El utopismo de Marx
El centenario de Marx est¨¢ originando m¨²ltiples escritos y comentarios, algunos de los cuales son puras necedades que no merecen ser tomadas en consideraci¨®n. Como en el verso de Machado, muchos desconocedores enciclop¨¦dicos del pensamiento de Marx desprecian cuanto ignoran y les parece extra?o y asombroso que se preste una gran atenci¨®n a tal centenario. Pero en otros escritos se vierten afirmaciones desorientadoras, que s¨ª deben ser discutidas. Y este es el caso de la opini¨®n, bastante compartida, de que la obra de Marx supuso el paso de la utop¨ªa a la ciencia.Marx se propuso elaborar una ciencia de la sociedad, capaz de explicar las situaciones existentes y de permitir la formulaci¨®n de unas leyes que mostraran la evoluci¨®n de la econom¨ªa capitalista. En este sentido, Marx quiere sustituir el subjetivismo ut¨®pico de los socialistas anteriores por una visi¨®n objetiva, cient¨ªfica, del nuevo socialismo, y para ello lleva a cabo una ingente labor intelectual, a partir de la econom¨ªa pol¨ªtica inglesa y la filosof¨ªa alemana, pero tambi¨¦n a partir del socialismo que ¨¦l llamaba ut¨®pico. Un cierto fetichismo de la ciencia y la descalificaci¨®n de la utop¨ªa como forma precient¨ªfica del conocimiento de la sociedad llevaron a presentar las conclusiones obtenidas en el an¨¢lisis cient¨ªfico como verdades naturales del proceso social, al margen de los sue?os de reforma social que s¨¦ hab¨ªan dado en la historia humana. Un folleto de Engels, Del socialismo ut¨®pico al socialismo cient¨ªfico, contribuy¨® de una manera decisiva a la valoraci¨®n negativa de la utop¨ªa, situ¨¢ndola en una ¨¦poca arcaica del pensamiento de la sociedad, llamada a ser sustituida por los logros inapelables de la ciencia. Despu¨¦s, el an¨¢lisis inicial se transform¨® en dogma, la ciencia se volvi¨® verdad revelada y Marx fue presentado como el salvador que dio el salto de la utop¨ªa a la ciencia. Sin embargo, las cosas son de otro modo.
Toda la obra cient¨ªfica de Marx est¨¢ al servicio de un objetivo ut¨®pico: la liberaci¨®n del hombre. Marx, precisamente, introduce un giro copernicano en la filosof¨ªa occidental, expresado de forma paradigm¨¢tica en sus tesis sobre Feuerbach y, sobre todo, en la n¨²mero once: "Los fil¨®sofos no han hecho m¨¢s que interpretar el mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo". Ahora bien: toda esa transformaci¨®n, que supone la uni¨®n de la teor¨ªa y la pr¨¢ctica, se plantea en funci¨®n de una idea ut¨®pica del hombre y de la sociedad que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de su realizaci¨®n cotidiana. El hombre est¨¢ condicionado por las circunstancias de la producci¨®n y del trabajo y su conciencia viene determinada por las condiciones sociales. En el estadio del capitalismo, ¨¦stas generan la alienaci¨®n del trabajo, al hacer que las relaciones de producci¨®n den lugar a que el trabajo del hombre se sienta por ¨¦l como algo ajeno y extra?o. Y, por tanto, la acci¨®n b¨¢sica del hombre, el trabajo, reproduce una situaci¨®n insatisfactoria de la que se quiere huir.
Pero Marx piensa que esa acci¨®n alienada puede ser transformada a partir de una nueva funci¨®n del pensamiento. H?lderling se hab¨ªa preguntado: "Igual que el rayo surge de las nubes, ?surge del pensamiento, acaso, espiritual y madura la acci¨®n?". Marx tendr¨ªa que replicar negativamente si el conocimiento y el pensar continuaran movi¨¦ndose en el ¨¢mbito contemplativo, interpretativo, del mundo pasado, pues s¨®lo ¨¦ste es contemplable. Pero si de la interpretaci¨®n pasamos a la transformaci¨®n, de ese tipo de conocimiento puede y debe surgir una acci¨®n madura, que se orienta hacia el futuro mejor, hacia el mundo nuevo. Est¨¢ claro, en Marx, que ese futuro mejor es el reino de la libertad, que se dibuja m¨¢s all¨¢ de la frontera de la necesidad. Pero ?qu¨¦, es el reino de la libertad, m¨¢s que una formidable utop¨ªa?
Se puede vislumbrar un nuevo reino de la libertad porque en la historia pasada y presente el pensamiento acierte a descubrir las bases de un proyecto de futuro. Pero ello s¨®lo es posible a partir de la conciencia ut¨®pica. Ernst Bloch afirmaba que la conciencia ut¨®pica descubre la verdadera profundidad en las alturas, es decir, en las alturas de la conciencia m¨¢s n¨ªtida es donde alborean las ideas nuevas. Y as¨ª aparece la mentalidad ut¨®pica como algo que trasciende la realidad presente, la situaci¨®n dada. El pensamiento conservador tiende a ver y a presentar las utop¨ªas como sue?os irrealizables, y ello es cierto si no se altera el orden social existente en el cual surgen. Pero si el punto de partida es el de la transformaci¨®n del orden, entonces las utop¨ªas, como dec¨ªa Lamartine, "no son, con frecuencia, m¨¢s que verdades prematuras". Y as¨ª apareci¨® la idea de libertad como una utop¨ªa de la burgues¨ªa ascendente.
La libertad surge como una fuerza liberadora de las ataduras y los oscurantismos del orden feudal establecido. Se proyecta hacia adelante como una posibilidad de emancipaci¨®n del hombre, que se podr¨¢ realizar como libertad del pensamiento, de opini¨®n, de movimiento, de reuni¨®n, en suma, como libertad pol¨ªtica a conquistar. Es un sue?o ut¨®pico realizable en cuanto se transforme el orden social que lo impide. Y, precisamente, en esta potencialidad de realizaci¨®n reside, seg¨²n Karl Mannheim, la peculiaridad de la utop¨ªa frente a la mera ideolog¨ªa.
La mentalidad ut¨®pica est¨¢ en relaci¨®n con la satisfacci¨®n de los deseos, y ¨¦stos espolean la conciencia anticipadora. A veces, m¨¢s all¨¢ de la experiencia terrena, generando esperanzas religiosas que compensen la sordidez del m¨¢s ac¨¢. Y es asi como la antropolog¨ªa de Feuerbach ve¨ªa en los dioses los deseos del coraz¨®n transformados en seres reales. Cuando esa mentalidad ut¨®pica se proyecta hacia un futuro de tipo religioso desde las capas oprimidas de la sociedad, origina una utop¨ªa milenarista y revolucionaria, como la protagonizada por las doctrinas de Joaqu¨ªn de Fiore y Thomas M¨¹nzer, que entronca con la utop¨ªa anarquista revolucionaria.
Marx est¨¢ en contra de este tipo de utop¨ªa religiosa -revolucionaria- est¨¢tica, que se mueve por impulsos desorganizados, y que podemos simbolizar en su cr¨ªtica y oposici¨®n a Bakunin. Pero no es menos cierto que trata de organizar su propia acci¨®n revolucionaria desde los supuestos de una nueva utop¨ªa de la liberaci¨®n, capaz de retomar el impulso de la utop¨ªa de la libertad burguesa y lanzarla de nuevo con la esperanza de verla florecer m¨¢s all¨¢ de la necesidad y el trabajo alienado. El llamado materialismo de Marx, que implica una naturalizaci¨®n del hombre y una humanizaci¨®n de la naturaleza, constituye un sistema de pensamiento donde, a la postre, la realidad econ¨®mica se explica desde una complicada red de estructuras mentales. Pero, adem¨¢s, todo el an¨¢lisis cient¨ªfico-estructural est¨¢ pensado para crear las condiciones transformadoras que lleven al reino de la libertad. Y ello no s¨®lo es cierto en los escritos de juventud de Marx -el supuesto Marx lleno de ch¨¢chara hegeliana, como algunos dicen-, sino tambi¨¦n en el Marx de El capital. La vana pretensi¨®n de los estructuralistas althusserianos de convertir la construcci¨®n cient¨ªfica y pol¨ªtica de Marx en algo que deja al hombre como si fuese una marioneta puesta.en danza por las estructuras, s¨®lo puede conducir a la justificaci¨®n pr¨¢ctica de una realidad donde el terror y la burocracia, la nomenclatura y el Gulag, han sustituido al sue?o ut¨®pico de la libertad.
Es cierto que Marx ha alcanzado su gran influencia gracias a la Revoluci¨®n de Octubre y a la Rusia sovi¨¦tica, y la Rusia sovi¨¦tica es la negaci¨®n de la utop¨ªa de la libertad en nombre de la construcci¨®n cient¨ªfica del socialismo. Pero, al final, a pesar de las teolog¨ªas, los dogmas y las estructuras cient¨ªficas, el Marx que va a sobrevivir en la historia es el Marx ut¨®pico que busca el reino de la libertad y la humanizaci¨®n del hombre y su trabajo, y no el Marx de la teor¨ªa de la pauperizaci¨®n creciente o de la dictadura del proletariado.
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