El palimpsesto de 'Bearn'
El reciente estreno de la pel¨ªcula Bearn ha dado ocasi¨®n a diversas pol¨¦micas sobre el proceso de escritura de la novela en que se basa el filme de Jaime Ch¨¢varri. En este art¨ªculo se contribuye a esclarecer ese proceso.
A principios de 1980, con ocasi¨®n de una visita a la universidad balear en Palma de Mallorca, me acerqu¨¦ por pura curiosidad, un d¨ªa al atardecer, al domicilio del entonces ya enclaustrado Lorenzo Villalonga. Llegu¨¦ a la casa en la, calle del Estudi General, dej¨¦ a mi izquierda, en el patio, la arquitectura desordenada y quieta del gimnasio de don Lorenzo, y sub¨ª la noble escalera de piedra que conduc¨ªa a la puerta de acceso a la vivienda. Llam¨¦ y luego acudi¨® una deliciosa mujer que tuvo a bien llevar a las manos de don Lorenzo mi tarjeta de visita, acompa?ada de una breve carta de presentaci¨®n de un notable amigo catal¨¢n del escritor, que tambi¨¦n lo era m¨ªo.Tras unos momentos de espera fui conducido a un aposento reposado, dominado por un mundo de detalles: visillos de encaje, mu?ecas de p¨¢lida porcelana, campanas de cristal cubriendo ins¨®litas arborescencias, relojes de pared y, de mesa detenidos, espejos de inescrutable memoria, sillas de estilo isabelino, una c¨®moda labrada con marqueter¨ªa y otras cosas que mi impresi¨®n instant¨¢nea no retuvo. Villalonga yac¨ªa en la cama aquejado de la dolencia que pronto iba a vencerle. Con gesto austero, pero muy cort¨¦s, insisti¨® en que me sentara muy cerca suyo. No entend¨ª tal gesto de confianza en una persona que apenas me conoc¨ªa, pero no tard¨¦ en comprender el secreto de sus intenciones.
Le cont¨¦ acerca de nuestros amigos comunes en Barcelona; se interes¨® por la labor de Joan Coromines; quiso saber mi opini¨®n acerca de la pol¨ªtica cultural del Gobierno catal¨¢n. Cuando, en la medida de la gran reserva del escritor mallorqu¨ªn, hubimos intimado un poco, don Lorenzo me pidi¨® que me aproximar¨¢ m¨¢s todav¨ªa. Acerqu¨¦ cuanto pude mi o¨ªdo a sus labios, y el venerable anciano, con voz cansada y tr¨¦mula que desaparec¨ªa a veces entre los pliegues de su memoria rec¨®ndida para emerger de nuevo a la Iuz opalina de aquel atardecer , me asombr¨® con una historia apasionante. "Se trata de la g¨¦nesis de Bearn", dijo al empezar su narraci¨®n. "Es algo que he conservado en secreto treinta a?os; pero crie¨® llegado el momento de contarle a alguien el verdadero origen de mi novela".
Y habl¨® el escritor.
Paseando una ma?ana de verano de 1945 por la catedral de Palma, Villalonga fue a detenerse, en la capilla del Corpus Christi, ante el retablo barroco del maestro Blanquer, no porque tal estilo del arte europeo le sedujera -dijo el escritor-, sino porque "se apren de mucho ante una obra barroca, acerca de todo lo superfluo en la mec¨¢nica de una composici¨®n". All¨ª fue a detenerse tambi¨¦n, aun que por razones opuestas, el rabino Samuel Ben Meir, profesor de Ienguas sem¨ªticas en Oxford, que pasaba unas semanas en la capital mallorquina, a la b¨²squeda de una ,versi¨®n ¨¢rabe de la Vida coet¨¢nea, de Ram¨®n Llull, convencido de que en esta lengua deb¨ªa existir una versi¨®n de la vida del beato anterior a la versi¨®n latina documentada por Rubi¨® y por Batllori, y a la catalana que suponen origi nal los sabios Longpr¨¦ y Pasqual.
El arte barroco y esta pasi¨®n por la filolog¨ªa hizo que Villalonga y Ben Meir, a pesar de sus credos respectivos, trabaran con plena liberalidad de esp¨ªritu una buena amistad. Durante seis semanas de 1945, Vifialonga pase¨® diariamente con el rabino. "Para amenizar nuestras caminatas, y siendo as¨ª que el rabino se interes¨® por la idiosincrasia de la nobleza ind¨ªgena, se me ocurri¨® urdir una historia mallorquina, que fui narrando cap¨ªtulo a cap¨ªtulo a mi buen amigo. Yo invent¨¦ el personaje de don Toni, pero ¨¦l bautiz¨® a su sobrina con el nombre hebreo de Xima, que significa la que escucha, dijo". A?os m¨¢s tarde, en 1953, Villalonga tuvo noticia del inveros¨ªmil recorrido de su narracion.
El rabino, interesado en fijar todo lo que Villalonga le relataba con tanta habilidad, transcrib¨ªa fielmente cada noche gracias a su memoria portentosa, y en lengua hebrea, el fragmento de narraci¨®n de aquella tarde. Us¨® para ello unos cuadernos en octavo con cubiertas de hule, en las que tambi¨¦n Cifraba sus pesquisas lulianas, que fueron por cierto infructuosas.
De regreso a su c¨¢tedra de Oxford, el rabino mostr¨® el manuscrito en cuesti¨®n a su colega escoc¨¦s el ilustre antrop¨®logo John Macpherson, autor de una famosa biograf¨ªa sobre fray Jun¨ªpero Serra, que mostr¨® un entusiasmo tan grande por esta narraci¨®n que se propuso verterla sin demora al ingl¨¦s, cosa que hizo. Aprovech¨® la espaciosa escritura premasor¨¦tica de Ben Meir para intercalar entre las l¨ªneas, las palabras y hasta las consonantes hebreas una traducci¨®n inglesa de la original narraci¨®n de Villalonga.
En octubre de 1947, Macpherson viaj¨® a Par¨ªs con. motivo de un congreso sobre ling¨¹¨ªstica y antropolog¨ªa, y se llev¨® consigo los cuadernos con la doble versi¨®n, hebrea e inglesa, de la narraci¨®n de Bearn. Pero quiso la fortuna que la humedad de la ciudad del Sena le jugara una mala pasada al manuscrito: Macpherson observ¨® con asombro y gran preocupaci¨®n que la doble escritura empezaba a borrarse. Recurri¨® sin tardanza a sus colegas de la Sorbona y un amigo suyo especialista en Escoto Er¨ªgena -cuyo nombre omito por ser hoy personaje p¨²blico en Francia-, atendiendo a la calidad del relato original, tuvo abien escribir encima de las antiguas escrituras, entonces ya dificilmente legibles, una versi¨®n francesa.
Pero eso no fue todo. Helena de Castro, la mujer del franc¨¦s, una espa?ola exiliada en 1939 y gran pol¨ªglota, traductora al gallego de la voluminosa De occulta philosophia, del cabalista Agripa de Nettesheim -que, seg¨²n he comprobado, no ha hallado editor hasta la fecha-, siendo as¨ª que padec¨ªa de insomnio, decidi¨® multiplicar por las noches el esfuerzo diurno del marido, e incorpor¨® a tal entresijo de escrituras dos nuevas versiones, en lengua castellana y catalana, de las aventuras de don Toni. "Quer¨ªan asegurar por todos los medios la superviviencia de mi historia", dijo Villalonga.
Curiosidades de un librero
Hizo la casualidad que, en 1953, un oscuro capell¨¢n de los cen¨¢culos literarios de Palma, llamado Joan Mayol, hallara entre las curiosidades de un librero de la calle Dauphine, en Par¨ªs, los famosos cuadernos en octavo con cubiertas de hule. Enorme fu¨¦l su sorpresa al reconocer, en medio de semejante Babel, la narraci¨®n sin¨®ptica que, Villalonga le hab¨ªa contado en tiempos de la visita del rabino a Palma, una noche de verano de 1945. Compr¨® al librero por una razonable cantidad aquella amalgama de manuscritos, unos m¨¢s visibles y otros ya cas¨ªperdidos en el grueso de las p¨¢ginas, y el 15 de marzo de 1953 -fecha que don Lorenzo recordaba escrupulosamente-, al regresar a su ciudad, los deposit¨® en las manos del escritor mallorqu¨ªn.
Muy grande fue la sorpresa de don Lorenzo al hallarse ante la obra que su ingenio verbal dictara al rabino Ben Meir all¨¢ por 1945, pero mayor fue todav¨ªa su asombro al hallar, en una de las guardas de un cuaderno, una inscripci¨®n en cinco lenguas que dec¨ªa en una de ellas: "Bearn, o la sala de les nines, novela original de Lloreng Vilallonga (sic), de Ciutat de Mallorca". La inscripci¨®n se completaba con una breve rese?a de los avatares de tan complejo palimpsesto y de sus protagonistas respectivos.
El resto puede imaginarlo el lector. Villalonga someti¨® estos cuademos a un riguroso estudio filol¨®gico, en el que no falt¨® la utilizaci¨®n de los rayos X, y empez¨® la ardua labor de descifrar y recomponer su propia historia, tarea en la que sus amigos Baltasar Porcel, Aina Moll y Jaume Vidal Alcover, como, es sabido, le prestaron una ayuda inestimable.
La primera versi¨®n que lograron reconstruir fue la castellana -pues era tambi¨¦n una de las m¨¢s recientes-, y as¨ª la dio el autor a la imprenta en 1956. Tras enormes dificultades, qued¨® luego cifrada, en 1961, la versi¨®n catalana y en seguida fue tambi¨¦n ella a galeras. Las otras escrituras fueron apareciendo lentamente, y mucho colaboraron a, ello, seg¨²n el autor, las inmejorables condiciones clirnato l¨®gicas de Mallorca, el buen hado y la tenacidad m¨¢s grande. La versi¨®n francesa vio la luz en 1968, y la inglesa, en 1976, pero reconstruir la primera versi¨®n escrita de Bearn, es decir, la hebrea, result¨® de una insuperable dificultad, que hizo mayor todav¨ªa el hecho de que Ben Meir omiti¨®, como dijimos, el uso de las vocales.
"?Qu¨¦ paradoja!", dijo don Lorenzo con voz apagada y temblorosa, Verba manent, scripta volant. Y a?adi¨® que para hacer m¨¢s rotunda todav¨ªa su indiscutible autoridad como inventor oral de Bearn hab¨ªa ofrecido al fuego el palimpsesto, una vez agotadas todas sus lecturas veros¨ªmiles.
Al t¨¦rmino de su relaci¨®n me atrev¨ª a preguntar, con una insolencia que hoy, juzga del todo improcedente: "?Es verdad eso que cuenta don Lorenzo?" A lo cual respondi¨® el escritor: "Usted deber¨ªa saber que la pregunta por la verdad es la ¨²nica que vac¨ªa a la literatura de todo su sentido". Y qued¨® sumido en un sue?o leve, como un crep¨²sculo.
Le¨ª a los pocos d¨ªas en la prensa de Barcelona que Villalonga hab¨ªa fallecido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.