Theodorakis: ola de plata, direcci¨®n del tiempo
Aunque es como para cantado a cubierto bajo flam¨ªgeras b¨®vedas de catedrales o de solemnes palacios de la m¨²sica, la presentaci¨®n del Canto general de Mikis Theodorakis sobre poemas de Pablo Neruda se hizo anteanoche en Madrid, en el humild¨ªsimo estadio Moscard¨® del popular barrio de Usera.No, no era el lugar. A pesar de que el ambiente del p¨²blico no pod¨ªa estar mejor dispuesto. Una mezcla de romer¨ªa y concentraci¨®n rockera -claro que con gente no tan joven- esperaba el inicio de la fiesta. Tumbados por la hierba mal cuidada del campo, alegres por las gradas, entre vasos de pl¨¢stico con cerveza y grandes bocatas, la generaci¨®n del 68 y algunos de sus antecesores, y tambi¨¦n de sus hijos, aguardaban la voz de Neruda, el c¨¢lido mensaje del compromiso y la m¨²sica del griego famoso. Hubo que esperar.
Con casi una hora de retraso -mal excusado por los organizadores- se inici¨® el concierto. Sali¨® el coro sueco, con t¨²nicas rojas; los m¨²sicos, de verde, y el propio Theodorakis, en riguroso negro. El p¨²blico, aunque muy bien dispuesto, ya estaba cansado. Cundi¨® la protesta, pero logr¨® imponerse la m¨²sica.
Yo no s¨¦ si todo el mundo sab¨ªa lo que iba a escuchar. El Canto general de Neruda / Theodorakis es una sublimaci¨®n de la m¨²sica popular. Los sones at¨¢vicos de la Am¨¦rica Latina y de Grecia, unidos, se han transformado en cantata, en poema sinf¨®nico al servicio y nivel del famoso canto nerudiano. Las voces de Mar¨ªa Farandouri y Petros Pandis, altemando con el coro, logran el vuelo. A medio camino entre la gran manifestaci¨®n socialrealista, el recuerdo de los viejos aedos y la celebraci¨®n lit¨²rgica, Theodorakis intenta ponerse al nivel -y creo que lo consigue- del acto de Neruda.
El Canto general (publicado por primera vez completo en 1950) quiere ser una nueva ¨¦pica -colectivista, americana, partidista, l¨ªrica, popular, abundosa, amaz¨®nica, torrentera, himno al pueblo a su palabra y a las piedras nobles de Machupicchu, todo amalgamado y junto. La m¨²sica coral de Theodorakis presume lo mismo. Y en los 12 poemas; que selecciona -m¨¢s uno propio, en griego, homenaje al poeta- logra hablar de Sandino, de la explotaci¨®n, del partido, de Zapata, de la insurrecci¨®n y, sobre todo, de Am¨¦rica misma, de la sangrante vitalidad de Continente.
Neruda sab¨ªa mezclar bellas im¨¢genes con significados mer¨ªdianos. Theodorakis hace populismo refinando la m¨²sica. Y as¨ª, como en el poema de las bestias selv¨¢ticas, el concierto es a ratos noche de caimanes, hormiguero monacal, arcoirisada crester¨ªa o anaconda cubierta de barros rituales, / devoradora y religiosa.
Pero no, no era el sitio. Y, para mayor desgracia, la noche se puso fr¨ªa, y los vasos rodaban por las gradas entre la ventisca, y los oyentes se apretujaban en el cesped para entregarse el calor humano, y Margarita Kramer y Leopoldo Alas ten¨ªan que contarme su viaje a Grecia con George Moustaki para sentir el sol benigno de las islas, que, como la m¨²sica, tanto esperamos.
Es hermos y sacral, un poco bizantina y un mucho incaica, y siempre alta, y siempre libertadora, y siempre human¨ªsima y abanderada la conjunci¨®n de Neruda con Theodorakis, su sed de justicia. Pero ni era bueno el lugar a pesar de la magia del barrio - ni era buena, por ventosa e invernal, nuestra noche.
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