Secuestro de los medios de comunicaci¨®n
Los a?os ochenta, y con m¨¢s generalidad el tr¨¢nsito al siglo X XI, se sit¨²an bajo el signo de la comunicaci¨®n. 1982 ha representado una confirmaci¨®n importante de esta perspectiva. La electr¨®nica como vector principal de la actividad industrial de la ¨²ltima y de las pr¨®ximas d¨¦cadas, la inminente y general informatizaci¨®n de la mayor¨ªa de los procesos econ¨®micos y sociales y la invasi¨®n de la sociedad por la imagen constituyen a la comunicaci¨®n en encrucijada capital de tres dimensiones hoy dominantes: la inform¨¢tica, la teletransmisiva y la audiovisual. Esta tr¨ªada, cuyos elementos, aunque conserven zonas importantes de reiteraci¨®n y de autonom¨ªa, est¨¢n sometidos a un despliegue de perfeccionamientos novadores y de integraci¨®n sist¨¦mica cada d¨ªa m¨¢s intensos y completos, es fundamental para comprender el futuro que est¨¢ pisando nuestro presente, la vida social que se nos viene encima.Pero entend¨¢monos. La comunicaci¨®n no puede contraerse, ni se contrae hoy, a la eventual expansi¨®n de las veladas ante el televisor -la televisi¨®n matatiempo- ni al crecimiento de la informaci¨®n pol¨ªtica de car¨¢cter radiof¨®nico o audiovisual. Al contrario, estamos asistiendo al cansancio que comienza a producir la pasiva inmovilidad frente a la peque?a pantalla. Pero lo interesante es que la disminuci¨®n, en tiempo real, de la audiencia televisiva en los pa¨ªses m¨¢s avanzados es simult¨¢nea de una imparable penetraci¨®n de la comunicaci¨®n multimedi¨¢tica en todos los grandes espacios sociales Y en sus ¨¢reas de actividad. Dentro del ¨¢mbito privado, las nuevas tecnolog¨ªas multiplican la capacidad comunicat¨ªva en el ¨¢rea familiar, educativa, profesional, de tiempo libre, etc¨¦tera; dentro del ¨¢mbito p¨²blico potencian las posibilidades de comunicaci¨®n ciudadana en la vida asociativa, institucional, pol¨ªtica, etc¨¦tera.
En la escuela, en la f¨¢brica, en el laboratorio, en la empresa, en la Universidad, el mini y el microordenador, la televisi¨®n interior, por cable, radiodifundida, el v¨ªdeo y el magnetoscopio son ya pr¨¢ctica cotidiana. S¨®lo, y muy brevemente, un ejemplo, el de la ense?anza, tomando como base la monografia publicada por La Documentation Frangaise -Problemes audiovisuels, n? 9, Par¨ªs, octubre 1982-Desde 1952, la RTS (Radiotelevisi¨®n Escolar) tiene en la estructura educativa francesa una presencia cada vez mayor. En Italia, la Telescuola inicia sus actividades en 1961 y, 20 a?os despu¨¦s -en 1981 -, difunde 1.299 emisiones, cuyo objetivo es contribuir a la formaci¨®n escolar y de los adultos, de las cuales 156 se dedican a guarder¨ªas infantiles; 142, a la ense?anza general b¨¢sica; en 190 se abordan problemas de la ¨¦poca actual para estudiantes de BUP, y 223 se destinan espec¨ªficamente a la formaci¨®n profesional. La televisi¨®n educativa en el Reino Unido tiene una extraordinaria capacidad expansiva. La BBC, en 1981, se acerca a las 423 horas anuales de emisiones educativas, utilizadas en el 93% de las escuelas primarias y en el 87% de los centros de ense?anza secundaria. La IVA, en 1980, superaba las 15 horas de difusi¨®n escolar semanales.
Comunicaci¨®n de vac¨ªo
Pero es sobre todo en los pa¨ªses en desarrollo donde el sistema audiovisual se impone de forma arrolladora como instrumento pedag¨®gico. Las experiencias en Samoa, en la Rep¨²blica del N¨ªger y, de forma especial, el impacto producido por el Satellite Instructional Television Experiment (SITE) en la India parecen conceder carta definitiva de ciudadan¨ªa educativa a las nuevas tecnolog¨ªas. En cuanto a la funci¨®n del ordenador en la pr¨¢ctica actual de la ense?anza, la presentaci¨®n que acaba de hacer Edigio Pentiraro -director del departamento electr¨®nico de la Editorial Mondadori- en su Ascuola con el computer -Laterza, 1983- es concluyente: inform¨¢tica y aprendizaje ser¨¢n ma?ana, son ya casi hoy, absolutamente inseparables.
Ahora bien, la flexibilizaci¨®n electr¨®nica, el ensanchamiento interactivo que los nuevos medios parecen inaugurar, no deben hacernos olvidar la tendencia a la integraci¨®n y la concentraci¨®n productivas que tambi¨¦n conllevan. Pues, como nos hacen ver Serge Proulx y sus compa?eros de reflexi¨®n - Vie quotidienne et usagespossibles des medias dans l'avenir-, las rotundas equivalencias de Toffier o de Masuda, entre nuevas tecnolog¨ªas y progreso econ¨®mico y moral, no pasan de ser piadosos deseos. El gulag automatizado sigue siendo uno de los destinos posibles de la utop¨ªa telem¨¢tica.
El profesional es el que sabe
Hoy sabemos que la multiplicidad tecnol¨®gica y modal del comunicar no s¨®lo no garantiza que se detenga "la d¨¦perdition du langage", frente a la que nos presentan ya los Tristes tr¨®picos, de Levi-Strauss, en 1957, sino que con frecuencia se traduce en una multiplicada comunicaci¨®n del vac¨ªo. Sabemos la necesidad de neutralizar la voluntad de control de los Gobiernos y la vocaci¨®n de lucro y de manipiulaci¨®n de los propietarios de los medios. Pero sabemos m¨¢s, pues hemos tropezado con otras bardas que engrillan el flujo y el acceso a datos e informaciones, y que es urgente desmontar. Por una parte, la ideolog¨ªa de la profesionalidad, en la que se chera el corporativismo tecnocr¨¢tico de los comunicadores (periodistas y t¨¦cnicos) y, por otra, la inapelable invocaci¨®n al p¨²blico de las encuestas como ¨²ltima ratio democr¨¢tica.
Asistimos asentientes -quien calla, otorga- al secuestro de la palabra y de la imagen por los profesionales de la informaci¨®n/ comunicaci¨®n, que, a la par que nos hacen c¨®mplices de sus simplificaciones y de su espectacularidad, quieren ocupar con exclusividad el espacio reservado a nuestra acci¨®n. La pericia, entendida difusamente como un h¨ªbrido de arte y oficio, que pretenden que s¨®lo es transmisible por los profesionalmente ungidos -y de aqu¨ª la impugnaci¨®n de cualquier proceso de aprendizaje, escuela o facultad universitaria, que escape a su control- se utiliza como arma arrojadiza frente al intruso y el know-how, sin dejar de ser un c¨®mo saberhacer se convierte al mismo tiempo y, sobre todo, en un qu¨¦ saber hacer. El profesional es el que sabe, y todos los dem¨¢s (Estado, empresas, ciudadanos) tienen que dejar de ser obst¨¢culo, tienen que dejarle hacer su hacer, ponerse en sus manos. ?l, s¨®lo ante la informaci¨®n -como el sheriff en su calle y el torero en su coso-, puede hacer que comuniquemos con lalsu realidad (?c¨®mo sorprendernos despu¨¦s de que el gran protagonista social de nuestra estereof¨®nica so ciedad sea el comunicador? ?Lo ¨²nico sorprendente es que no haya otros m¨¢s Walter Conkrito como jefes de Gobierno!). La autolegitimaci¨®n circular de esta ideolog¨ªa ?legitima toda intervenci¨®n no institucionalizada prof¨¦sionalmente. Al no profesional s¨®lo le cabe ser consumido en silencio. Su eventual interferencia est¨¢ prevista, pautada: las cartas al director y las llamadas telef¨®nicas al programa la filtran y amaestran.
El p¨²blico-ficci¨®n de las encuestas es la coartada permanente de intereses y manejos. Los ¨ªndices de audiencia que lo expresan se esgrimen como expresi¨®n sacralizada de la voluntad popular comunicativamente expuesta. La indiferenciaci¨®n y la descontextualizaci ¨®n que ese concepto de audiencia supone, al generalizar al destinatario, lo desposee, no s¨®lo de cualquier dimensi¨®n de realidad, sino de toda capacidad de uso y de recepci¨®n espec¨ªficas, incluida su condici¨®n de consumidor. Es decir, ¨¦ste deja de ser un consumidor aut¨®nomo y adquiere naturaleza heter¨®noma, convirti¨¦ndose en un consumidor para ser copsumido. O sea, un consumidor que los otros -Estado, propietarios y profesionales de los medios, empresas de publicidad, el mercado- consumen, no un consumidor que consume por y para s¨ª. En comunicaci¨®n, aun en la m¨¢s verticalizada, no hay p¨²blico, sino, en el peor de los casos, personas que son consideradas como formando p¨²blicos. Esa designaci¨®n en singular, generalizadora y 'univers aliz ante, s¨®lo tiene sentido para los vendedores de lo p¨²blico, para los que comercian en publicidad mediante la venta de audiencias, o, para decirlo con palabras de su primer y m¨¢s expl¨ªcito formulador, Dallas Sinythe (Communications: blindspot of western marxism), para los negociantes en mercanc¨ªa-audiencia.
No basta, sin embargo, con descalificar al p¨²blico-ficci¨®n y sustituirlo por la realidad m¨²ltiple y diversa de los usuarios de la comunicaci¨®n. Es necesario cambiar su impuesto destino de pasividad y consumo, haci¨¦ndolos coautores de la oferta comunicativa y actores de la pr¨¢ctica de su consumo. La apuesta de las nuevas tecnolog¨ªas pasa por resituar al profesional de la comunicaci¨®n (audiovisual, electr¨®nica, textual) en su funci¨®n de mediador de modos, no de contenidos, y por insertar directamente al ciudadano en el proceso comunicativo. S¨®lo as¨ª podr¨¢ ¨¦ste adquirir su plena dimensi¨®n y hacer posible el tr¨¢nsito desde el estadio infantil de la sociedad massmedi¨¢tica a la edad adulta de la comunicaci¨®n interactiva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.