El 'strip tease' de Yasir Arafat
Yasir Arafat, el gran Fregoli de los tiempos contempor¨¢neos, corre peligro de convertirse en cualquier momento en una sola persona: aquella que tenga que decir s¨ª o no, por fin, a una pregunta; aquella que tenga que definirse irremediablemente con la nitidez del blanco y negro; aquella que se cae del alambre, despu¨¦s de haber recorrido casi toda su extensi¨®n si contamos a d¨®nde iba.Dicen los t¨¦cnicos del f¨²tbol que los grandes jugadores son los que construyen y definen. Arafat ha sido un pol¨ªtico que hasta ahora s¨®lo ha construido; ha construido tanto, que no ha parado de amueblar solares con pol¨ªticas distintas, aunque sus admiradores opinan que todas ellas son astutamente convergentes hacia un punto del infinito, en el que ¨¦l deber¨ªa ser presidente de un Estado palestino sabemos d¨®nde, de qu¨¦ manera, ni sobre qu¨¦ territorio. Pero los recientes acontecimientos desencadenados por la invasi¨®n israel¨ª de L¨ªbano est¨¢n poniendo fin a la representaci¨®n, aculando a Arafat contra la necesidad de definirse. El plan Reagan, no, pero; el plan de Fez, s¨ª, con reservas; el reconocimiento de Israel, naturalmente, aunque ya veremos; la guerra como ¨²nica alternativa, de acuerdo, pero un d¨ªa de ¨¦stos.
El Arafat que se present¨® en 1974 en el r¨®strum de la ONU con un rev¨®lver al cinto y una rama de olivo en la mano era el mejor Arafat que hemos conocido. Y as¨ª parec¨ªa porque no hab¨ªa doblez en su escenario; as¨ª expresaba la realidad de un personaje que pod¨ªa entonces a¨²n ser bisectriz de tantas cosas que su mano derecha no ten¨ªa por qu¨¦ saber lo que hac¨ªa la izquierda, hasta tanto que se decidiera con qu¨¦ mano ten¨ªa que citar a los israel¨ªes. Ese Arafat no era simplemente un teatro para una variedad de representaciones, sino la encarnaci¨®n de un hombre que hab¨ªa apostado con el futuro a que la unidad de la OLP y la soluci¨®n del problema palestino s¨®lo podr¨ªan conciliarse en la medida en que ¨¦l fuera simult¨¢neamente el m¨¢s moderado de los radicales, el m¨¢s radical de los moderados, el interlocutor de reyes y presidentes de consejos revolucionarios y la ¨²nica, alternativa para la paz para la URS S y los EE UU. Arafat no ment¨ªa. El estado de necesidad de la causa palestina exig¨ªa un l¨ªder que fuera muchas personas a un mismo tiempo.
Pero la era de la complejidad interpretativa parece tocar a su fin, estrellada en la derrota del verano pasado, la burda intransigecia de Men¨¢jem Beguin, las pausas de Hosni Mubarak para ser algo m¨¢s que presidente de Egipto, la incapacidad de Reagan por retorcer la mano a los israel¨ªes a la vista de una pr¨®xima campa?a presidencial, el estrangulamiento de la posici¨®n siria tras el acuerdo entre Jerusal¨¦n y Beirut y las permanentes vacaciones de Bagdad a causa de su guerra con Jomeini.
Arafat no puede olvidar que el presidente Sadat tambi¨¦n hizo una apuesta -con el futuro en el momento en que decidi¨® jug¨¢rselo todo a una sola carta; cuando decidi¨® que pod¨ªa permitirse el lujo de ser un solo personaje. Y Sadat muri¨® asesinado porque dej¨® de ser varios a la vez.
El l¨ªder de la OLP palestina siente una comprensible repugnancia a descubrirnos qui¨¦n de todos los personajes que ha sido en su vida es el que se oculta al fondo de un eventual strip tease de s¨ª mismo. Pero no parece que tenga todo el tiempo del mundo para despojarse del s¨¦ptimo velo. O se lo quita o aparecer¨¢ alguien decidido a abrir a la mani¨¦re forte la caja de Pandora.
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