F¨¢bula del Quintero y del Romero
No me acuerdo del nombre del fabulista, ni del t¨ªtulo de su f¨¢bula. ?rase el cuento de dos animales muy listos, un zorro y un p¨¢jaro, creo recordar que un cuervo. El p¨¢jaro se hab¨ªa encaramado, fuera del alcance de las tretas del zorro, en la rama de un ¨¢rbol, con un racimo de uvas en el pico. El zorro, hambriento, daba vueltas y m¨¢s vueltas abajo, urdiendo una manera de hacer soltar al p¨¢jaro las uvas. Despu¨¦s de mil argucias, que resbalaron sobre las escurridizas plumas del plum¨ªfero, el zorro tendi¨® una ¨²ltima, invisible y desesperada trampa: acariciar la vanidad del p¨¢jaro, haci¨¦ndole creer que sab¨ªa cantar. Y ¨¦ste, halagado, ciant¨®. Ni que decir tiene que las uvas se le escaparon de la pinza, y que el zorro se las zamp¨®. Es la historia, como se ve, de dos animales inteligentes, pero uno m¨¢s que otro.Composici¨®n de la entrevista nocturna
Jes¨²s Quintero, el muy cuerdo Loco de la colina, de Radio 1 en Sevilla, planea sus entrevistas nocturnas, a veces admirables de composici¨®n, de muy diversas maneras, aunque casi todas comienzan de forma parecida y se ajustan a un mismo patr¨®n de avance. Estas maneras son, en realidad, tantas como personas entrevistadas, pues las verdaderas variantes del di¨¢logo surgen sobre la marcha, en un recodo, en un flanco o en un repentino punto vulnerable, que el entrevistado observa durante el discurso del otro. Y, siempre en tonos amables, casi dulces, la entrevista puede derivar del compadreo a la alta tensi¨®n, m¨¢s o menos encubierta. En ambos casos se trata siempre de un bonito ejercicio de esgrima verbal, que le ha dado a Quintero algunos resultados excelentes.
En la madrugada del pasado d¨ªa 10, el Loco de la colina hubo de desplegar su estrategia de entrevistador de doble filo contra uno de los espadachines de la lengua m¨¢s experimentados, correosos y dif¨ªciles de acorralar que hayen el periodismo espa?ol: Emilio Romero. Los radioyentes asistimos a todo un duelo con guantes de seda en vez de florete. Quintero, que d¨ªas antes hab¨ªa desarbolado f¨¢cilmente a Mart¨ªn Villa acos¨¢ndolo, comenz¨® frente a Romero con cierto pressing, pero pronto hubo de retroceder y cambiar su esquema de juego. El bote pronto de su antagonista era pura geometr¨ªa, y la precisi¨®n de Romero en sus respuestas era tan y tan acerada, que las tornas parecieron cambiar y el acosado se tom¨® acosador. Hubo algunas, no muchas, preguntas duras, que alertaron a Romero y pusieron tensa su capacidad de respuesta. Por ejemplo: "?C¨®mo compagina usted, se?or Romero, su colaboraci¨®n en Ya y en Intervi¨²?". Y, m¨¢s tarde, la inevitable, cuando se habla con Romero, alusi¨®n a su famosa inquina contra Adolfo Su¨¢rez, quien, al juicio del ilustre periodista, "podr¨ªa haber sido el mejor presidente de relaciones p¨²blicas de unos grandes almacenes".
Quintero. ?Sabe usted, se?or Romero, que llevo tres meses intentando hablarle?
Romero. Bueno, querido Loco, tenga usted en cuenta que, estoy casi siempre atento a. lo que pasa fuera de mi casa, y no es f¨¢cil comunicar conmigo.
Quintero. No. No me refiero a usted, me refiero a Su¨¢rez.
Fue el primer touch¨¦ del ilustre periodista, que volvi¨® a levantarse intacto y poco a poco volvi¨® a tomar el mando de la entrevista, con una envidiable soltura dial¨¦ctica. Incluso, a medida que tomaba confianza, Romero alcanz¨® cierto desmelenamiento y autocomplacencia.
Romero. Soy dramaturgo, periodista, novelista, poeta...
Quintero. ?Ah! ?Es usted poeta?
Y ah¨ª perdi¨® la partida el sagaz ex director de Pueblo. Habl¨¦, habl¨®, habl¨®. Y, casi al final, con tono de ni?o acoquinado, el Loco de la colina le solicit¨® humildemente:
Quintero. ?Podr¨ªa recitarnos una poes¨ªa suya, se?or Romero?
Y el maestro de periodistas, pero ¨²ltimo alumno del. peor Quevedo, se solt¨®, a boca llena, un poemastro sobre orinales, orines, excrementos y zafiedades de todo tipo. No era el prosista y conversador en absoluto consciente de la mediocridad incurable, impresentable, de su verso. Y, mientras Romero hablaba y hablaba r¨ªtmicamente de caca, Quintero, en un placentero susurro, repet¨ªa: "?Hermoso, qu¨¦ hermoso!". Apenas se le oy¨®. Ten¨ªa la boca llena de uvas.
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