Las 'chorradas'
En reciente rueda de Prensa, parece que el vicepresidente Alfonso Guerra coment¨® sobre la marcha que los periodistas estaban preguntando "chorradas". Nada s¨¦ de cuanto se refiere a ese caso, pero el corte del vicepresidente nos permite desarrollar una m¨ªnima teor¨ªa de la chorrada, que es un g¨¦nero period¨ªstico que, con la libertad, nos ha tra¨ªdo la democracia. Quiz¨¢ una chorrada sea el precio que se pague por decir una verdad, o, directamente, quiz¨¢ la chorrada sea el rev¨¦s de una verdad. "Cada cosa est¨¢ pre?ada de su contraria", dec¨ªa Marx. La chorrada como nuevo g¨¦nero period¨ªstico ha dado ya algunas robustas y necias flores. Por ejemplo, cuando Felipe Gonz¨¢lez, como presidente, se puso el frac para asistir a algunos actos del m¨¢s alto protocolo, con grandes dignatarios extranjeros. Todo un frente period¨ªstico se dedic¨® a ironizar sin iron¨ªa (la iron¨ªa no es asignatura de la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n) sobre el cambio de chaqueta -sutil¨ªsimo-, aquellas camisas de cuadros, qu¨¦ se hicieron, las ropas chapadas y el remoto, legendario y casi canonizado Isidoro. Dice el Libro de Estilo de este peri¨®dico que "el rumor no es noticia". La chorrada tampoco, claro, pero hay peri¨®dicos y periodistas que, faltos de noticias -o refractarios a ellas-, e incluso faltos de rumores (el rumor nace de la imaginaci¨®n / intuici¨®n de lo que pasa: puede ser una noticia venidera, su forma todav¨ªa sin forma), se ha dedicado abiertamente a la chorrada. S¨®lo tendr¨ªa que advertirle uno a Guerra (quien, como vemos, se conserva ecol¨®gicamente lenguaraz) que "chorrada" es voz ya pasada en todos los argots callejeros, que son las fugas de agua de un idioma: acabar¨¢ prohibi¨¦ndolos Isabel II/ Canal.A chorrada sucedi¨® chuminada, que, sencillamente, cambia de sexo la expresi¨®n. Y luego vino parida, que se mantiene en todas las jergalizaciones espa?olas de hoy. Son voces abultadas, bajobarrocas, que vienen a decir "bobada". Pero esta bobada / chorrada / parida no es tanto invenci¨®n de la Prensa, ni mucho menos de los periodistas, que viven en creaci¨®n informativa / imaginativa constante, sino, como casi siempre, de ciertos pol¨ªticos impol¨ªticos que los manipulan o lideran. Gentes que, incapaces o camastrones para una cr¨ªtica t¨¦cnica y sensata al Gobierno, prefieren este otro juego f¨¢cil y l¨®brego, y crean su propia Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n y la Chorrada. Es la irrisi¨®n supliendo a la informaci¨®n. Otra chorrada / bobada / parida: Tierno Galv¨¢n baila con la negrona Flor, y entonces se aprovecha para decir que el alcalde est¨¢ "estrechando relaciones" con los pa¨ªses africanos. Ernest Lluch fragua la despenalizaci¨®n (restringida) del aborto (el otro d¨ªa me lo contaba en lo de Las bicicletas son para el verano) y ciertos frentes informativos argumentan con que Beethoven podr¨ªa no haber nacido, por culpa del aborto. (Encima, no les gusta Beethoven). Vuelve Kissinger, reclamado por Reagan: al hombre que perdi¨® la in¨²til guerra de Vietnam se le llama pacificador y genio de la diplomacia. Viene el Papa Wojtyla despu¨¦s de las elecciones y los diez millones de votos, y se escribe, a prop¨®sito de las naturales movidas de monjas, madres de familia, clarisas de provincia y novicias exclaustradas con bocata, que "aqu¨ª est¨¢ el verdadero sentir del pueblo espa?ol". La Thatcher se niega a hablar del Pe?¨®n y nuestra afrenta hist¨®rica no es ya el Pe?¨®n, sino la pajarita de Fernando Mor¨¢n. Podr¨ªa hacerse, pues, una antolog¨ªa de la chorrada nacional, como esas antolog¨ªas del disparate que andan por ah¨ª. La chorrada, repito, antes que una invenci¨®n period¨ªstica es una imposici¨®n pol¨ªtica. M¨¢s c¨®modo que un an¨¢lisis y menos inc¨®modo que una dimisi¨®n. Esper¨¢bamos el an¨¢lisis cr¨ªtico de este singular socialismo espa?ol, y nos encontramos la chorrada cotidiana. O sea, la parida.
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