Ra¨²l , otra vez en en hule
Plaza de Los Ventas. 27 de marzo.Cuatro toros de Manuel ?Ivarez, con trap¨ªo, casta y algunos tambi¨¦n poder, dos devueltos por inv¨¢lidos. Quinto, de Campos Pe?a, terciado; sexto, de El Tom¨®n, bien presentado, manso; ambos flojos.
Manolo Cort¨¦s. Pinchazo hondo bajo, rueda de peones, otros dos pinchazos, m¨¢s rueda -aviso con retraso-, nuevo pinchazo y tres descabellos (pitos). Pinchazo bajo, otro hondo, estocada corta atravesada y dos descabellos (bronca). Media estocada ca¨ªda y seis descabellos (protestas). Ra¨²l S¨¢nchez. Estocada corta atravesada y dos descabellos (palmas, y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Cogido durante la faena, pasa a la enfermer¨ªa de donde ya no saldr¨¢, Pepe Luis Vargas. Cuatro pinchazos y descabello (palmas y salida al tercio). Dos pinchazos y descabello (ovaci¨®n). Parte facultativo. Ra¨²l S¨¢nchez sufre puntazo en brazo derecho, confusi¨®n en plexo bronquial y erosi¨®n en pierna derecha. Pron¨®stico reservado.
Donde tor¨¦e Ra¨²l S¨¢nchez ha de haber hule: es, su sino. All¨ª lo mand¨® el toro ayer, en Las Ventas. Era un toro peligroso, y eso, lo sab¨ªamos todos, desde Ra¨²l hasta la turista Mariona, mujer espantada por los violentos derrotes de la fiera sobre la castigada persona del talaverano, pasando, naturalmente, por la afici¨®n, que le gritaba "?m¨¢talo!"
No lo mataba Ra¨²l. Por el contrario, pretend¨ªa embeberlo en los vuelos escarlata de la franela, mientras el toro ten¨ªa contrario empe?o, que consist¨ªa en cogerle por donde fuera. Alguna vez consigui¨® Ra¨²l sus prop¨®sitos, y entre sustos cuajaba el redondo, con impecable temple y hondura; otra consigui¨® el toro los suyos, y enganch¨® a Ra¨²l por bajo el brazo, para tirarlo all¨¢, ruedo adelante. Cuando el recio diestr¨®, un caso extraordinario de valent¨ªa y honradez profesional, l¨ªquid¨¦ al toro de sentido, sonaron aplausos, mezclados con pitos de quienes no le toleraban que saliera a saludar. ?C¨®mo se puede pitar, a este torero, con semejante marrajo, que adem¨¢s le hab¨ªa mandado al hule?.
Un corrid¨¦n de toros envi¨® a Madrid el ganadero Manuel Alvarez-, por su irreprochable presencia e incluso poder, aunque casi todos fiejearon extrafiamente de patas. Muy de notar es el caso del segundo, precisamente el que cogi¨® a Ra¨²l, que c¨¢¨ªa de hinojos, o de atr¨¢s, lo cual no le impidi¨® voltear al caballo en el primer puyazo y zarandearlo sin la menor consideraci¨®n. Se trataba, con toda evidencia, de un toro tan poderoso como claudicante. Por su parte, el cuarto, un gal¨¢n cornal¨®n astifino de gran trap¨ªo, tom¨® tal racl¨¢n de puyazos, que si hubi¨¦ramos dispuesto de puyaz¨®metro, comprobar¨ªamos que esos solos superaban en intensidad a los de toda una feria; la de fallas, sin ir m¨¢s lejos. A despecho de los atroces desgarros c¨¢rnicos, profu?d¨®s como sima de espele¨®logo, el toro, que lo era de casta, embest¨ªa codicioso a los enga?os y a los enga?adores. En concreto al enga?ador Manolo Cort¨¦s lo dej¨® de un aire, y sin ¨¢nimos para torear. Pizcaba el de luces aleves trapaceos por la fosca cara del c¨¢rdeno, y en eso consisti¨® su faena.
El primero, seno ejemplar de bell¨ªsima estampa, armonioso de l¨ªneas y armado en proporci¨®n, result¨® bravo en todos los tercios. Toro para lucirlo, que en corrida-concurso habr¨ªa entusiasmado, hizo la pelea de varas embistiendo de largo y atacando al peto con entrega y fijeza absolutas. Para decepci¨®n del p¨²blico y poca fortuna de la divisa -que, por cierto, hac¨ªa su presentaci¨®n en Las Ventas- Manolo Cort¨¦s le administr¨® una lidia vulgar, lo mismo en el fundamental primer tercio como en el ¨²ltimo. Manolo Cort¨¦s aburri¨® a derechazos un toro de bandera, y ese va a ser su bal¨¢¨®n en Madrid.
El viento, otro enemigo
Quiz¨¢, adem¨¢s del toro, le molestaba el viento, que barr¨ªa la arena, flameaba capotes y muletas, constipaba a la afici¨®n. La gente del tendido se api?aba solidaria sobre el cemento, para ponerse al pairo, en tanto a la del ruedo la estremec¨ªan ga?afones de aire. Ya es sintom¨¢tico: anuncian corrida en Madrid, se enfr¨ªa el globo. Pues no hagan rogativas para acabar con la sequ¨ªa: den toros.
La blandura de remos que aquejaba a los pupilos de Manuel Alvarez tambi¨¦n fue manifiesta en el tercero, al que Pepe Luis Vargas instrument¨® unos torer¨ªsimos ayudados a dos manos que, naturalmente, jale¨® con entusiasmo el p¨²blico, regocijado por el renacimiento de un toreo cl¨¢sico que le priva. Esto es lo que gusta en Madrid, como gusta el arrojo, la entrega y el sentido de la responsabilidad con que compareci¨® Vargas ante la afici¨®n de "la primera plaza del mundo". La faena de muleta del ecijano no pudo tener una continuidad a tono con el estupendo principio de los ayudados, pues deb¨ªa sortear embestidas inciertas, a pesar de lo cual consigui¨® series de redondos de muy buen corte. Al sexto lo recibi¨® a porta gayola y el toro, que de salida era un tren, le pas¨® por encima. Luego el animal puso en evidencia su invalidez absoluta y lo devolvieron al corral.
Lo mismo ocurri¨® con el segundo, corrieron turno, y en quinto lugar se lidi¨® un terciado ejemplar de Campos Pe?a, inv¨¢lido y manejable, al que Cort¨¦s hizo otra faena ramplona. Con el sobrero de El Torre¨®n, manso, ¨¢spero e incierto, Vargas estuvo valent¨ªsimo. Decidido a torearle al natural, durante la esforzada, intentona llegamos a temer que tambi¨¦n se ir¨ªa al hule. Hubo suerte, vista y al toro -que no era una mona-, y Vargas abandon¨® el ruedo por su pie, entre pl¨¢cemes de una afici¨®n dura de natural que ha visto torero en el peque?o coletudo de ?cija.
Babelia
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