Los precios del petr¨®leo y los automovilistas espa?oles
TRAS UNA dram¨¢tica y extenuante discusi¨®n, los pa¨ªses miembros de la OPEP consiguieron finalmente llegar a un acuerdo. El nuevo precio oficial se reduce en cinco d¨®lares y queda as¨ª fijado en veintinueve d¨®lares / barril. Para proteger esa decisi¨®n, se acuerda un tope m¨¢ximo de producci¨®n dentro de la OPEP de 17,5 millones de barriles diarios, frente a los 31 millones en 1979 y los catorce millones en los ¨²ltimos d¨ªas de ca¨ªda de la demanda. A fin de evitar una guerra de cuotas Arabia Saudi acepta reducir su contribuci¨®n a la oferta mundial a cinco millones de barriles diarios, frente a los once millones en los momentos de m¨¢xima tensi¨®n entre suministros y compras y a los ocho-nueve millones en velocidad de crucero.La reducci¨®n del precio oficial es una excelente noticia para la econom¨ªa mundial. Las sucesivas alzas de los precios de los crudos contribuyeron durante los a?os pasados a estimular la inflaci¨®n en los pa¨ªses consumidores y, al mismo tiempo, propiciaron una contracci¨®n en la actividad econ¨®mica, ya que los mayores gastos en petr¨®leo dejaban menos dinero para la adquisici¨®n de otros productos. En momentos como los actuales, en los que tan necesaria resulta la colaboraci¨®n de los efectos expansivos sobre unas econom¨ªas estancadas, las repercusiones de los nuevos precios petroleros ejercer¨¢n una positiva influencia. Estos beneficios generalizados prevalecer¨¢n, en su conjunto, sobre los problemas particulares que la disminuci¨®n de los ingresos por exportaciones de petr¨®leo crear¨¢ a determinados pa¨ªses.
El acuerdo de Londres marca posiblemente el fin del c¨¢rtel de la OPEP, al menos en su actual versi¨®n. Desde 1973, el precio del petr¨®leo se ha incrementado, en un 1.200%. Esta alza espectacular fue la respuesta l¨®gica de unos productores que controlaban las dos terceras partes del mercado y que recib¨ªan una demanda incluso superior a la de sus posibilidades de suministro. Por otro lado, la actitud del coronel Gadafi, las guerras ¨¢rabes-israel¨ªes, la ca¨ªda del sha y el conflicto irano-iraqu¨ª exacerbaron la independencia tercermundista frente a las poderosas naciones industriales. La OPEP gan¨® la partida. Sin embargo, la ilusi¨®n de otros pa¨ªses productores de materias primas se trunc¨®, escindiendo dram¨¢ticamente en dos bloques a las naciones subdesarrolladas, dado que la ca¨ªda de la demanda mundial acab¨® arrastrando a los precios de las otras exportaciones.
Ahora llega el turno a los poderosos se?ores del petr¨®leo. Los altos precios de los crudos estimularon las nuevas perforaciones y la expansi¨®n de la producci¨®n en Alaska, el mar del Norte, M¨¦xico y buen n¨²mero de peque?os productores. La OPEP s¨®lo controla ahora un tercio del mercado mundial y no se encuentra, ya en condiciones de ejercer, con esa cuota, un f¨¦rreo control sobre precios y cantidades. Por otro lado, las grandes naciones industriales han desarrollado eficaces medidas de ahorro energ¨¦tico, destinadas a conseguir el mismo producto o a recorrer igual n¨²mero de kil¨®metros con menor cantidad de petr¨®leo. Adem¨¢s, el temor a una excesiva dependencia energ¨¦tica del petr¨®leo ha fomentado su sustituci¨®n por otras fuentes alternativas.
La solidez del c¨¢rtel se ha cuarteado. Por vez primera, los precios de referencia se han fijado en el mar del Norte y no en Arabia Saud¨ª. La URSS ofrece partidas importantes a 27,5 d¨®lares el barril, mientras que algunos productores de la OPEP (como Nigeria e Ir¨¢n), agobiados por problemas de balanza de pagos, venden por la puerta trasera a precios inferiores a los pactados. Las posibilidades de desaparici¨®n del c¨¢rtel crean el serio riesgo de una carrera de precios a la baja que pudiera incluso llegar a desanimar las medidas de ahorro energ¨¦tico, la utilizaci¨®n de otras fuentes sustitutivas y el desarrollo de nuevos proyectos. De a?adidura, si la demanda mundial se disparase nuevamente, reaparecer¨ªa el peligro de nuevas escaseces y violentas distorsiones en el mercado. Incluso los economistas m¨¢s liberales se pronuncian por un mercado ordenado, con precios a la baja, pero con disciplina suficiente para evitar su derrumbamiento.
Para Espa?a, el descenso de los precios implicar¨¢ de forma inmediata una reducci¨®n de unos 1.000-1.500 millones de d¨®lares en la factura de importaci¨®n. Ese menor d¨¦ficit por cuenta corriente significar¨¢ unas menores necesidades de financiaci¨®n exterior y, en consecuencia, un alivio para la pol¨ªtica monetaria, que no precisar¨¢ de unos altos tipos de inter¨¦s interiores para sostener la peseta. Pero, sobre todo, la ca¨ªda del 16% en el precio del petr¨®leo importado representar¨¢ una aportaci¨®n neta del 1% al PIB espa?ol. Recordemos que durante los ¨²ltimos a?os la transferencia al exterior por el pago del petr¨®leo equival¨ªa al 6% del valor de nuestra producci¨®n interior bruta de bienes y servicios.
?Deber¨¢ traducirse el nuevo precio internacional del petr¨®leo en una reducci¨®n de los precios interiores de los derivados energ¨¦ticos? Es evidente que los consumidores se ver¨ªan altamente beneficiados si el descenso de la cotizaci¨®n de los crudos se trasladase ¨ªntegramente a los surtidores de gasolina o a las bombonas de butano. Ahora bien, es previsible que la Administraci¨®n se resista a esa medida por puras razones de fiscalidad, apoyadas en la necesidad de contener el d¨¦ficit p¨²blico. El Gobierno tendr¨¢ que elegir, as¨ª, pues, entre mantener los actuales precios de la gasolina y otros derivados energ¨¦ticos, repercutir todo el ahorro de las compras en la baja de los precios interiores o buscar f¨®rmulas intermedias. Cualquiera que sea la medida adoptada, es preciso que la Administraci¨®n suministre una informaci¨®n adecuada a los consumidores y exponga las razones de su decisi¨®n final en el marco de sus planteamientos generales de pol¨ªtica .econ¨®mica, gasto p¨²blico y presi¨®n impositiva. Si el Gobierno se inclinara por mantener o disminuir s¨®lo ligeramente los precios de la gasolina y los restantes derivados, a fin de incrementar los ingresos fiscales, ser¨ªa imperdonable que esa mayor capacidad recaudatoria no fuera aplicada a la reducci¨®n del d¨¦ficit. Por lo dem¨¢s, un gesto como la desaparici¨®n de. Campsa confirmar¨ªa los prop¨®sitos del presidente del Gobierno de recortar los gastos p¨²blicos innecesarios y permitir¨ªa que la competencia entre los refinadores deparara a los consumidores -como en otros pa¨ªses que, como Francia, no renuncian a disminuir la fiscalidad- ligeras reducciones en los precios de la gasolina. Cabe incluso suponer que los puestos p¨²blicos que fueran amortizados por la desaparici¨®n del monopolio quedar¨ªan compensados con la creaci¨®n de empleo en las nuevas estaciones de servicio que, una vez de saparecida la autorizaci¨®n burocr¨¢tica de Campsa, pudieran establecerse.
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