Un preso llamado Seregni
Wilson Ferreira Aldunate, l¨ªder del Partido Nacional, exiliado desde el golpe militar, proscrito por la dictadura uruguaya y hoy residente en Londres, afirmaba hace algunas semanas ante periodistas espa?oles que las actuales autoridades militares de Uruguay se diferenciaban netamente de otros Gobiernos de fuerza, gracias a un rasgo ineludiblemente propio: la ineficacia. Posteriormente, el Gobierno uruguayo, al negarse a liberar al general Seregni con ocasi¨®n de la visita de los Reyes de Espa?a, ha confirmado aquel aserto, desperdiciando ol¨ªmpicamente la ¨²ltima oportunidad que le quedaba para emerger con cierta elegancia de una aberrante situaci¨®n que ha merecido el repudio internacional.Entre el millar de presos pol¨ªticos que a¨²n mantiene la dictadura, hay muchas figuras relevantes de la pol¨ªtica, de la cultura, de la ciencia y tambi¨¦n del ¨¢mbito castrense (en la misma celda que Seregni, con un pasillo que s¨®lo habilita para caminar, por riguroso turno, siete pasos, se alojan otros 15 militares democr¨¢ticos), pero quiz¨¢ no hay otro caso que muestre con tanta evidencia la injusticia y Ia arbitrariedad del r¨¦gimen.
Por su estilo sobrio y su lucidez realista, por su sereno coraje y su templanza consciente, Seregni es en s¨ª mismo una buena s¨ªntesis de los mejores rasgos del pueblo uruguayo, y es posible que su innegable prestigio popular se deba a que la gente as¨ª lo entendi¨® y se sinti¨® por ¨¦l representada. El hombre y la mujer de la calle y del campo reconocieron en Seregni un grado de sinceridad que es fundamental en el quehacer pol¨ªtico, pero tambi¨¦n una indeclinable voluntad de consagrar su trabajo y su vida, su inteligencia y su capacidad creadora, al rescate ole lo mejor que el pueblo uruguayo puede ofrecer y ofrecerse, que no es poco. En sus intervenciones p¨²blicas, Seregni descart¨® siempre cualquier tipo de demagogia, y eso es algo que la gente reconoce y hasta agradece: que no le vendan falsos bienestares ni le auguren cat¨¢strofes evitables.
Su carrera militar fue siempre brillante, y cuando culmina su trayectoria, en 1963, se convierte en el general m¨¢s joven de su promoci¨®n. Al margen de su carrera, pero estrechamente vinculada a su manera integral de encarar la vida, Seregni adquiri¨® a trav¨¦s de los a?os una s¨®lida cultura human¨ªstica. En lo personal cultiv¨® asiduamente la pintura, pero adem¨¢s son conocidas su afici¨®n por la rn¨²sica y su condici¨®n de infatigable lector, siempre al d¨ªa con el ensayo movilizador de ideas o la ¨²ltima novela latinoamericana.
Desde 1971 a 1973, en etapas que fueron de constante tensi¨®n, de decisiones arriesgadas, de amenazas en el aire, pero tambi¨¦n de fecunda creaci¨®n pol¨ªtica, tuve el privilegio de trabajar en el Frente Amplio, muy cerca de Seregni, y puedo dar testimonio de que su presencia y su palabra constituyeron siempre una lecci¨®n de ecuanimidad, de patriotismo, de sensibilidad humana, de sentido unitario.
Crear la historia
Durante ese per¨ªodo revelador, el general L¨ªber Seregni se comport¨® como un aut¨¦ntico l¨ªder; es decir, con la autoridad, la honestidad, la lucidez y el coraje de un aut¨¦ntico l¨ªder. Pero tambi¨¦n con un indeclinable respeto por el trabajo colectivo, las constructivas sugerencias, la opini¨®n de los j¨®venes. Con ¨¦stos, especialmente logr¨® una notable comunicaci¨®n, basada sobre todo en una rec¨ªproca confianza, nunca defraudada. Otra gran lecci¨®n de Seregni, particularmente comprobable en la cr¨ªtica etapa que precedi¨® al golpe de 1973, fue su innegable capacidad de escuchar, de trabajar en equipo, de estimular la participaci¨®n de todos. Y estos dos rasgos (comunicaci¨®n con los j¨®venes y capacidad de escuchar) son algo que los autoritarios no perdonan.
En las elecciones de noviembre de 1973, la izquierda uruguaya consigui¨® los mejores resultados de toda su historia, y la figura de Seregni fite factor decisivo de ese logro. Por primera vez en la pendular historia bipartidista (blancos y colorados) del pa¨ªs, un candidato de la izquierda obtuvo el mayor n¨²mero de votos en Montevideo y el segundo lugar a nivel nacional.
La prisi¨®n de Seregni tiene dos etapas: la primera, desde el 9 de julio de 1973 al 2 de noviembre de 1974, fecha en que es puesto en libertad bajo fianza. Catorce meses despu¨¦s es detenido y desde entonces permanece en prisi¨®n. Las acusaciones esgrimidas son rid¨ªculas v no se sostienen ante un elemental rigor jur¨ªdico. No obstante, es procesado por "encubrimiento y atentado a la Constituci¨®n" (lo absurdo es que Seregni no s¨®lo respet¨® escruplosamente esa Constituci¨®n, sino que la defendi¨® encarnizadamente frente a los enemigos de su vigencia plena), degradado militarmente y condenado a 14 a?os de prisi¨®n, pese a que el fiscal solicitaba 10. Seregni vive este per¨ªodo con singular entereza. Es ¨¦l quien da coraje a todos y mantiene en alto la esperanza.
En 1972, en plena actividad pol¨ªtica, Seregni se?alaba: "Construir un futuro: tal nuestra vocaci¨®n y nuestro deber. No debemos enga?arnos afirmando que se trata de una tarea f¨¢cil. En cada encrucijada hist¨®rica est¨¢n los que optan por el mal menor, por la seguridad mediocre, por el camino del medio, que no lleva a ning¨²n lado". Y agregaba: "Pero tambi¨¦n est¨¢n presentes quienes no se resignan a sufrir la historia, sino que est¨¢n dispuestos a crearla. Son los que convierten en posible lo imposible, los que logran demostrar que en ciertas circunstancias resignarse equivale a traicionar".
Desde la c¨¢rcel de la dictadura, ese preso llamado Seregni, ese preso que no se resigna a sufrir la historia, ese preso que ha sido un ejemplo de dignidad y de entereza, est¨¢ tambi¨¦n construyendo un futuro, creando la historia, as¨ª sea la de un peque?o, entra?able pa¨ªs, donde la democracia no es s¨®lo un sistema, sino una costumbre, un h¨¢bito nacional de profunda raigambre.
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