14 a?os para uno de los 'etarras' que asaltaron la prisi¨®n de mujeres de La Trinidad

Catorce a?os de prisi¨®n ha sido la sentencia dictada por la secci¨®n primera de la Audiencia Nacional de Madrid, contra Luis Mar¨ªa Lacasta Egea, miembro de ETA (pm) que dirigi¨® el comando que intent¨® liberar a dos militantes de esta organizaci¨®n de la prisi¨®n de mujeres de La Trinidad, en Barcelona, el 27 de marzo de 1981.Estos catorce a?os de prisi¨®n totalizan las penas correspondientes a los diversos delitos imputados: dep¨®sito de armas de guerra, utilizaci¨®n ileg¨ªtima y violenta de veh¨ªculo a motor, dos delitos de falsificaci¨®n de documentos, un delito de evasi¨®n de presos en grado de tentativa y, finalmente, un delito de detenci¨®n ilegal en la persona del funcionario de la prisi¨®n.

Siete a?os y nueve meses de c¨¢rcel y un a?o de prisi¨®n menor han correspondido a Santiago Cogolludo y a Nemesio Aizpurual respectivamente, juzgados tambi¨¦n por este mismo caso.

Otra de las encausadas, Nieves Neomadia, ha sido absuelta de la acusaci¨®n de colaboraci¨®n con banda armada, pues la Audiencia ha reconocido que su relaci¨®n con Lacasta fue ¨²nicamente personal y, si le daba cobijo en . su casa, era porque manten¨ªa con ¨¦l relaciones ¨ªntimas, aunque ignorara las actividades a las que se dedicaba.

Los hechos ocurrieron el 27 de marzo de 1981, por la tarde. Lacasta Egea y Jos¨¦ Ignacio Echarte Urbieta se presentaron en la prisi¨®n de mujeres de La Trinidad, de Barcelona, y mostrando documentaci¨®n falsificada a nombre de dos abogados de Pamplona, solicitaron ver a sus presuntas clientas.

Estas eran Carmen Barandiar¨¢n y Mar¨ªa Arrate Candelaria Elcoroiribe, detenidas por su participaci¨®n en el intento de asalto al cuartel de Cazadores de Monta?a, de Berga, en el que tambi¨¦n intervinieron Lacasta y Echarte con quienes manten¨ªan relaciones.

Cuando las dos reclusas fueron llevadas a presencia de sus falsos abogados, ¨¦stos empu?aron las armas e inmovilizaron al funcionario de vigilancia. Mientras tanto, el tercer miembro del comando, Santiago Cogolludo, que esperaba al volante del veh¨ªculo con el que pensaban darse a la fuga, fue detenido por la Polic¨ªa. Cuando los cuatro etarras intentaban ganar la salida, fueron interceptados por los funcionarios de la prisi¨®n y, tras disparar algunos tiros al a¨ªre, decidieron entregarse.