Secuestrados
El perd¨®n, la comprensi¨®n y el elogio que el padre de Julio Iglesias ha hecho de sus secuestradores subvierte los ¨®rdenes de la raz¨®n. Pero no es, desde luego, la primera vez que ocurre. Los psic¨®logos llaman a esto el s¨ªndrome de Estocolmo, lo que no deja de ser una redundancia investida de ciencia. El secuestrado -dice el Estocolmo- establece una corriente de simpat¨ªa con sus aprehensores, que le persigue m¨¢s all¨¢ del cautiverio. Bien est¨¢. Pero siendo as¨ª, si el secuestrado se recuesta, en virtud del secuestro, hacia el lado del secuestrador, ?qu¨¦ es lo que el secuestrador entrega a cambio del rescate?Toda nuestra existencia estuvo basada en el intercambio, desde la permuta por corderos hasta el canje de corazones. Todo tiene un precio que da cuenta de nuestra comunicaci¨®n. Los bien avenidos se cruzan obsequios y los enemigos intercambian ofensas. Incluso la propuesta cristiana, en apariencia transgresora, de entregar bien por mal no pierde el respeto a la misma ley mercantil. El reino de Dios es un soleado mercado en donde se ofrece amor por amor. Amor que con amor se paga.
Lo que sucede, sin embargo, con los rehenes contaminados de simpat¨ªa por los delincuentes no es eso. Aman a los secuestradores no para redimirlos. No tratan de salvarlos, ni siquiera tratan de comprenderlos. Los comprenden. Y siendo as¨ª, los secuestradores acaban teni¨¦ndolo todo. No s¨®lo el precio pedido por el rescate pasa hacia su lado; el rescatado tambi¨¦n se pone equ¨ªvocamente de su lado. En conclusi¨®n, la contraprestaci¨®n carece de una parte y el intercambio queda abolido.
Ocurre en este supuesto como con la amenaza nuclear, signo m¨¢s del fin del intercambio. Hasta ahora las guerras pretend¨ªan mejorar posiciones pol¨ªticas a cambio de ofrendar vidas humanas. Desde ahora, sin embargo, la entrega de vidas humanas va unida a la destrucci¨®n total, y de ah¨ª, a la devastaci¨®n del posible objeto permutable. Baudrillard dictamina este rizo de la ¨¦poca como un pase de las estrategias banales a lo que llama estrategias fatales. Baudrillard ha escrito un libro para mostrarlo. M¨¢s llanamente, el padre de Julio Iglesias y ante la Justicia -s¨ªmbolo de contraprestaci¨®n y balanza sumas-, lo canta.
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