La 'ileg¨ªtima' defensa
La oposici¨®n a la pr¨¢ctica del aborto voluntario es una actitud moral irreprochable, pero a menudo vemos c¨®mo ciertos estamentos sociales limitan esta defensa de la vida a los no nacidos, y cuando la consecuci¨®n de otros objetivos y valores menos excelsos les lleva a tomar posici¨®n, suelen olvidar el respeto a los derechos humanos y claman entonces por la aplicaci¨®n de esa violencia denominada eufem¨ªsticamente institucional que, sin embargo, puede llegar hasta extremos irreversibles y definitivos cual es la pena de muerte.Y como claro paradigma de esta contradicci¨®n tenemos muy a mano los problemas derivados de una creciente tergiversaci¨®n del concepto de leg¨ªtima defensa. Un indudable incremento de la delincuencia est¨¢ llevando a los ciudadanos de muchos pa¨ªses -entre ellos el nuestro- a fomentar una especie de apolog¨ªa de la defensa personal contra los ataques de maleantes o atracadores. La Prensa m¨¢s o menos reaccionaria, que siempre figur¨® a la vanguardia de las campa?as antiabortistas, es la que precisamente impulsa hoy a ejercer a ultranza la violencia individual para defender la vida o los bienes amenazados ayud¨¢ndose de proposiciones tendenciosas como, por ejemplo: "Los delincuentes que son detenidos por la polic¨ªa son luego puestos en libertad por los jueces", o "La acci¨®n policial del Estado se est¨¢ revelando insuficiente para garantizar nuestras vidas y nuestras propiedades. Defend¨¢monos, pues, nosotros mismos". No cabe minimizar el peligro que este menosprecio de la ley y de la justicia entra?a para una sociedad civilizada.
Por estas tierras, la defensa personal llevada a tales extremos no ha calado todav¨ªa en la conciencia popular, aunque, s¨ª sea asumida doctrinalmente por algunos sectores pol¨ªticos que, o bien intentan contumazmente el golpe salvador que ha de servir para meter en cintura a sus conciudadanos, o bien menosprecian la acci¨®n legal de la justicia pretendiendo que la sangre lava mas blanco que el Derecho. Sin embargo, en nuestro vecino pa¨ªs, Francia, se est¨¢ jesarrollando una enfermedad de las ley-es cuyo contagio es preciso evitar. Poco a poco se van buscando atenuantes, cuando no justificaciones, a una defensa violenta que puede llegar a la muerte del agresor, y no s¨®lo cuando la propia vida se encuentra en peligro, que ello ser¨ªa admisible, sino simplemente cuando se teme que uno pueda ser robado. Y este sentir hace ya casi cinco a?os que tiene inclusosu asociaci¨®n, L¨¦gitime D¨¦fense por nombre, que con cuantiosos medios econ¨®micos e informativos defiende a los partidarios de la violencia personal cuando causan lesiones, o la muerte, a sus agresores.
Naci¨® esta asociaci¨®n como consecuencia de un tr¨¢gico suceso que durante d¨ªas apasion¨® a la Prensa francesa y a sus lectores. Un comerciante franc¨¦s, cuya casa de campo habia sido robada varias veces, dej¨® en la misma un aparato de radio conectado a una carga explosiva. Dos maleantes que entraron en ella, al llevarse el aparato provocaron la explosi¨®n, muriendo uno de ellos y quedando el otro malherido. Este ¨²ltimo demand¨® al propietario.de la casa alegando la ilegitimidad de un medio de defensa tan desproporcionado con el da?o que trataba de evitar. Entre tanto, los medios informativos conservadores, que siempre hab¨ªan demandado las m¨¢s duras penas para la mujer que aborta y para los que la ayudan a hacerlo, emprendieron la defensa del homicida; unos, abiertamente; otros, como, por ejemplo, Paris-Match, planteando entre los lectores una encuesta con pujos de socioloe¨ªa obietiva que dadas las proporciones capciosas y tendenciosas que presentaba perd¨ªa todo valor. El sorprendente resultado de la encuesta fue que un 46% de los consultados ped¨ªan la abolici¨®n del homicida; el 21%, que se le impusiera una multa; el 18,5%, prisi¨®n con libertad bajo fianza, y s¨®lo un 9,5% se mostraba partidario de la prisi¨®n sin condiciones.
Pues bien, este comerciante, de nombre Lionel Legras, que fue tomado como estandarte de la entonces reci¨¦n creada asociaci¨®n L¨¦gitime D¨¦fense, s¨®lo fue condenado a ocho meses de c¨¢rcel con libertad bajo fianza, y en noviembre del a?o pasado definitivamente absuelto. Entre estas dos fechas, esta defensa, ileg¨ªtima por m¨¢s que la asociaci¨®n pretenda lo contrario, hab¨ªa ya producido una docena larga de muertos. La ley parec¨ªa dar una especie de respaldo al principio de "Yo ten¨ªa el derecho a disparar, puesto que me iba a robar". Merodeadores nocturnos, palanqueteros y delincuentes diversos hab¨ªan, pues ca¨ªdo bajo las balas de propietarios para los que sin duda era m¨¢s sagrada la propiedad que la vida humana. Incluso un padre mat¨® a su hijo dentro de la propia casa al confundirlo con un ladr¨®n.
Pero ahora acaba de producirse un nuevo caso en el que si la ley muestra la misma lenidad que en el anterior, puede darse como precedente aceptado la defensa personal por todos los medios. Otro comerciante, Charles Bernard, precisamente miembro de la asociaci¨®n L¨¦gitime D¨¦fense, es avisado ant¨¦s de entrar en su apartamento de que hay unos ladrones en ¨¦l. Sube a su piso pistola en mano. Uno de los ladrones bloquea la pu erta de entrada con su cuerpo mientras que dos compa?eros suyos huyen saltando por la ventana. Este tambi¨¦n lo hace, pero Charles Bernard hace fuego por tres veces contra este hombre que huye y que le da la espalda. El maleante aparece muerto cerca de la casa. Ahora ya se mata tambi¨¦n al que ni siquiera ha llegado a robar, aunque tuviera la intenci¨®n de hacerlo. Un amplio sector de la Prensa francesa tom¨® a su cargo la defensa del homicida, con mas ardor si cabe que en el caso anterior. Son los mismos que hace unos a?os se desga?itaban clamando contra la legalizaci¨®n del aborto.
De ser absuelto este bricoleur franc¨¦s de la justicia, adepto al "h¨¢galo usted mismo", volveremos al m¨ªtico Far-west de las pel¨ªculas. En este nuevo mundo valdr¨¢ de poco el estudia r leyes; lo importante ser¨¢ desenfundar el primero.
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