'No bombardeen Buenos Aires'
La frustraci¨®n de la derrota militar ha aumentado la desmoralizaci¨®n de la sociedad argentina
Las escasas oportunidades de votar que tienen los argentinos provocan que en cada comicio se acerquen a las urnas una o hasta dos generaciones cuyo voto siempre es imprevisible. Y no pocos de esos j¨®venes y nuevos electores van a votar en octubre por Charly Garc¨ªa, ¨ªdolo del rock, parejo en sus nobles intenciones a nuestro Miguel R¨ªos, exponente de una juventud desencantada que se siente mentida por sus dirigentes. Y los miles de muchachos y muchachas que le escuchan levantan en uve el ¨ªndice y el anular cuando comienza a cantar No bombardeen Buenos Aires, pero no en el s¨ªmbolo de la victoria sino en el de la paz; hagan la guerra si quieren, pero lejos de aqu¨ª.La frustraci¨®n por la derrota militar de hace un a?o no ha originado exactamente una corriente de opini¨®n pacifista sino que ha sumado un guarismo m¨¢s a la desmoralizaci¨®n de una sociedad que se siente profundamente traicionada. La Junta Militar enga?¨® al pa¨ªs hasta el mismo d¨ªa de la rendici¨®n de Puerto Argentino, y los ciudadanos pasaron en 24 horas, sin transici¨®n, de creer que estaban ganando la guerra a ver la foto del general Men¨¦ndez rindi¨¦ndose a Jeremy Moore. Y posteriormente nuevos desaparecidos -los de la guerra- vinieron a engordar el clima espectral que por gracia de su administraci¨®n militar padece este pa¨ªs: 30.000 personas desaparecieron con vida durante la guerra sucia antisubversiva, casi 400 muchachos desaparecieron en el hundimiento del General Belgrano, algo m¨¢s de un millar no regresaron de las Malvinas y s¨®lo 200 cad¨¢veres reposan en un cementerio aparejado por los brit¨¢nicos ante la negativa del Ej¨¦rcito argentino a repatriar sus cuerpos.
Como en una enso?aci¨®n de Juan Rulfo en Pedro P¨¢ramo, aqu¨ª los muertos -o desaparecidos- adquieren una dimensi¨®n obsesiva y psic¨®tica. Son miles las familias que desde el 76 ac¨¢, por una u otra raz¨®n, tienen deudos, amigos, novios, que... desaparecieron.
La derrota, al menos, sirvi¨® para destruir pol¨ªticamente a la Junta Militar, apear al pa¨ªs de sus ilusiones de gran potencia -los Estados Unidos de Am¨¦rica del Sur- y descubrir el car¨¢cter intr¨ªnsecamente perverso, en una sociedad culta como ¨¦sta, de la escuela militar argentina, elaborada en el esp¨ªritu prusiano.
Incompetencia
Los "chicos de la guerra" licenciados y en el paro, muchos heridos y mutilados revelan ahora c¨®mo en Malvinas se les sustrajeron alimentos y ropas y c¨®mo sus superiores castigaban sus faltas estaque¨¢ndolos al terreno (la vieja venganza gaucha de atar a un hombre al suelo, a cuatro estacas, en la cruz de San Andr¨¦s; algunos murieron de fr¨ªo amarrados sobre el fango helado de las islas). La incompetencia pol¨ªtica y militar qued¨® tambi¨¦n de manifiesto, y hasta Galtieri (que ayer rompi¨® su silencio en declaraciones al diario Clar¨ªn) aduce ahora que tambi¨¦n ¨¦l se sorprendi¨® ante la rendici¨®n de Men¨¦ndez -"aunque me daba cuenta de que cada d¨ªa que pasaba se hund¨ªa cinco cent¨ªmetros"-.
Galtieri recuerda que ¨¦l era "el ni?o mimado de los americanos" y ha necesitado un a?o de reflexi¨®n para entender que Estados Unidos no iba a deteriorar su relaci¨®n con Gran Breta?a para ayudar a Argentina, y descarga responsabilidades en su propio pueblo afirmando que el arreglo de Haig no fue posible -la soluci¨®n de las tres banderas: brit¨¢nica, argentina y de Naciones Unidas- porque los argentinos, enfervorizados por la recuperaci¨®n, no lo hubieran aceptado; cuando fue ¨¦l y su corte quienes encendieron los ¨¢nimos.
Porque la realidad es que aunque el pueblo est¨¦ cansado y desenga?ado y no sea ¨¦sta exactamente una sociedad belicista, el argentino siente en su coraz¨®n la reivindicaci¨®n de las lejanas Malvinas con una fuerza insospechada para el espa?ol que m¨¢s lamente la presencia brit¨¢nica en Gibraltar. Es un sentimiento sincero y extendido que tiene mucho que ver con la necesidad imperiosa de identificarse como naci¨®n; a principios de siglo, Argentina triplic¨® su poblaci¨®n en s¨®lo 20 a?os: galeses, irlandeses, alemanes, italianos, jud¨ªos de la di¨¢spora, turcos, sirios arribaron a esta tierra en forma masiva, huyendo de las guerras europeas y la descomposici¨®n balc¨¢nica. Y las Malvinas es el nexo que finalmente les une, en el instintivo entendimiento hegeliano -aunque no hayan le¨ªdo a Hegel- de que un Estado lo es cuando los dem¨¢s lo tienen por tal. Por eso la derrota fue doblemente dolorosa.
?Cu¨¢l es el horizonte? La guerra ha alejado la recuperaci¨®n de las islas y ha empeorado el panorama diplom¨¢tico. Ahora existe en Malvinas una base militar potente que EE UU observa con codicia. No se van a repetir acciones de fuerza, pese a lo que estime la prensa brit¨¢nica sensacionalista, y aqu¨ª se empieza a pensar que si los dineros invertidos en tan est¨¦ril guerra se hubieran empleado en el desarrollo econ¨®mico de la Patagon¨ªa, los kelpers (habitantes de Malvinas) ya estar¨ªan pensando en su asociaci¨®n con Argentina.
Por lo dem¨¢s, se cuestiona el sagrado presupuesto militar, y reclutas y padres de conscriptos recueridan ahora que en los cuarteles se inculcaba el odio a Chile y se entrenaba a la tropa para disolver manifestaciones. La diplomacia escora hacia el Tercer Mundo -del que antes abominaban los argentinos- y se cavila sobre el hecho de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica es el primer cliente de Argentina -y un aliado en la guerra- y Estados Unidos el principal acreedor de la deuda externa (y el traidor de la pel¨ªcula).
El aniversario -que se celebrar¨¢ ma?ana para no hacerlo coincidir con el ¨¦xodo de Semana Santa- se adivina depresivo: actos castrenses, imposici¨®n de medallas, prohibici¨®n de actos a los "chicos de la guerra", ninguna manifestaci¨®n, ning¨²n gran discurso. La gente, joven o no, est¨¢ por otra cosa: porque los militares regresen a sus cuarteles, porque se celebren las elecciones, porque se detenga el derrumbamiento de la econom¨ªa y porque "no bombardeen Buenos Aires", como canta Charly Garc¨ªa.
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