Portugal, nueve a?os despu¨¦s
Uno se pregunta qu¨¦ fue de aquella pl¨¦yade de militares portugueses de alto rango que en abril de 1974 hicieron la jubilosa revoluci¨®n de los claveles. La foto de una muchacha poniendo una flor en el ca?¨®n del fusil de un soldado amigo no s¨®lo dio la vuelta al mundo por su belleza, sino que se impuso de inmediato como un s¨ªmbolo de una vida nueva. Portugal era una fiesta. Nadie dorm¨ªa, nadie ten¨ªa un horario de trabajo fijo, y el tiempo apenas si alcanzaba para celebrar la victoria sobre una de las dictaduras m¨¢s antiguas y crueles del mundo, y para disfrutar, en plena calle y a voz en cuello, de la libertad recobrada. "Nadie puede entendernos mejor que ustedes", le dijo por aquellos tiempos un miembro del Consejo de la Revoluci¨®n a un grupo de periodistas latinoamericanos. "Los europeos, aun los m¨¢s comprensivos, tratan de interpretarnos con una ¨®ptica de pa¨ªs desarrollado y no encuentran c¨®mo meternos a la fuerza dentro de sus esquemas". Por motivos hist¨®ricos y geogr¨¢ficos, siendo uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, pero con una posici¨®n estrat¨¦gica esencial para las potencias occidentales, Portugal estaba obligada a sentarse a la mesa de los pa¨ªses m¨¢s ricos de la tierra, pero hablando un idioma nuevo que nadie entend¨ªa porque a nadie le conven¨ªa entenderlo, y con los fondillos remendados y los zapatos rotos, pero con la dignidad que le impon¨ªa el haber sido en otro tiempo el due?o casi absoluto de todos los mares.La presi¨®n tremenda de ese drama se reflejaba en todos los aspectos de la vida portuguesa. Todo se hab¨ªa vuelto pol¨ªtico. Desde la plaza del Rossio, en el coraz¨®n de Lisboa, hasta el rinc¨®n m¨¢s remoto y olvidado de la provincia no hab¨ªa un cent¨ªmetro de pared, ni un anuncio de carretera, ni el pedestal de una estatua que no tuviera pintado un letrero pol¨ªtico. "Unidad sindical", ped¨ªan a brocha gorda los comunistas, mientras acusaban a los socialistas de querer dividir la clase obrera para dejarla a merced de la socialdemocracia europea. "Socialismo, s¨ª; pero con libertades", dec¨ªan sin m¨¢s explicaciones los socialistas. "Fuera el ¨ªmperialismo capitalista y el socialimperialismo", dec¨ªa un partido de extrema izquierda, cuyo radicalismo intransigente se confund¨ªa con la l¨ªnea de candela de la provocaci¨®n. "Viva Cristo Rey", gritaba la reacci¨®n cat¨®lica. "El voto es el arma del pueblo", dec¨ªan los liberales. Y los anarquistas, con su ingenio incansable, correg¨ªan en la pared de enfrente: "El arma es el voto del pueblo". De d¨ªa, en medio del desorden alborozado, los militantes del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n tocaban el tromb¨®n en la puerta de los grandes almacenes y fomentaban el p¨¢nico con sus diatribas pavorosas contra el alcohol y el sexo. Muy tarde en la noche, cuando el cansancio doblegaba por fin el activismo desaforado, la reacci¨®n hac¨ªa reventar bombas de alto poder y envenenaba al mundo don el rumor infame de que al hermoso e id¨ªlico Portugal dp las canciones se lo hab¨ªa llevado el carajo.
En medio del estruendo ensordecedor, hab¨ªa una inteligencia distinta: el Movimiento de las Fuerzas Armadas (FMA), dirigido por una cosecha de oficiales j¨®venes, y cuyo poder pol¨ªtico, unido a su poder de fuego y a su popularidad inmensa, hac¨ªa de ellos mucho m¨¢s que ¨¢rbitros simples de la situaci¨®n. Los pesimistas por la ruina de la econom¨ªa nacional, dec¨ªan con un gran desprecio: "Portugal no produce sino portugueses". Los dirigentes del FMA replicaban: "La mayor riqueza de un pueblo es su poblaci¨®n". La mayor¨ªa de ellos eran antiguos universitarios reclutados por la dictadura como carne de ca?¨®n para las guerras colon¨ªales. Trabajaban sin horarios, sin pausas, lo mismo en la Administraci¨®n p¨²blica que en las campa?as de politizaci¨®n de los campesinos. La democracia hab¨ªa empezado por los cuarteles: oficiales y soldados se tuteaban, dorm¨ªan en el mismo cuarto y com¨ªan la misma comida en la misma mesa. Por primera vez en la historia de la humanidad las tropas ten¨ªan derecho a desobedecer una orden si sus oficiales no les dec¨ªan para d¨®nde iban y con qu¨¦ prop¨®sito. La respuesta a todos los niveles era la misma: "Vamos para un socialismo inventado por nosotros mismos, de acuerdo con nuestras condiciones propias, independiente de todo centro internacional de poder y, al mismo tiempo, construido con imaginac¨ª¨®n y humanidad".
Lo que nos pregunt¨¢bamos todos los periodistas asombrados que visit¨¢bamos Portugal por aquellos d¨ªas era c¨®mo los militares de una dictadura infame hab¨ªan llegado a comprender que todo cambio era imposible sin una integraci¨®n real con el pueblo, y c¨®mo hab¨ªan tomado conciencia de esa realidad. El proceso, en verdad, fue muy simple. Cuando la guerra se agudiz¨® contra los movimientos de liberaci¨®n de las colonias africanas -y en especial Angola y Mozambique-, los oficiales de la dictadura, que eran arist¨®cratas de solemnidad, decidieron improvisar una oficialidad de clase media que sirviera de carne de ca?¨®n en los dominios sublevados. Para eso abrieron, en primer t¨¦rmino, las puertas de la academia militar, donde se formaban los oficiales de carrera, y en segundo t¨¦rmino, empezaron a reclutar universitarios para convertirlos en oficiales milicianos con el grado inmed¨ªato de subtenientes. De modo que en el curso de pocos a?os cambi¨® por completo la composici¨®n de la clase de los mandos medios. "Fue muy f¨¢cil", dijo un oficial a los periodistas, "que nuestra promoci¨®n, con una edad promedio de 28 a?os, sufriera una transformaci¨®n ideol¨®gica en el sentido de las aspiraciones populares". Otro oficial dec¨ªa: "Nuestra conciencia se form¨® en las largas noches de reflexi¨®n en. los campamentos de ?frica, conversando con los soldados, que en realidad eran universitarios unif¨®rmados, y con los prisioneros que captu-
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r¨¢bamos entre las guerrillas y que nos estremecieron con el ejemplo de su decisi¨®n y su claridad". Los nombres de los militares que dirig¨ªan el cambio llegaron a ser legendarios: Vasco Gon?alves, Costa Gomes, Melo Antunes, Otelo de Carvalho, Vasco Louren?o, Correia Jesuino, Rosa Cutinho. Todos pertenec¨ªan al Consejo de la Revoluci¨®n, que era el organismo rector del proceso, y ocupaban cargos claves en el Gobierno. Melo Antunes, un fumador nervioso y sonriente que pasaba casi sin darse cuenta de una conversaci¨®n pol¨ªtica a una discusi¨®n sobre literatura, era considerado por sus compa?eros como uno de los ide¨®logos m¨¢s antiguos y l¨²cidos del FMA. Sin embargo, tal vez fue Otelo de Carvalho el m¨¢s carism¨¢tico de todos y el que pareci¨® m¨¢s decidido a asumir la responsabilidad pol¨ªtica del pa¨ªs para llevar el proceso de cambio hasta sus ¨²ltimas consecuencias. Qu¨¦ fue lo que se lo impidi¨® y qu¨¦ fue lo que se llev¨® a Portugal por un camino distinto es algo muy dif¨ªcil y, sobre todo, muy largo de establecer. Pero el hecho es que los promotores y protagonistas mayores de aquella revoluci¨®n casi po¨¦tica fueron relegados, si no al olvido, al menos a la penumbra. De ah¨ª que sea tan significativa una noticia a la cual no se le ha dado, ni siquiera en Portugal, la atenci¨®n que merece. Me refiero a la creaci¨®n de la Asociaci¨®n Veinticinco de Abril, integrada no s¨®lo por todos los miembros del Consejo de la Revoluci¨®n original, sino por m¨¢s de 1.500 oficiales de las fuerzas armadas. Mil trescientos de ellos son todav¨ªa activos, o sea, la cuarta parte de la oficialidad actual. "Se trata de ampliar y profundizar el esp¨ªritu democr¨¢tico de las fuerzas armadas", ha dicho en privado uno de sus fundadores. "No tenemos aspiraciones pol¨ªticas inmediatas ni queremos intervenir en las condiciones actuales". Pero la mayor¨ªa de ellos est¨¢n de acuerdo en que las fuerzas de la reacci¨®n son cada vez m¨¢s activas e influyentes en Portugal y que la vigilancia insomne de los h¨¦roes en reposo del FMA puede impedir, llegado el caso, que Portugal regrese a su pasado sombr¨ªo. Ante las acusaciones de que se trata de una organizaci¨®n subversiva, sus promotores se?alan que se ajusta del todo a la Constituci¨®n vigente y que es tan legal y p¨²blica como otras muchas de diverso car¨¢cter que existen en Portugal. M¨¢s a¨²n: uno de sus miembros m¨¢s distinguidos es el propio presidente de la Rep¨²blica, el general Eanes. Lo cual demuestra, una vez m¨¢s, lo que desde hace tantos siglos se sabe, y es que Portugal es un pa¨ªs muy raro. Por decir lo menos.
Copyright 1983, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez-ACI.
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