La pol¨ªtica del comp¨¢s
Nuestro hombre, tras haber encargado un caf¨¦ con churros, despleg¨® el peri¨®dico en la clara luz ma?anera dispuesto a una sosegada iniciaci¨®n de aquella jornada, primaveral pero ligeramente fr¨ªa. El tranquilo latir de sus pulsos qued¨® bruscamente alterado por la sorpresa. En los titulares aparec¨ªa la gran noticia: "De Tejas a Nicaragua existe la misma distancia que de Tejas a Massachusetts". "?Caramba! -pens¨®-, ?qu¨¦ descubrimiento! Tambi¨¦n pod¨ªan informarnos de la distancia de Madrid a Ciempozuelos y de Dos Hermanas a Gald¨¢cano. ?Habr¨¦ comprado una gu¨ªa de ferrocarriles?". Observ¨® atentamente aquello que ten¨ªa en sus manos y comprob¨® que ciertamente se trataba del peri¨®dico del d¨ªa. "Bueno, a lo mejor ma?ana en primera p¨¢gina nos explican que la suma de los ¨¢ngulos de un tri¨¢ngulo vale 180 grados sexagesimales en la geometr¨ªa euclidea", reflexionaba nuestro hombre. Pero un segundo despu¨¦s, quiz¨¢ s¨®lo una fracci¨®n de segundo -no se pueden pedir precisiones cronom¨¦tricas en esta historia-, el car¨¢cter noticiable de tan obvia informaci¨®n quedaba precisado: se trataba de una frase pronunciada solemnemente por el presidende de Estados Unidos de Norteam¨¦rica; por tanto constitu¨ªa un acontecimiento. Todo quedaba claro y la Prensa recuperaba su funci¨®n normal. De sgraciad am ente, el estado de tranquilidad result¨® bien fugaz; tras un instante, nuestro hombre pasaba a ser acometido por graves inquietudes. Efectivamente, la indicada frase-noticia no correspond¨ªa a ning¨²n recuerdo biogr¨¢fico, destinado a rememorar los ex¨¢menes de Reagan-ni?o, cuando las implacables preguntas de los maestros interrump¨ªan sus sue?os de futuro actor; hab¨ªa sido emitida recientemente, en la cumbre de la madurez. En una situaci¨®n que permite a su locutor disponer de poderes capaces de convertir la tierra en una especie de caf¨¦ torrefacto, sin m¨¢s que solicitar la colaboraci¨®n del se?or Andropov para tal empresa. Adem¨¢s, pretend¨ªa representar una legitimaci¨®n de la pol¨ªtica de Estados Unidos en Centroam¨¦rica. Abr¨ªa, pues, una nuevaPasa a la p¨¢gina 12
La pol¨ªtica del comp¨¢s
Viene de la p¨¢gina 11
era en la estrategia y la pol¨ªtica internacionales.
Nuestro hombre, que siempre ha sido persona muy sensible, abandon¨® aquella ma?ana su trabajo y se dirigi¨® a su casa profundamente inquieto. Resultaba necesario extraer las consecuencias del nov¨ªsimo derecho internacional. Recordaba la teor¨ªa de las fichas de domin¨®, que condujo al horror y al desastre de Vietnam; ahora parec¨ªa sustituida en la estrategia mundial por una imagen menos l¨²dica: la del comp¨¢s. Abri¨® nuestro hombre un atlas un poco viejo y empu?¨® el comp¨¢s escolar de uno de sus hijos, para comprobar los resultados de esta nueva concepci¨®n relativa a los l¨ªmites de soberan¨ªa de un pa¨ªs. (Nuestro hombre era un poco ingenuo y cre¨ªa todav¨ªa en la soberan¨ªa de todos los Estados, que proclama el Derecho Internacional.) Naturalmente,. sus observaciones adquir¨ªan un cariz alucinante. Los l¨ªmites de Espa?a, trazando una circunferencia de radio Fuenterrab¨ªa-C¨¢diz desde nuestra frontera norte, cubr¨ªan toda Francia. Los marroqu¨ªes, a su vez, pod¨ªan reivindicar Euskadi. El caso de Chile se hac¨ªa particularmente complejo, seg¨²n que se adoptara como criterio del ¨¢rea de intereses nacionales la distancia Este-Oeste o la Norte-Sur. En el segundo caso, Chile y su zona de acci¨®n se dilataba hasta Nicaragua, donde entraba en conflicto con los ciudadanos de Massachusetts. Se inquiet¨® sobremanera el trazar una circunferencia con radio Leningrado-Vladivostok, desde los l¨ªmites de Rusia. El comp¨¢s no era muy bueno y se abr¨ªa al girarlo, pero le pareci¨® en el mapamundi que llegaba otra vez hasta Massachusetts. "Por lo visto", pens¨®, "ahora ya no llevan a Roma todos los caminos. Aquello debi¨® ser cuando los emperadores estaban en el, umb¨ªculum orbis; en estos tiempos en que all¨ª reside Wojtyla, conducen m¨¢s bien a Massachusetts".
Por la noche tuvo nuestro hombre un sue?o en que c¨ªrculos de diferentes radios recorr¨ªan el planeta: ve¨ªa circunferencias tangentes, secantes, extra?os solapamientos. Se hac¨ªa presente todo un mundo pitag¨®rico, pero no sonaba la m¨²sica de las esferas, sino el fragor espantoso de las explosiones nucleares. A la ma?ana siguiente, nada m¨¢s levantarse, le escribi¨® al alcalde de Massachusetts. "Por favor, se?or", fe rogaba, "c¨®rranse ustedes un poquito hacia el interior de Estados Unidos. As¨ª, como hacemos cuando en un vag¨®n del metro con mucha gente se cierran las puertas y hay que apretarse. Ustedes tienen amplio espacio. Comprendo que es m¨¢s dif¨ªcil desplazar ciudades que cuerpos humanos, pero ustedes poseen muy alta tecnolog¨ªa. Se encuentran ustedes demasiado lejos de Tejas, y eso est¨¢ creando unos problemas tremendos a los nicarag¨¹enses, que cre¨ªan no tener arte ni parte en el emplazamiento de la ciudad que usted rige como digno alcalde".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.