Pablo Soroz¨¢bal
"Me gustar¨ªa morir en Guetaria, pescando y hablando en eusquera", se?ala el maestro, que acaba de recibir un homenaje en Puertollano
Este vasco universal, republicano convencido, hombre del pueblo, tiene una personalidad inquietante que despierta afectos inquebrantables y odios descubiertos. Ahora, a sus 85 a?os, se encuentra emocionado porque el ayuntamiento socialista de Puertollano, un pueblo que ni siquiera conoc¨ªa, ha bautizado con su nombre un conservatorio inaugurado recientemente. El maestro Pablo Soroz¨¢bal considera extraordinario que se homenajee a un m¨²sico que todav¨ªa no ha muerto. Como tantos otros, ¨¦l pertenece a esa generaci¨®n de artistas que cometi¨® el pecado original de haber nacido en nuestro pa¨ªs cuando el r¨¦gimen convert¨ªa en sospechosos a aquellos que no le entregaban su adhesi¨®n. "Mi coraz¨®n est¨¢ hoy en Puertollano", afirma el compositor de Katiuska, La del manojo de rosas, Black el payaso y La tabernera del puerto, obras que el franquismo le prohibi¨® dirigir durante varios a?os.
Pablo Soroz¨¢bal, un vasco ¨ªntegro, como lo ha definido Julio Caro Baroja, es uno de esos hombres que ha desarrollado su conciencia de hombre vasco y universal fuera de Euskadi. Su obra m¨¢s popular enlaza directamente con la zarzuela madrile?a cl¨¢sica, y refleja tambi¨¦n la melod¨ªa vasca y la influencia de los grandes compositores europeos, como Puccini, Mozart, Brahms y Beethoven. Tiene fama de personaje terrible, altanero, brusco en sus reacciones y escandaloso en sus palabras; pero sus mismos detractores reconocen en ¨¦l a un hombre tambi¨¦n afectuoso, sencillo, que por encima de todo odia la mentira y la doblez.Su gesto de dimitir, como director de la banda municipal del Madrid republicano, durante la guerra, por el fusilamiento de uno de sus m¨²sicos expresa quiz¨¢ mejor que cualquier otro hecho la verdadera personalidad de este compositor. Pablo Soroz¨¢bal hab¨ªa advertido que dimitir¨ªa si se fusilaba a uno solo de los miembros de su orquesta, y no le import¨® que la v¨ªctima fuera franquista a la hora de cumplir su promesa. "Odio la violencia. El capitalismo, el patrioterismo; no debe existir m¨¢s bandera que la de la paz. Quisiera que el mayor imperio fuera m¨¢s peque?o. que Andorra".
En el a?o 1945 es nombrado director de la Filarm¨®nica de Madrid, puesto que abandon¨® ante las presiones dirigidas a evitar el estreno de la sinfon¨ªa de Shostakovich, autor cuyo nombre tra¨ªa a los triunfadores reminiscencias comunistas. La polic¨ªa le abre una ficha en la que se le identifica certeramente como rojo, y se le acusa de haber viajado en numerosas ocasiones a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, donde nunca ha estado. "Les daba, adem¨¢s, mucha rabia", se?ala el anciano compositor, "que un rojo como yo compusiera temas religiosos".
Hijo de un cantero de Larraun afincado en San Sebasti¨¢n, Pablo Soroz¨¢bal llega a la m¨²sica por casualidad. "Aquel d¨ªa hicimos novillos en la escuela y fuimos a provocar a un grupo de tirillas (ya sabe usted, gente de otra clase social) que estaba en la puerta del conservatorio. No s¨¦ c¨®mo, pero el caso es que termin¨¦ aprendiendo a tocar el viol¨ªn". El joven m¨²sico form¨® parte del coro Maitea, del coro Easo y del Orfe¨®n Donostiarra, y compuso, por encargo del maestro Esnaola, los c¨¦lebres pasacalles Kalez-kak. Se ganaba la vida tocando el viol¨ªn en el Petit Casino del bulevar donostiarra cuando la ciudad se recreaba en la belle ¨¦poque. Consigue una beca y marcha a Leipzig y luego a Berl¨ªn, de donde volver¨¢ 10 a?os despu¨¦s, en 1930, con su primer ¨¦xito teatral, Katiuska. "Siempre he vivido de tres mujeres: Kaliuska. La del manoio de rosas y La tabernera del puerto", comentar¨ªa a sus familiares directos. Sus obras preferidas son, sin embargo, Black el payaso y Adi¨®s a la bohemia, una zarzuela de tono melanc¨®lico y de gran lirismo, con texto literario de P¨ªo Baroja, su amigo. El maestro Soroz¨¢bal se queja ahora de no tener apoyo suficiente para poder estrenar obras como sus Victorianas, Juan Jos¨¦ o La marcha de Guernica. Escribi¨® recientemente al ministro de Cultura pidi¨¦ndole que interviniera a su favor en un pleito que tiene planteado con los responsables del teatro de la Zarzuela.
Aunque no lo dice, el compositor a?ora probablemente un reconocimiento mayor en el Pa¨ªs Vasco. "Me gustar¨ªa morir en Guetaria, pescando y hablando en euskera", ha comentado a sus amigos recogiendo una imagen literaria de Tagore.
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