Bolero
El bolero, qu¨¦ pena. Sacar un cierto partido de la pena es una virtud superior, y el bolero de posguerra era una de esas posibilidades. Se iba a la bo?te: sol¨ªa ser un breve s¨®tano de luz atenuada. Una caja, ya lo dice su nombre. Se deb¨ªa tomar un porto-flip: como ten¨ªa huevo y unas raspadurillas de almendra con el oporto, serv¨ªa de sobrealimentaci¨®n. En un estradillo, el cantante, un piano, alg¨²n ritmo. El cantante no era Jorge Sep¨²lveda, claro: se le o¨ªa por la radio, o le o¨ªan los m¨¢s ricos -los nuevos ricos, los del haiga, los del estraperlo: o simplemente las clases ascendentes-; el imitador, el que cantaba sus canciones, bastaba para los consumidores de porto-flip.-Cuando se fue -dec¨ªan de ¨¦l- se llev¨® la llave de la despensa y el bast¨®n...
La llave de la despensa: el dinero para ir viviendo. El bast¨®n, ?por qu¨¦?
-Me dar¨ªa con ¨¦l si viera en lo que estoy metida...
A lo mejor s¨®lo estaba metida en bailar un poco y que la alimentasen algo. Pero era la ¨¦poca en la que se debat¨ªa acerca de si bailar era un pecado, y la respuesta era que s¨ª ("j¨®venes que vais bailando / al infierno vais llegando"). S¨ª se apretaban un poco los j¨®venes y las viuditas, con la m¨²sica de Sep¨²lveda. Y tambi¨¦n en las clases altas. Los arrullos del bolero han llevado a bodas y natalicios: nacer¨ªan entonces algunos que hoy son ministros (es un decir) o que son fracasados: la generaci¨®n del cambio. Uno ve¨ªa delante la mu?equita linda y ten¨ªa la educaci¨®n sentimental que derrochaba la Cadena SER.
Sep¨²lveda pas¨® por encima del bolero. Para V¨¢zquez Montalb¨¢n -un especialista- era un crooner, de la l¨ªnea de Bonet de San Pedro y Ra¨²l Abril, hasta llegar a Jos¨¦ Guardiola, "¨²ltimo cantante espa?ol empe?ado en pronunciar bien las vocales". Crooner: de to croon, melodizar una canci¨®n con serenidad y tranquilidad. Ejemplo insigne, Bing Crosby. Caso concreto de Jorge Sep¨²lveda: Santander.
Tuvo un revival hace poco: sali¨® en Televisi¨®n, le ampar¨® Sarita Montiel. Como a Antonio Mach¨ªn, como a Bonet de San Pedro. Voces un poco desvirilizadas, un poco de tiempos de indecisi¨®n y de inseguridad, de evasi¨®n de la posguerra. Amores perdidos, alguna desesperaci¨®n, alg¨²n desconsuelo: la mujer, impregnada todav¨ªa de medievalismo (la adoraci¨®n a lo inasequible). Quiz¨¢ pudiera convenc¨¦rsela mediante una peque?a inversi¨®n en gambas a la plancha; las adoraban profundamente y las despedazaban con sus u?itas. O, en fin, con un bolero de Jorge Sep¨²lveda.
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