Chile: la violencia de un proceso
Chile es un caso ¨²nico en Hispanoam¨¦rica, Iberoam¨¦rica o Latinoam¨¦rica, que no quiero entrar en discusi¨®n sobre el sexo de los ¨¢ngeles. Algunos dirigentes y l¨ªderes norteamericanos se?alan a los chile?os como a un pueblo violento; pero, cosa extra?a, mientras en Chile todav¨ªa no han matado a -ning¨²n presidente, en Estados Unidos han asesinado a cuatro, todos propios; los ajenos son m¨¢s dif¨ªciles de probar. Los chilenos han gozado de 150 a?os de Congreso en funciones. Su inmigraci¨®n ha sido varia: irlandeses, suizos, franceses, anglosajones, mezcl¨¢ndose todos ellos con las bases hisp¨¢nicas, de las que derivan las clases pol¨ªticas. Para entender lo que digo basta recordar los dobles apellidos de los candidatos presidenciales en las elecciones de 1964: Allende Gossens, Dur¨¢n Neumann y Frei Montalvo. Los tres, germ¨¢nicos por padre o madre. Incluso hasta la geograf¨ªa ayud¨® a esa tipolog¨ªa con la carencia de grandes praderas para incorporar masas de labriegos -pi¨¦nsese en Argentina y Uruguay-, pero con ricos yacimientos minerales necesitados de ingenieros y operanos especializados.No pretendo interpretar la historia nacional de Chile, sino simplemente tratar de entender las alternativas actuales de un pa¨ªs del que Sim¨®n Bol¨ªvar se?al¨® que, "si alguna rep¨²blica permanece largo tiempo en Am¨¦rica, me inclino a pensar que ser¨¢ la chilena,pues jam¨¢s se ha extinguido all¨ª el esp¨ªritu de la libertad". Es verdad. Un recorrido por los tramos fundamentales del acontecer chileno nos est¨¢ demostrando en la actualidad que, como en pocos pa¨ªses del mundo, sus habitantes han alcanzado un grado de cultura pol¨ªtica que ni siquiera una soez tiran¨ªa puede detener.
Evasion de riquezas
El miedo de los integrantes del momio chileno se pod¨ªa adivinar en 1970 leyendo cualquier peri¨®dico de Santiago. Igual que hab¨ªa ocurrido tanto en 1958 como en 1964, los comerciantes e industriales estaban resignados a trasladar sus riquezas a Paraguay, Australia, Suiza y, por supuesto, a nuestro pa¨ªs. Ante la eventualidad del triunfo del Frente Popular, en los feudos de la oligarqu¨ªa y en los barrios altos de Santiago se hab¨ªan formado guardias blancas para "defender a las mujeres y a la propiedad privada".
En las concentraciones, el equipo pol¨ªtico del candidato conservador, Jorge Alessandri, bramaba: "Si fracas¨® Fidel, fracasar¨¢n en Chile los que quieran copiar la revoluci¨®n cubana". Pero ni siquiera ese argumento bast¨® para detener la neur¨®tica huida del gran dinero chileno.
Comenzando por la plaza de Quilicura, los analistas no dejaron t¨ªtere con cabeza. La empresa Servec se uni¨® con ?tudes ?conomiques et Financi¨¦res y pusieron bajo su lupa a un universo de 6.000 personas -una cifra elevad¨ªsima para Chile-, pertenecientes a los m¨¢s diversos estratos socioecon¨®micos de las 10 ciudades m¨¢s importantes de Chile: Antofagasta, La Serena-Coquimbo, Valpara¨ªso-Vi?a del Mar, Gran Santiago, Chill¨¢n, Concepci¨®n, Temuso, Valdivia, Osorno y Punta ?renas. La s¨ªntesis de este informe, uno de los m¨¢s amplios realizados en el pa¨ªs hasta esa fecha, revel¨® que Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana, podr¨ªa ocupar el primer lugar, con el 32,77% de los tres millones y pico de electores. El segundo lugar lo obtendr¨ªa Salvador Allende, de la Unidad Popular, con el 32,52%, y el tercer puesto ser¨ªa para Jorge Alessandri, derechas, con el 28,59% restante. Aplicando los porcentajes muestrales a las cifras de electores h¨¢biles proporcionadas por la Direcci¨®n del Registro Electoral -3.539.747 empadronados-, el resultado previsto por la encuesta era: Tomic, 1.120.000 votos; Allende, 1.050.000, y Alessandri, 980.000. Las abstenciones se cifraron en unas 315.000.
S¨ªndrome de ¨¦xodo
Los estudios del matutino conservador El Mercurio fueron m¨¢s escuetos; El 41%. de los votos, seg¨²n ¨¦l, ser¨ªan para Alessandri; el 31%, para Radomiro Tomic, y el 21%, para Allende. Pese a estas encuestas y otras muchas que in vadieron las sedes de los partidos, el s¨ªndrome del ¨¦xodo rondaba el santuario de las mansiones rodeadas de parques y flanqueadas de estatuas de m¨¢rmol blanco, donde habitan las 320 familias que forman la clase alta de Chile. Los guardias particulares estaban preparados, esperando "que las turbas tomen Santiago por asalto". El club de golf Los Leones estaba de sierto. En cambio, los hangares del aeropuerto Valdepe?as se encontraban atiborrados de aviones par ticulares, dispuestos a levantar el vuelo en un instante.
Instalado en La Moneda, un edificio venerable y algo inhospitalario, con techos a¨¦reos y fr¨ªos patios interiores, Salvador Allende contabiliz¨® el 36,3% de los votos -se afirma que el espectacular baj¨®n de la Democracia Cristiana se debi¨® al match protagonizado por Frei y Alessandri-, y mientras unos se, afilaban los dientes y otros. las u?as, Chicho lanza la primera andanada: "El Estado tiene el dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas las minas, covaderas, arenas metal¨ªferas y dep¨®sitos de carb¨®n e hidrocarburos". La respuesta de la Anaconda y Kennecot -propietarias del 49% de los yacimiemtos y f¨¢bricas cupr¨ªferas de Chile- no se hizo esperar, m¨¢xime cuando el compa?ero presidente agreg¨® que "las cuentas realizadas por la Contralor¨ªa General de Chile ubican a las firmas como deudoras impositivas por una suma que, adem¨¢s de volatilizar el monto indemnizatorio, trepa hasta los 378 millones de d¨®lares de pago perentorio". Ajust¨¢ndose al Derecho, Chicho Allende hab¨ªa cavado su propia fosa.
C¨ªclicamente, las tribulaciones de Augusto Pinochet se atemperan o agudizan. Lo que s¨ª es cierto es que jam¨¢s enga?¨® a nadie. En la madrugada del 11 de septiembre de 1973, Salvador Allende fue informado de que la flota de Valpara¨ªso volv¨ªa a puerto poco despu¨¦s de zarpar. para, presuntamente, sumarse al operativo Unitas. Allende dedujo que los golpistas se hab¨ªan adelantado un d¨ªa, porque el s¨¢bado 8 el general Augusto Pinochet le hab¨ªa comunicado que ?el intento ser¨ªa el d¨ªa 12", y que ¨¦l mismo rodear¨ªa La Moneda para salvaguardar el Gobierno democr¨¢tico". Efectivamente. La rode¨® y tir¨® contra ella.
El golpe militar
La Junta Militar -siempre hay una en estos casos-, integrada por los comandantes en jefe del Ej¨¦rcito, Marina y Fuerza A¨¦rea y Carabineros, liquid¨® en un instante la vigencia institucional de todos los partidos pol¨ªticos, lo que es otra de las man¨ªas de las juntas militares. Decapit¨® el Parlamento y los concejos comunales; devolvi¨® a propietarios privados y multinacionales m¨¢s. de 100 empresas que con Allende hab¨ªan integrado el ¨¢rea social de la econom¨ªa; super¨® a Paraguay en materia te censura; llen¨® los estantes de los supermercados -"ahora tenemos de todo"-, aumentando los precios de acuerdo con la escuela de Chicago, es decir, el 1.000%; orden¨® el toque de queda y, junto con la ley de fugas y ejecuciones oficiales, dictamin¨® el internamiento de la oposici¨®n en las islas australes, c¨¢rceles urbanas y otras mazmorras.
En noviembre de 1973 lo public¨® La Tercera Hora. En una entrevista, la mujer de Pinochet defini¨® a su marido como "un cat¨®lico deportista". Ante el asombro de los periodistas chilenos dijo que lo llamaba as¨ª "porque al que no comulga con sus ideas lo env¨ªa al estadio", alusi¨®n obvia al campo de f¨²tbol nacional donde se han jugado miles de encuentros y en donde multitud de chilenos y extranjeros fueron objeto de prisi¨®n, tortura y muerte. Ahora, el estadio sirve de c¨¢rcel a quienes han salido a la calle y han dicho hasta.
En Chile no se hace pol¨ªtica en voz baja. Si con motivo del refer¨¦ndum de 1980 -plebichiste, para unos; pinochetazo para otros- la oposici¨®n se encaden¨®, intuyo que ahora, ante el miserable asesinato de dos ciudadanos a?adidos a la larga lista de cr¨ªmenes, la reacci¨®n puede ser m¨¢s violenta. Hoy, las disensiones entre militares oxidan los engranajes que tan perfectamente parecieron funcionar durante unos a?os. Frente a este cuadro se debaten las fuerzas democr¨¢ticas. Unos reclaman un frente ¨²nico para derribar al fascismo; otros postulan un gran partido de vanguardia. capaz de quebrarle la espina dorsal al militarismo. En cualquier caso, los resistentes que han salido a la calle est¨¢n en los proleg¨®menos de su actitud libertadora. Como ciudadanos que han sido amamantados en la democracia, saben que los estrepitosos fracasos de Pinochet nunca justificar¨¢n los propios. Son unos hombres y mujeres -y tambi¨¦n ni?os; s¨ª, tambi¨¦n ni?os- que est¨¢n protagonizanda una experiencia, excepcional en el sentido lato de la palabra. Ya no basta protestar con todo el silencio, como dec¨ªa Camus. Lo est¨¢n haciendo tal cual se debe hacer: en la calle y con toda la voz que tienen.
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