Oneirocr¨ªtica
Goya, como explicaci¨®n a un grabado famoso, puso aquello de que "el sue?o de la raz¨®n produce monstruos", y los sue?os, en general, han preocupado mucho a arabistas, poetas, novelistas, psic¨®logos y psicoanalistas, dejando aparte a los que siguen dedic¨¢ndose a lo que los griegos llamaron Oneirocr¨ªtica: la interpretaci¨®n de los sue?os desde un punto de vista preternatural o sobrenatural.Desde que el viejo Artemidoro de Efeso hizo su compilaci¨®n hasta hoy, aseguran algunos que se han llevado a cabo grandes adelantos de esta labor interpretativa esot¨¦rica, de la que ahora no voy a tratar. Tampoco de ciertas ficciones literarias de sue?os escritos con fines moralizadores, que tambi¨¦n se relacionan en parte con la idea de que el sue?o puede encerrar un mensaje o aviso del m¨¢s all¨¢, como los sue?os de Quevedo. No discurrir¨¦ tampoco sobre la gran creaci¨®n calderoniana y otros escritos en que sue?o y vida real aparecen en amalgama genial. El sue?o como experiencia cotidiana es algo m¨¢s com¨²n. M¨¢s corriente tambi¨¦n que el ensue?o, la r¨¦verie francesa o a la tr?umerei alemana, con espl¨¦ndidas expresiones musicales. Hay personas sensibles que han vivido a?os y a?os obsesionadas por sus sue?os, y bastantes novelistas y poetas los han apuntado al punto de tenerlos, para luego aprovecharlos como materia b¨¢sica. En cambio, existen ahora otras gentes para las que los sue?os no representan nada o casi nada, y -como yo lo he comprobado- en una misma familia puede haber individuos para los que el acto de so?ar es fundamental y otros para los cuales no lo es. Mi t¨ªo P¨ªo, que padec¨ªa de insomnios, era tambi¨¦n hombre que so?aba cosas complicadas, largas, de las que luego se acordaba bien.
Ya en novelas escritas entre 1924 y 1927, a los cincuenta y tantos a?os, aprovech¨® muchas de sus experiencias on¨ªricas, que fueron aumentando durante la vejez de modo fatigoso y obsesivo. Mi otro t¨ªo, Ricardo, era, en cambio, el hombre menos dado a so?ar de noche, y sus sue?os -espaciados- resultaban de un racionalismo chocante. Su raz¨®n durmiente pod¨ªa empezar a producir monstruos. Pero su raz¨®n durmiente tambi¨¦n los deshac¨ªa de la forma m¨¢s peregrina que cabe.
Recuerdo que algunos a?os antes de morir, hacia 1949, tuvo un peque?o ataque de gripe invernal. Baj¨¦ yo una ma?ana a su cuarto para saber c¨®mo estaba y me lo encontr¨¦ muy alegre, canturreando, y sin tocar el asunto de la gripe me dijo: "Hoy me he despertado riendo. Riendo a gusto. Fig¨²rate que a ¨²ltima hora de la madrugada he empezado a so?ar. Estaba en la panader¨ªa de la calle de la Misericordia haciendo cuentas. Cuentas no del todo propicias. Ven¨ªan gentes sin medida a cobrar facturas. Al final llega un hombre mal encarado, agresivo, con la factura mayor. La he mirado con atenci¨®n y he comprobado que estaba equivocada, que yo no hab¨ªa hecho el pedido que indicaba. Se lo he dicho y me ha contestado violento, amenazador, exigiendo el pago. Yo tambi¨¦n me he excitado y hemos armado una bronca de la que parec¨ªa que no hab¨ªa modo de salir. Pero, al final, se me ha ocurrido una idea luminosa, estupenda. Me he serenado y, de la forma m¨¢s fr¨ªa e ir¨®nica posible, le he dicho: ?No insista usted. No pienso pagarle por tres razones. La primera es que no tengo por qu¨¦ hacerlo. La segunda, que no me da la gana... La tercera es que me voy a despertar ahora mismo ... ?". El viejo se re¨ªa a carcajadas y comentaba: "Parece un sue?o de tendero". Pero yo, pensando en la Oneirocr¨ªtica no esot¨¦rica, sino psicol¨®gica, le repliqu¨¦: "No. Es un sue?o de liberaci¨®n. T¨² te has despertado cuando te has liberado de negocios, de pagos, de compras y de ventas. Tu sue?o es un sue?o de artista liberado".
El no se qued¨® muy convencido de mi ex¨¦gesis. Despu¨¦s... despu¨¦s he visto a P¨ªo, en la ¨²ltima fase de su vida, despertarse despavorido, ro¨ªdo por la arterioesclerosis, porque ten¨ªa que ir a examinarse a San Carlos con don Benito Hernando o con Letamendi. No se pod¨ªa liberar del susto ni despierto. Lo peor era decirle que aquello era absurdo. Lo mejor, seguir la corriente. Yo le dec¨ªa, as¨ª, que en la calle de Atocha hab¨ªa carreras y cargas, que los estudiantes estaban alborotados y que el decano hab¨ªa cerrado la facultad de Medicina. En 1955 ten¨ªa que descubrirle una situaci¨®n posible en 1890... y entonces se volv¨ªa a la cama tranquilo. Yo, que sue?o poco, tambi¨¦n he so?ado repetidas veces que no hab¨ªa terminado la carrera o que me iba a preguntar algo que no sab¨ªa un profesor de Matem¨¢ticas del instituto. Pero mi experiencia es tan pobre y tan peque?a que casi no comprendo la importancia que se les ha dado siempre a los sue?os. Lo que en mi experiencia m¨¢s me choca es la disociaci¨®n de la imagen con el concepto que tengo de ella o el nombre que le doy sencillamente. Porque la cara de una persona se la atribuyo a otra, un pueblo que veo tiene otro nombre que el real y una situaci¨®n puede producirme sensaciones completamente distintas a las que me produce en vigilia. Angustia -por ejemplo- cuando nada tiene de angustiosa. En fin, que para uno el so?ar es una peque?a lata. Nada m¨¢s.
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