Un pueblo de Orense vive extra?os fen¨®menos de desaparici¨®n y movimiento de objetos
Rubill¨®s, localidad situada a 15 kil¨®metros de Orense, vive desde febrero extra?os fen¨®menos en casa de un matrimonio que pertenece a los testigos de Jehov¨¢. Las camas se deshacen solas y desaparecen desde maletas a dinero, seg¨²n dicen los propietarios. Las insistentes bendiciones de un cura llegado al efecto no han hecho sino aplazar los movimientos inexplicables de cosas que se encuentran luego en los tejados. Incluso los habitantes que no creen en las meigas tienen motivos para pensar que "haberlas, haylas".
Una aldea, situada a 15 kil¨®metros de Orense, vive desde hace algunas semanas en una especial agitaci¨®n. En una casa del pueblo, cuyos propietarios son, al parecer, testigos de Jehov¨¢ ocurren extra?os fen¨®menos que tie nen alarmados a los lugare?os. Rubill¨®s es una estampa tercer mundista de violentos contrastes de cemento y lodo, donde infraestructuras b¨¢sicas como agua corriente o tel¨¦fono son un lujo inalcanzable por ahora. El paisaje, el clima y todo el entor no abonan el campo a la supers tici¨®n en una comarca especial mente rica en leyendas misteriosas y de una religiosidad casi enfermiza.El matrimonio formado por Benigna Conde y Evencio Grande vive en la casa embrujada desde el mes de febrero pasado, fecha en que comenzaron a suceder cosas que ni los propietarios ni sus vecinos aciertan a explicarse, "porque en el pueblo nunca hab¨ªa pasado nada". Los ancianos viven con tres nietos y no hay ni rastro de la generaci¨®n intermed¨ªa. "Lo que est¨¢ pasando", dice Evencio, "no es ning¨²n secreto, porque lo ha visto toda la gente de la aldea". Evencio Grande, secundado siempre por su mujer, asegura con vehemencia que las camas se de¨¢hacen solas inmediatamente despu¨¦s de hacerlas, que las ropas de los armarios aparecen ciscadas por el suelo, que desaparecen objetos de la casa y aparecen en los tejados o en los huertos pr¨®ximos.
Son ya muchas semanas de trasgadas (diabluras) que todo el pueblo corrobora, como si hubieran visto los extra?os sucesos o sufrieran un proceso de alucinaci¨®n colectiva.
"Al principio cre¨ªamos que era alg¨²n chistoso o alg¨²n rapaz", contin¨²a su relato Evencio Grande, "pero estuvimos vigilando y no hab¨ªa tal cosa". Un d¨ªa falt¨® un pavo; otro, desapareci¨® la maleta de un familiar del matrimonio, que la ten¨ªa preparada para irse a Barcelona; en otra ocasi¨®n se not¨® la falta de 14.000 reales. Y todo volvi¨® a aparecer tan misteriosamente como se hab¨ªa ido, pero en los lugares m¨¢s imprevisibles. La maleta, por ejemplo, apareci¨® en el interior de un h¨®rreo.
Viejos mu?ecos
Desde la habitaci¨®n h¨²meda cuya cama se deshace misteriosamente, Evencio y Benigna nos muestran el tejado donde encontraron varios objetos desaparecidos. El dormitorio es oscuro; de las paredes cuelgan varios crucifijos y tres cabos de vela -las velas de la primera comuni¨®n de los nietos-. Al fondo, en el altillo de un armario, hay una peque?a colecci¨®n de viejos mu?ecos, como los fetiches rotos de esta historia incre¨ªble.En la bodega de la casa, a la que se llega atravesando un patio, cuyo piso es un lecho de esti¨¦rcol de m¨¢s de 20 cent¨ªmetros, tambi¨¦n est¨¢n ocurriendo cosas raras y desde luego no muy afortunadas para los propietarios. El grifo de una de las cubas aseguran que hace extra?as piruetas: cae al suelo y vuelve a su sitio caprichosamente y, sin causa aparente. El piso de la bodega est¨¢ completamente anegado de vino. "Nos han derramado m¨¢s de seis moios (unos 800 litros)", asegura Everipio Grande, que no sabe o no quiere precisar qui¨¦nes le han derramado su vino. Benigna, su mujer, lo tiene m¨¢s claro: para ella esto "no es cosa de este mundo".
Despu¨¦s de varias semanas sufriendo esta situaci¨®n, los vecinos de la aldea de Rubill¨®s creyeron oportuno avisar a un cura. Fueron dos, "pero ten¨ªan mucho miedo; echaron unas cuantas bendiciones, pero no sirvieron de nada". Seg¨²n nos cuentan, el cura de La Merca estuvo un buen rato "a ver si pasaba algo", pero se cans¨® de esperar en balde. En cuanto se fue, las ropas de la cama volvieron a volar por los aires.
Parece que esta historia, que comenz¨® en febrero, sigue todav¨ªa, aunque con menor mtensidad. Las cosas raras se suceden m¨¢s espaciadamente, como si las meigas y los trasgos (demonios) de turno se estuvieran tomando un respiro. Pero los vecinos de Rubill¨®s esperan que se repita un fen¨®meno, desafortunadamente oculto a los ojos del periodista y ala c¨¢mara fotogr¨¢fica.
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