'Canta y s¨¦ feliz'
Se comprende que haya gente que no puede resistir o¨ªr decir a una joven que le gusta ser una zorra. Esas cosas no se dicen, chica. Claro, esa gente se indigna a¨²n m¨¢s al comprobar que, al parecer, no es s¨®lo una, sino que son muchas las chicas que dicen tener el mismo gusto, y algunas lo hacen adem¨¢s cantando, y cantando en p¨²blico. Como si con m¨²sica se notara menos. Y el esc¨¢ndalo sube de tono al escuchar semejante peculiaridad vocacional mal adobada con detonaciones l¨¦xicas que lo menos que producen son perforaciones de t¨ªmpano, bien que las intenciones sean todav¨ªa peores. Hombre, eso es pasarse de la raya; eso ya no es de zorra, es de zorra y pico.As¨ª es que al comp¨¢s de una letrilla, al ritmo de una cancioncilla, puede volver a hablarse aqu¨ª apocal¨ªpticamente de la verg¨¹enza nacional o del estado de ruina moral en que nos encontramos de nuevo. En alg¨²n caso, porque no nos entienden; en otros, porque nos entienden demasiado bien.
En el de esas chicas que dicen querer ser unas zorras -utilizando el texto de la canci¨®n como mero soporte dial¨¦ctico, cuidado; all¨¢ cada cual con sus aspiraciones en la vida-, no es tal rotunda y libre manifestaci¨®n de voluntad o intenciones, aun en el caso de llegar a cumplirse un d¨ªa pr¨®ximo o lejano, la que deber¨ªa mover tan gravemente a esc¨¢ndalo. Seguramente ser¨ªa un despilfarro in¨²til de tiempo y energ¨ªas tratar de alcanzar ahora conclusi¨®n alguna, por poco cient¨ªfica que ¨¦sta fuera, acerca de la realizaci¨®n vocacional, a breve o largo plazo, en este espi noso punto, de las nuevas generaciones espa?olas. Un trabajo innecesario adem¨¢s, puesto que mucho antes de que a Las Vulpes bilba¨ªnas les saliera la letra m¨¢s bien elemental de su canci¨®n, ya hab¨ªa sido p¨²blicamente recono cida aqu¨ª la existencia de 500.000 mujeres habitualmente dedica das a la prostituci¨®n (si es que coincidimos unos y otros, y en este caso no habr¨¢ que presumir lo contrar¨ªo, en la m¨¢s aceptada significaci¨®n de las viejas palabras). La inmensa mayor¨ªa de las cuales, por c¨ªerto, y seg¨²n los resultados de encuestas recientes igualmente hechas p¨²blicas, andan muy lejos de ser, en sus modales expresivos, acad¨¦micas de la lengua, precisamente: casi la mitad de ellas son analfabetas. Pero, aun sin saber leer ni escribir, se puede cantar medianamente, o incluso bien. Ahora, si adem¨¢s resulta que se viene a esta copla, mejor o peor cantada, desde condiciones sociales de miseria extrema o de situaciones familiares presuntamente insufribles, como en efecto ocurre, entonces es m¨¢s que razonable y de todo punto comprensible que no se ande pregonando por ah¨ª que lo que a una le gusta es ser una zorra.
Personalmente, no tengo la menor vocaci¨®n de redentor de putas: no las frecuento ni las conozco, por mucho que me falle la memoria, aunque las tenga a todas por amigas y pueda solidarizarme con su afrentosa marginaci¨®n. En esto, que cada cual cante su propia copla. Pero la deducci¨®n que me parece que se impone aqu¨ª es que motivo de esc¨¢ndalo, si lo hubiere, ha de ser m¨¢s la realidad de una dedicaci¨®n vergonzosa y forzada, bien conocida de antiguo por los escandalizados, que el anuncio provocativo y l¨²dico de una vocaci¨®n juvenil convenientemente improbable.
Claro que la ofensa, por lo o¨ªdo, no se enraiza a tal profundidad. Es mucho m¨¢s superficial.
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Est¨¢ en el reino de las meras palabras. La ofensa est¨¢ en nombrarlo. Por eso hasta hace poco reinaba ?aqu¨ª la paz y no hab¨ªa campo para el sobresalto, en este como en algunos otros aspectos. No hab¨ªa esc¨¢ndalos, no esta clase de esc¨¢ndalos. Se prohib¨ªan autores, canciones, lenguas. Lo que se dice cortar por lo sano. De un disco de Miguel Molina que acaba de reeditarse ahora, resultado de una grabaci¨®n efectuada en Madrid en 1956, y dentro de un tema ya cl¨¢sico como es el de Ojos verdes, ha desaparecido literalmente la manceb¨ªa en cuyo quicio deben cruzarse los apasionados destinos. Al estremecedor int¨¦rprete de La bien pag¨¢, primera figura de la canci¨®n andaluza y espa?ola durante la Rep¨²blica y la guerra civil, hoy recluido voluntariamente en su casa de Buenos Aires, ya le hab¨ªan dado aqu¨ª una paliza de muerte los bienpensantes por maric¨®n, si es que pudiera pronunciarse tambi¨¦n esta palabra fuera del propio ¨¢mbito de los energ¨²menos.
Cuando fuimos a Eurovisi¨®n en el a?o 1974, con un representante igualmente flamenco y un ¨¦xito parecido al obtenido ahora, nuestro lema, si lo recuerdan, era el de Canta y s¨¦ feliz. Muy repetido, muy insistente, como obligatorio. Una canci¨®n blanca y pura, en clave de rumba. Alegr¨ªa de vivir, canto a la vida, olvido de las penas. Todo lo dem¨¢s "no sirve de n¨¢". En el momento en que el pa¨ªs viv¨ªa una de las cotas m¨¢s altas de tensiones y crispaci¨®n, en los estertores del franquismo y casi del propio Franco.
A la grave crisis econ¨®mica en que ya por entonces se hab¨ªa entrado -como en otros pa¨ªses, ciertamente, aunque con la diferencia de que aqu¨ª, oficialmente, nadie quisiera darse por enterado- se sumaba la pleamar de una conflictividad interna realmente excepcional. Hierve la Universidad, estallan bombas, siguen cayendo agentes,del orden, sigue habiendo v¨ªctimas de ¨¦stos entre la poblaci¨®n. Se suceden las manifestaciones en todos los sectores, las detenciones, los juicios ante los TOP, el Tribunal Supremo, los consejos de guerra; las multas, encarcelamientos, secuestros de publicaciones. Y apenas un mes y pico antes de la celebraci¨®n, en Brighton, del c¨¦lebre festival, son ejecutados en garrote vil, en Catalu?a, dos hombres j¨®venes.
Dejando a salvo el arte indudable y las buenas intenciones del int¨¦rprete de aquel momento, en pocas ocasiones pudimos sentir como en aqu¨¦lla la verg¨¹enza de estar escuchando, insensibles e insolidarios, ajenos a cualquier clase de esc¨¢ndalo ni ejemplaridad, palabras m¨¢s imp¨²dicas, s¨®rdidas y, en definitiva, m¨¢s sucias que las de aquella bonita canci¨®n.
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