Menos adoquines
Les ha dado a los actuales mun¨ªcipes madrile?os por ir llenando paseos, plazas y parques de un rudo, malcompuesto e incluso peligroso pavimento, a base de los desechos de adoquines de las viejas calles de la ciudad. Siendo, desde luego, imperdonable lo perpetrado, en este sentido, en lugares tan bellos, y antes tan gratos, como, entre otros, la lonja del monumento a Alfonso XII, en el Retiro, y el mism¨ªsimo paseo del Prado, junto a la pinacoteca nacional.Lo que hasta hace poco eran reservas de comodidad, donde los ciudadanos pod¨ªan relajarse, paseando agradablemente, hoy son odiosas, accidentadas y mortificantes superficies. Ni aun para veh¨ªculos se conciben, a la saz¨®n, este tipo de abruptos y berroque?os pisos (aunque se conserven para sitios especiales, como salidas de coches de bomberos o camiones de gran tonelaje), por lo que hace ya mucho que se procedi¨® al asfaltado de casi todas las calles.La avasalladora y cutre invasi¨®n de los adoquines no ha respetado ni siquiera las aceras centrales del paseo del Prado de las que han sido destruidos grandes tramos, rompiendo burdamente la armon¨ªa y la unidad de una de las mejores, m¨¢s nobles y tradicionales ¨¢reas urbanas que le quedaban a Madrid, tan torpemente estropeada (y a un alto coste, a expensas de los contribuyentes, incluidos jubilados, pensionistas y trabajadores en paro) con esos fe¨ªsimos, pretenciosos, cursis, mon¨®tonos, obsesivos e intransitables redondeles de adoquines con que lo han llenado todo, entre la antigua casa sindical y el Jard¨ªn Bot¨¢nico, en un insuperable alarde de ordinariez, falta de est¨¦tica y paleter¨ªa. /
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