Vecinos de C¨®rdoba se oponen al funcionamiento de una casa de masajes
La oposici¨®n de unos vecinos al funcionamiento de una casa de masajes ha dado lugar a una curiosa y solapada guerra donde, acaso, tras la moral se oculten cuestiones econ¨®micas. La presencia en la calle Bataneros, de C¨®rdoba, de un sal¨®n de masajes corporales, desat¨® las iras de los vecinos que, en escritos dirigidos al Ayuntamiento, al gobernador civil y al Juzgado, han calificado su funcionamiento como atentatorio a la moral, quej¨¢ndose de que determinados clientes, por error, llegan a sus propios domicilios con equ¨ªvocas y ofensivas proposiciones.
?ste ha sido siempre "el barrio de las putas", dice la titular, la se?ora, como la llaman las pupilas, Antonia L¨®pez Salamanca, quien a?ade: "Mi clientela la compone lo mejorcito de C¨®rdoba y aqu¨ª no se da ningun esc¨¢ndalo". Vecinos de profesiones varias (catedr¨¢ticos, funcionarios de prisiones, menestrales), se llevan las manos a la cabeza. En el Ayuntamiento, el negociado de Industrias Molestas y Nocivas, se sostiene que el funcionamiento de esta industria est¨¢ legitimado por acuerdo de la Comisi¨®n Municipal Permanente.
Un vecino afirma: "Pens¨¦ vender mi casa desde que llegaron estas mujeres, pero a pesar de estar en un barrio t¨ªpico en el coraz¨®n del casco hist¨®rico, la casa no hay quien la compre".
Larga tradici¨®n
Ciertamente, el lugar tiene una larga tradici¨®n artesanal, y tambi¨¦n un antiguo destino de barrio chino. Cerca de la calle Bataneros, desde la Edad Media se instal¨® la barrera, monopolio del m¨¢s antiguo oficio del mundo, que por el siglo XIV tuvo en bropiedad exclusiva el Cabildo Eclesi¨¢stico. Incluso despu¨¦s de la abolici¨®n de las casas de tratos, las inmediatas calles de Cardenal Gonz¨¢lez y Feria y la contigua Rey Heredia mantuvieron las "casas abiertas" ininterrumpidamente hasta hoy.Es habitual, desde el quicio de la manceb¨ªa, la oferta de sus servicios por las mujeres p¨²blicas a los transe¨²ntes. Ha sido el hecho de la sofisticaci¨®n, con tailandesa incluida, el cobro con tarjetas de cr¨¦dito, los anuncios en los peri¨®dicos, en definitiva la llegada de las masajistas, lo que ha desatado esta nueva guerra de la moral y las buenas costumbres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.