L¨®pez Rubio y los 'cosmopolitas'
Jos¨¦ L¨®pez Rubio entra esta tarde en la Academia y lleva de su mano -de su discurso, al que responder¨¢ L¨¢zaro Carreter- a otros que nunca entraron: por la muerte, por las pol¨¦micas, por las circunstancias. Lleva a Jardiel, Neville, Mihura, Tono. Les llama la otra generaci¨®n del 27; les llamaron tambi¨¦n los cosmopolitas. Cosmopolita es una palabra que hoy no tiene sentido: lo es todo el mundo,. todo el mundo viaja o recibe por otros medios informaci¨®n, cultura de fuera. Es una palabra graciosa en su ¨¦nfasis: los que hicieron del Cosmos su ciudad, polis. Viajaron, supieron idiomas, leyeron, trabajaron fuera: dentro de una cultura endog¨¢mica, cerrada, desconfiada, fueron una excepci¨®n, o una apertura. Hay muchos rasgos paralelos entre ellos -los contar¨¢ L¨®pez Rubio esta tarde-, y dentro de sus individualidades: quiz¨¢ el literariamente, el teatralmente m¨¢s caracter¨ªstico es el de un humor apaciguador, transigente y abierto. Hasta el quiz¨¢ m¨¢s iracundo de todos ellos, Jardiel batallador, agresivo-, no trascend¨ªa en sus obras esa condici¨®n. Era un teatro suave y amable, al que se ha llamado de evasi¨®n: m¨¢s tarde, a todos esos adjetivos se les ha dado un tono peyorativo que no les corresponde.Si se ahondase un poco m¨¢s se ver¨ªa que incluso todos o casi todos -y no todas sus obras, generalmente- ten¨ªan una curiosa contradicci¨®n: si sus autores pertenec¨ªan a una bur?ues¨ªa considerada como de derechas (y ya quisi¨¦ramos que la derecha fuese siempre as¨ª), su posici¨®n general ante la vida representaba una apertura, una negaci¨®n de lo cerrado y lo decadente de unas costumbres y una tradici¨®n, una respiraci¨®n de libertad. No fueron casos ¨²nicos: en Julio Camba, en Fern¨¢ndez Flores, en Ram¨®n G¨®mez de la Serna estaba latente esa contradicci¨®n vital. Los cosmopolitas encontraron al principio de su carrera la contracci¨®n de la guerra civil, que les refren¨®, pero aun supieron seguir defendiendo unas posiciones renovadoras. El que quiera ver un ejemplo de esa misma contradicci¨®n no tiene m¨¢s que acercarse al Mar¨ªa Guerrero a ver Tres sombreros de copa, de Mihura.
Manejo de la palabra
Otra unidad considerable es la del idioma. Eran escritores, y manejaban como virtud esencial de su teatro la palabra, la frase, la construcci¨®n idiom¨¢tica: sacar las situaciones hacia lo ins¨®lito, hacia lo absurdo, hacia la originalidad que parec¨ªa requerir entonces el teatro (una pretensi¨®n que se ha derivado despu¨¦s hacia un teatro de espantap¨¢jaros) les manten¨ªa siempre dentro del idioma: cuando no lo respetaban, sab¨ªan perfectamente lo que hac¨ªan y por qu¨¦. Estaban renov¨¢ndolo. Estaban, pre cisamente, burl¨¢ndose del t¨®pico, de la degradaci¨®n ling¨¹¨ªstica que hab¨ªa consagrado frases hechas, idiotismos; veng¨¢ndose de una sem¨¢ntica burguesa que trataba de cerrar por esa v¨ªa la situaci¨®n en torno a s¨ª misma. Les pon¨ªan delante un espejo burl¨®n para que se vieran en forma de peque?os y grotescos simios. Unos -claro- m¨¢s, otros menos. Nunca una comunidad de generaci¨®n ha llegado al extremo de la indiferenciaci¨®n entre sus rniembros. Todos juntos eran un grupo distinto del teatro republicano -el que va de Lorca a aquel Casona, pasando por Alberti y algunos nombres m¨¢s-; cada uno era un estilo.
El idioma fue siempre admirado en L¨®pez Rubio. Un castellano claro, contenido en una belleza de l¨ªrica sobria. Habr¨ªa que acudir a palabras inglesas -el understatement el innuendo, que no se tradu cen f¨¢cilmente por sobreentendido, por indirecta- para describir esa forma de lenguaje.
Se pasa otra vez por delante la irresistible tentaci¨®n de pensar c¨®mo hubiera sido este grupo de teatro, c¨®mo hubiera podido evolucionar y hasta d¨®nde, de no haber surgido la abrupta ruptura de la guerra civil y todo el conjunto de presiones que se abati¨® sobre ellos y, sin duda, sobre su p¨²blico. Es una especulaci¨®n sin fin. Se sabe lo que es: que sus propias condiciones y situaciones personales les permitieron saltar la barricada en la que otros cayeron y que, despu¨¦s, cada uno a su manera entabl¨® su propia defensa con el m¨ªnimo de abdicaciones posibles.
La entrada de L¨®pez Rubio en la Academia supone que el ¨²ltimo superviviente de esa generaci¨®n encuentra el reconocimiento de un lenguaje que tuvo un esplendor y una eficacia.
Babelia
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