El gran defecto de la ley de Maravall
La ley de Reforma Universitaria es tan razonable que no suscita entusiasmo. Y este es precisamente su defecto principal. Una de las objeciones que se le han hecho es que deja demasiados cabos sueltos. Quienes so?aban con establecer por decreto la depuraci¨®n de catedr¨¢ticos incompetentes tiemblan ante la evidencia de que esta ley deja la responsabilidad de la reforma en manos de los propios universitarios. Y quienes, como los otros dicen, tienen la sart¨¦n por el mango en las instituciones acad¨¦micas tampoco est¨¢n felices ante la evidencia de que en el futuro la incompetencia de cada uno quedar¨¢ desprotegida de esa coraza burocr¨¢tica que era el ¨²nico sost¨¦n de su peque?a parcela de poder.Para contentar a ambos tipos de cr¨ªticos habr¨ªa que encontrar su punto de coincidencia. Sin duda, ¨¦ste reside en una com¨²n concepci¨®n corporativista y arcaica de la autonom¨ªa universitaria. De manera que, para dejar satisfechos a unos y otros, bastar¨ªa una ley muy corta que dijera: "Art¨ªculo ¨²nico: todos los reglamentos, leyes, costumbres, ¨®rdenes administrativas, vicios de procedimiento, arbitrariedades, ritos, rutinas e insensateces por los que hasta ahora se han venido rigiendo las universidades quedan exactamente igual que estaban". As¨ª, los profesores no numerarios podr¨ªan seguir reivindicando el contrato laboral y justificar su profundo compromiso con la profunda reforma de la Universidad que alg¨²n d¨ªa se lograr¨¢ en la profundidad de los tiempos. Y los detentadores del mango de la sart¨¦n podr¨ªan seguir haciendo ostentaci¨®n de su buen hacer y hasta de su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias. El miedo al qu¨¦ dir¨¢n de unos garantizar¨ªa la estabilidad en el empleo de los otros. Peri¨®dicamente seguir¨ªa habiendo la posibilidad de que algunos de estos ¨²ltimos se cambiaran de bando, previo paso por el rito de unas oposiciones en las que nadie tendr¨ªa un inter¨¦s oculto y todos participar¨ªan reverencialmente para mayor gloria de la instituci¨®n.
Las ventajas de una ley as¨ª no se limitar¨ªan a los universitarios. Tambi¨¦n la propia sociedad se ver¨ªa muy beneficiada. Por ejemplo, ante el espect¨¢culo de la vida acad¨¦mica, los hombres bienpensantes podr¨ªan seguir clamando de cuando en cuando: "?Hay que reformar la Universidad!" Podr¨ªan organizarse encuentros, simposios, encuestas y seminarios especializados sobre el tema. Sindicatos, empresarios, instituciones de gobierno podr¨ªan dar continuas muestras de sensatez declarando, cuando la ocasi¨®n fuera oportuna: "Muy mal, muy mal. La Universidad est¨¢ muy mal. Tenemos que hacer algo por ella".
En lugar de dar paso a este aquelarre de emociones, grandes palabras y heroicas luchas por altos ideales, la ley de Maravall se contenta con suprimir las oposiciones, desatar las manos de los universitarios para que organicen sus propios estatutos y meter a los hombres bienpensantes en las instituciones acad¨¦micas para que puedan arrimar el hombro a una tarea que en tan alta estima tienen. Es una ley tan poco demag¨®gica que hasta, en una primera redacci¨®n, se olvid¨® de reconocer el derecho de los estudiantes (yo creo que por olvido) a participar en los ¨®rganos de gobierno universitarios.
S¨ª, lo malo de la ley de Maravall es que ha roto la fascinaci¨®n de estar siempre en trance de iniciar una tarea prometeica. Esta ley ha acabado con el romanticismo de la reforma universitaria y se ha limitado a hacerla posible. Es algo que no se le puede perdonar.
es profesor de L¨®gica y Filosof¨ªa de la Ciencia en la universidad de Salamanca. Senador del PSOE por Salamanca.
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