El otro rostro de Benidorm
Aunque poco queda de la primitiva poblaci¨®n, todav¨ªa permanecen restos de murallas de cuando los moros la llamaban Benihardim
M¨¢s all¨¢ de esa locura de torres inmensas, apartamentos y discotecas que se levantan como un espejismo en la tierra m¨¢s ¨¢rida y reseca de Alicante; detr¨¢s de ese mundo de ne¨®n, cemento y grandes avenidas que forman el Benidorm de hoy, la ciudad s¨ªmbolo de la gran operaci¨®n tur¨ªstica, se encierra, embutido entre las nuevas urbanizaciones y el mar, el casco antiguo de esa antigua Alonis, cuya fundaci¨®n se remonta a varios siglos antes de nuestra era.Poco queda de la primitiva poblaci¨®n, destruida por los tiempos y la voracidad de los hombres; tan s¨®lo algunos restos de murallas, de cuando los moros la llamaban Benihardim, en el cerro de la Cala.
Tambi¨¦n los cimientos del castillo que mandara edificar Felipe II para defender la costa de los continuos ataques de los piratas berberiscos.
Los planos se deben a aquel Antonelli autor de otra gran obra en estas tierras, la inmensa fortaleza -el Fort-, cuyos restos a¨²n se alzan en la sierra de Bernia, en la bah¨ªa de Altea. Detr¨¢s de ese extraordinario mirador que se levanta entre las dos playas -la de Levante y la de Pon¨ªente-, y en el mismo lugar en que estuviera emplazado el castillo, se aprieta el casco antiguo, que desciende -a veces en escalera, como en el Carrer dels Gats- hasta el llano.
Es interesante la parroquia, del siglo XVIII, con pinturas italianas, y la calles y casas, de innegable sabor moro.
Al sur, la Marina Baxa
Al sur de Benidorm, otro pueblo de pescadores convertido en centro tur¨ªstico, Villajoyosa, cerrando la comarca de la Marina Baixa, esa tierra saturada de sol y falta de lluvias, atravesada por la sierra de A¨ªtana y el Puigcampana, y cubierta de almendros y olivos.Tambi¨¦n de fundaci¨®n antiqu¨ªsima (se han encontrado huellas de la Edad del Bronce), con serva parte de lo que fue su n¨²: cleo primitivo. A¨²n se puede ver algo de lo que fueron sus murallas: unos lienzos y dos torres, as¨ª como su iglesia, g¨®tica con portada renacentista
Pero el mayor encanto de Villajoyosa reside en su barrio de pescadores, la zona comprendida entre la carretera y el mar, un conjunto de casas apretadas y en pendiente que muestra en sus fachadas -rosas, a?iles, verde tenue- todos los colores del Mediterr¨¢neo. Ya en el paseo Mar¨ªtimo, los espacios se ampl¨ªan y crecen las palmeras delante de una hilera de casas que son ejemplo de la arquitectura popular alicantina.
Y al norte, Altea, la mejor conservada de las tres poblaciones, sin duda la m¨¢s conocida por su belleza.
Sin dudarlo, lo m¨¢s interesante es su parte alta, la que se aleja del mar y se extiende alrededor de la iglesia: calles blancas y rincones inesperados forman un conjunto salvado de milagro de la destrucci¨®n y el cemento. No se puede decir lo mismo de su parte baja, el antiguo barrio de pescadores, que, sin embargo, ha mantenido un cierto respeto hacia el tipo de construcci¨®n primitiva.
El interior
Rodeada de monta?as ¨¢speras que llegan hasta el mar, la Marina Baja -almendros en tierra reseca y oasis de naranjos y limoneros-, asolada durante siglos por piratas y sublevada por los moriscos, guarda ocultos paisajes ins¨®litos en los pliegues de la Aitana. De Benidorm -tambi¨¦n de Altea- parte una carretera que, pasando por Polop -el pueblo de Mir¨®-, llega a Callosa d'Ensarri¨¢, que trepa sobre una ladera en las estribaciones de la sierra de Bernia.Rodeada de huertas por todas partes, est¨¢ regada por el Algar y el Guadalest. Su apellido le viene de cuando fue propiedad del almirante Bernat de Sarri¨¢, pero mucho antes fue colonia griega y poblaci¨®n ¨¢rabe. Su casco m¨¢s aut¨¦ntico hay que buscarlo en lo alto, m¨¢s all¨¢ de la gran iglesia, con portada del siglo XVI, de factura herreriana, que preside una peque?a plaza.
All¨ª da comienzo un manojo de calles estrechas que se quiebran en la continua subida. Buenas casas y bien conservadas, sobre todo una, fechada en 1650, perfectamente blanca, pintadas de azul sus puertas y ventanas, convertida en galer¨ªa de arte, cuya mejor obra es la misma construcci¨®n. A menos de cinco kil¨®metros del pueblo se encuentran las fuentes del Algar, una excursi¨®n casi obligada para los turistas de sol y mar. Se trata de una gran cascada en medio de un paraje arbolado y hermoso, que a duras penas puede contener la habitual avalancha de gente.
La carretera se dirige hacia el interior y la sierra, remontando el cauce del r¨ªo Guadalest. Despu¨¦s de m¨²ltiples curvas y paisajes encrespados se vislumbra la cresta rocosa, inveros¨ªmilmente alta e inaccesible, donde se asienta Castell de Guadalest, un lugar al que la carretera se acerca con revueltas continuas, en una subida lenta y casi imposible. Nadie podr¨ªa haber ideado una defensa m¨¢s inexpugnable como la que la propia naturaleza compone en torno suyo.
Dominando el valle del Guadalest, sobre un alto picacho, las murallas continuaban las rocas al desnudo. Abajo, s¨®lo el vac¨ªo y la soledad. El pueblo entero, encerrado en la fortaleza, es un verdadero museo, por desgracia demasiado turistizado.
Habitado por moriscos
Como tantas poblaciones de la comarca, fue habitado por moriscos que protagonizaron distintas sublevaciones a lo largo del siglo XVI. Fue cabeza del marquesado de Guadalest, y el castillo de San Jos¨¦, hoy convertido en cementerio, prisi¨®n de los conversos que, seg¨²n las acusaciones, ayudaban a las partidas de piratas, que tanto frecuentaban estas costas. Todo viajero de pro debe recorrer la peque?a poblac¨ª¨®n de punta a punta, hacer un alto en el ayuntamiento, la iglesia y el palacio de los Ordu?a, y subir hasta los restos del castillo a trav¨¦s de un empinado v¨ªa crucis.Desde lo alto se contempla toda la Marina, las laderas abancaladas, el embalse en lo hondo, la tierra dura, la cercan¨ªa de un cielo terso y quieto.
Vuelta atr¨¢s hacia Benimentall, un pueblo de origen ¨¢rabe con un casco medieval de casas apretadas y tejas blanquecinas. Y un curioso museo, el de Art Antic, donde se guardan armas y alguna antig¨¹edad de inter¨¦s.
El regreso se puede hacer por la carretera que une esta poblaci¨®n con Polop, atravesando la sierra de Aitana: en medio de un paisaje solitario y eternamente abrasado, la Marina volver¨¢ a ser aquella comarca aislada del mundo y pendiente de un mar que no siempre est¨¢ presente.
Lo m¨¢s ins¨®lito
Els Arcs dels Atan?os, dos asombrosos arcos abiertos en la roca por los vientos y el agua. Se encuentra en la pista que une Castell de Castells con Tarbena, al norte de Guadalest.Los pous de la neu, construcciones de piedra que sirvieron en tiempos pasados para conservar la poca nieve que ca¨ªa en estas tierras. Cerca del Partagat, en medio de la Aitana, se encuentran algunos buenos ejemplares.
La subida al Puigcampana, ese pico de 1.420 metros de altura que se levanta a espaldas de Benidorm. La ascensi¨®n -naturalmente, a pie- se inicia en la fuente de los Molinos (carretera de Finestrat a Benidorm) y puede durar unas tres horas. Desde la cumbre, toda la costa se domina como un mapa.
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