Otro presidente que no se entera
El presidente de ayer en Las Ventas, comisario Garc¨ªa Mor¨¢n, es el m¨¢s nuevo del equipo, pero se parece a la mayor parte de sus colegas en que no se entera de nada. Le ponen delante un novillo inv¨¢lido y le importa lo mismo que si fuera el jaquet¨®n pujante y brav¨ªo.Lamentable eqpect¨¢culo, indigno no ya de la fiesta sino de la m¨¢s rudimentaria norma, fue aqu¨¦l del novillo lisiado que rodaba por la arena, a veces utilizaba los pitones como apoyo para no deslomarse, y entre traspi¨¦s y batacazo lo somet¨ªan a la tortura de la puya, ante la que tambi¨¦n se derrumbaba, ?faltar¨ªa m¨¢s! y ca¨ªa a los pies de los caballos, hecho un ovillo, una mole sanguinolenta e indefensa.
Y entretanto, el del palco, como queda dicho, sin enterarse de nada, o le daba igual; y los toreros, anonadados; y la afici¨®n, herida en lo m¨¢s profundo de su ideolog¨ªa t¨¢urica, dispuesta a lanzarse al vac¨ªo, los de la andanada, pues para qu¨¦ vivir en semejante ignominia; y el p¨²blico, tirando de repertorio para vocear dichos, latiguillos y consejas, desde ?Chorizooos! a ?Pa cuenta puya, poneli una endici¨®n!
Plaza de Las Ventas
4 de abril.Novillos de Francisco Rubio, bien presentados y con casta, inv¨¢lidos. Fernando Galindo. Palmas en los dos. Juli¨¢n Maestro. Silencio en los dos; Cesterito. Silencio. Aviso y silencio.
Con toros as¨ª y presidentes as¨¢, la fiesta se hunde, el cemento de las plazas se clarea, el p¨²blico huye a otros pagos, o aunque sea una hu¨ªda hacia dentro, es decir, hacia casita, al abrigo de los fr¨ªos, que ayer eran agudos en Las Ventas. Ya ha corrido la voz de que en este asolerado coso, lo mismo que en otros menos linajudios, hay epidemia de toros inv¨¢lidos y de presidentes que no se enteran de nada, lo cual indica que no hay remedio, porque s¨®lo la autoridad del palco puede corregir el fraude del toro in¨²til, simplemente devolvi¨¦ndolo al corral.
Da la sensaci¨®n, sin embargo, de que los intereses de la empresa est¨¢n por encima de los del p¨²blico y de la fiesta, y ya se puede la gente desga?itar, que los inv¨¢lidos se lidian, uno tras otro, aunque sea atropellando la raz¨®n. Los seis de ayer salieron cojos, cuando no derrengados. Ninguno de los seis era, en este sentido, apto para la lidia. Y sin embargo todos fueron picados, banderilleados y muertos a estoque, para general verg¨¹enza de quienes asistimos a su holocausto.
En estas condiciones, la novillada result¨® sopor¨ªfera, y ¨²nicamente al final hubo emoci¨®n, no por otro motivo que por el entusiasmo que pone Curro Alvarez en sus intervenciones -ese pe¨®n que se excede en cuanto hace, hasta cuando corre por el callej¨®n-, el cual prendi¨® con m¨¦rito, dando ventajas al novillo, dos comprometidos pares de banderillas.
El resto fue de de una vulgaridad apabullante, aun a despecho de los m¨¦ritos que pudieron aportar los espadas. Fernando Galindo, que posee oficio e indudablemente vocaci¨®n, se arrim¨®, instrument¨® muletazos correctos, pero le falt¨® un m¨ªnimo toque art¨ªstico, podr¨ªamos decir sentimiento, o aquello que los taurinos llaman "gustarse", para que sus faenas tuvieran categor¨ªa. Soltura, imaginaci¨®n, duende -?hemos dicho algo?- necesita este novillero con tablas, cuya t¨¦cnica es de ley. Y sus compa?eros, a¨²n m¨¢s.
Por ejemplo Cesterito necesita todo eso, y adem¨¢s sentido de la medida. Un torero deber¨ªa comprender que la paciencia del p¨²blico no es infinita y que no permanece en el tendido solamente para que el espada de turno pegue todos los derechazos y todos los naturales que se le ocurran, m¨¢s a¨²n si hace un fr¨ªo que pela, como ayer. Cesterito, coletudo voluntarioso y valiente, le di¨® varas docenas de esos pases al segundo de la tarde y varios cientos al sexto. Curro Alvarez le animaba desde el burladero, gritando: "?P¨®nsela, p¨®nsela!. Imaginamos que se refer¨ªa a la muleta y el consejo nos parec¨ªa razonable pues, poni¨¦ndosela (delante, al toro, naturalmente) es como se puede torear. Sin embargo, al pase cien, y ante la sospecha de que aquella faena no iba a terminar nunca, rez¨¢bamos para que Curro Alvarez gritara "?No se la pongas, no se la pongas!". Debi¨® hacerlo, por el bien de todos.
Finalmente, Juli¨¢n Maestro a¨²n necesita m¨¢s que sus compa?eros, pues se le vio inmaduro y desconfiado, y quiz¨¢ ni se enter¨® de que su segundo novillo ten¨ªa faena. A lo mejor es que le hab¨ªa contagiado el de arriba.
Babelia
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