1981. El pa¨ªs vivi¨® una situaci¨®ni casi de guerra civil. Banisadr se ocult¨® y la organizaci¨®n Mujaidin Jalq se ech¨® a las calles en su defensa. Muchos de sus seguidores murieron en combates callejeros o poco despu¨¦s de ser apresados por los pasdaran.
Los mujaidin no detuvieron su lucha, y desplegaron numerosas acciones armadas contra dignatarios isl¨¢micos. Ir¨¢n entr¨® en una din¨¢mica de atentados y ejecuciones que hizo temer por su integridad. El momento de m¨¢xima intensidad en este sentido fue el del asesinato del presidente Al¨ª Rayai y de su primer ministro, Javad Bahonar, en agosto de 1981. La Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n convoc¨® elecciones presidenciales, y result¨® elegido Sayed Al¨ª Jamenei.
La guerra contra Irak continuaba con enorme intensidad. Tras el oto?o de 1981, en el cual Jamenei estren¨® su presidencia, Ir¨¢n consigui¨® iniciar un cambio de sentido en la contienda, y sus tropas lograron reconquistar el importante puerto de Jorramshar en la primavera de 1982. La administraci¨®n del pa¨ªs fue algo racionalizada; la econom¨ªa se sane¨® tambi¨¦n y la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n pareci¨® iniciar una fase de relativo esplendor y consolidaci¨®n respecto a las movedizas fases anteriores.
Las purgas
Los dirigentes isl¨¢micos inten tan aplicar una pol¨ªtica de tercera v¨ªa, ni capitalista ni comunista apoy¨¢ndose sobre las masas marginales, el lumpenproletariado urba no y campesino de Ir¨¢n, completamente triturado y atribulado por la miseria durante el r¨¦gimen del innombrable Pahlevi. Se definen como "antiimperialistas hasta el final", y consideran a Estados Unidos como el principal enemigo de su revoluci¨®n.
Pero la clave del arco de su pol¨ªtica exterior es el principio "ni con el Este ni con el Oeste", que intentan seguir escrupulosamente. La pol¨ªtica exterior iran¨ª ha debido afrontar un prolongado boicoteo econ¨®mico mundial, decidido por Washington tras la captura de los rehenes norteamericanos.
Pero la piedra de toque de la pol¨ªtica iran¨ª es la extensi¨®n del Islam. Para el im¨¢n Jomeini, considerado ya por muchos como uno de los genios pol¨ªticos de nuestro siglo por la utilizaci¨®n de sus recursos y por su capacidad dirigente de masas, la pol¨ªtica es la forma superior de religiosidad, algo que nunca Occidente ha llegado a comprender.
Jomeini no admite distinci¨®n alguna, y as¨ª lo ha demostrado durante todos estos a?os, entre religi¨®n y pol¨ªtica, dos segmentos de una misma l¨ªnea de actuaci¨®n musulmana. No muestra prisa. Asegura que el Islam es el lenguaje de los oprimidos de la Tierra (Mostazafin), que ganar¨¢n con su sangre el combate contra los opresores de las masas humanas (Mustakbarin). En la lucha no hay nada que perder y mucho que ganar: el para¨ªso, en el cual la sangre de los m¨¢rtires del Islam florece.
L¨ªder de los desheredados
La originalidad de la revoluci¨®n isl¨¢mica reside precisamente en esto, en que ha sustituido a la revoluci¨®n burguesa, la francesa, y a la revoluci¨®n proletaria, sovi¨¦tica, dando entrada en la escena pol¨ªtica internacional a los desheredados. Jomeini desea ser el l¨ªder de todos los desheredados del planeta, y juega fuertemente esta baza. Todo lo hecho por los nuevos medios de difusi¨®n isl¨¢micos en este sentido, en el de extender el Islam como lenguaje de los oprimidos, tiene como antagonista principal los valores decadentes occidentales y los materialistas del socialismo.
En el plano de su funcionamiento, el espacio de la esfera de participaci¨®n del Estado en la actividad social y econ¨®mica parece el menos claro de los emprendidos. Temas como el de la nacionalizaci¨®n del comercio exterior o su privatizaci¨®n completa, o el de la reforma agraria, quedan a¨²n en el aire, mientras este tipo de pol¨¦mica contribuye a escindir a las diferentes corrientes que, desde modelos isl¨¢micos distintos, leen la revelaci¨®n y la tradici¨®n musulmana al respecto antag¨®nicamente.
A decir verdad, el hambre parece haber desaparecido a grandes rasgos de las masas iran¨ªes, pero la estructura social de clases y algunos privilegios derivados de la propiedad contin¨²an perpetu¨¢ndose tras cuatro a?os de revoluci¨®n. Como contrapartida, las masas iran¨ªes que partiparon de la revoluci¨®n y sectores amplios del inundo marginal se han incorporado a la vida pol¨ªtica posrevolucionaria, donde ocupan posiciones de poder entre el brazo armado de la revoluci¨®n, los pasdaran, y en algunos ¨¢mbitos de la vida pol¨ªtica.
En medio de esta incertidumbre ante cuestiones tan fundamentales como la de la orientaci¨®n econ¨®mica a seguir, la elevada edad de Jomeini y las diferencias notorias entre su personalidad y autoridad y las de su eventual sucesor, el querido,y campechano ayatollah Montazari, proyectan una sombra de duda sobre el futuro inmediato de la revoluci¨®n isl¨¢mica.
Con todo, su desarrollo y su hasta ahora viabilidad constituyen uno de los fen¨®menos m¨¢s singulares y m¨¢s desconocidos de la historia de nuestros d¨ªas.El punto m¨¢s dif¨ªcil de todos es el de la posibilidad de coexistencia de la revoluci¨®n isl¨¢mica con el mundo de nuestros d¨ªas, donde el desarrollo de las comunicaciones socializa una serie de valores cuyo desarraigo resulta pr¨¢cticamente imposible de realizar. Las masas desheredadas iranies precisan tambi¨¦n avances tangibles en la organizaci¨®n y provisi¨®n de su vida cotidiana, y los dos modos hasta ahora conocidos para efectuar tal tarea, el capitalista y el comunista, no tienen espacio posible en Ir¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.