Una grosera parodia con precios de esc¨¢ndalo
Una parodia, grosera, mala, sin gracia, eso fue la tercera corrida de la feria de San Sebasti¨¢n de los Reyes, celebrada ayer. La afici¨®n, llegada de Madrid en nutridas representaciones, estaba furiosa, y con motivo, pues el espect¨¢culo que se le ofreci¨®, a precios de esc¨¢ndalo, pose¨ªa cuantas especificaciones ser¨ªan exigibles para calificarlo de fraude.Como si reaparecieran Joselito y Belmonte, resucitados para bien de la fiesta, eran los precios. Se justificar¨¢n los empresarios aduciendo que, al fin y al cabo, resucitado hab¨ªa, pues anunciaron a Jos¨¦ Mari Manzanares, de quien llevan toda la temporada explicando sus hagi¨®grafos que se encuentra en trance de resurrecci¨®n. Mas cualquier lego en ciencia taurina, disciplina "biograf¨ªa de sus santos", asignatura "finos toreros", cap¨ªtulo "alicantinos", sabe que este resurrecto es de distinta categor¨ªa y no procede, de momento, auparlo al altar de los padres de la tauromaquia.
Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes
29 agosto.Toros de Jos¨¦ Luis Marca, impresentables, escandalosamente mochos. Anto?ete. Media perpendicular ca¨ªda y descabello (ovaci¨®n y saludos). Dos pinchazos y se sienta el toro (silencio). Jos¨¦ Mari Manzanares. Dos pinchazos y bajonazo (palmas y pitos). Estocada baja (oreja con protestas). Ortega Cano. Pinchazo hondo y dos descabellos (palmas). Pinchazo perdiendo la muleta y media desprendida (oreja).
Seguir¨¢n justific¨¢ndose los empresarios aduciendo, asimismo, que la plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes es de peque?o aforo, por lo que procede compensarlo con boletos de alto precio. Pero tampoco les redime esta aplicaci¨®n a su favor de las maquinaciones que posibilita una econom¨ªa de mercado entendida a la peculiar manera taurina, pues una vez efectuada la compensaci¨®n, ya no hay excusa para que la lidia deje de producirse en los t¨¦rminos que manda el reglamento.
Pero si no ocurre as¨ª al p¨²blico le queda la garant¨ªa de que las autoridades acudir¨¢n a socorrerle, exigiendo que lo reglamentado se cumpla y, donde no, aplicando las medidas que la ley establece, las cuales abarcan desde la multa a la retenci¨®n en comisar¨ªa, pasando por la bronca, que una autoridad con lo que hay que tener puede protagonizarla ¨¦pica.
Mas autoridad tampoco hubo, por lo menos visible. Y una vez que el p¨²blico pag¨® religiosamente su entrada -tendido de sombra, ?2.500 pesetas!-, lo que le ofrecieron a cambio, zafia parodia de corrida, fue una procesi¨®n de moruchones feos, inv¨¢lidos, babosos, meones y mutilados hasta tales extremos de evidencia, que el p¨²blico gritaba "?afeitado, afeitado!", sin miedo de ser denunciado por falsedad o injuria.
Habr¨ªa sido, por otra parte, un monumental desprop¨®sito" pues falsedad e injuria era la moruchona corrida misma, desmochada con tan burdo resultado, que nadie imagin¨® la hubieran afeitado con serrucho y escofina -que es lo decente-, sino a golpe de hacha o m¨¢s bien de pe?azo. As¨ª planteada la fiesta, el gent¨ªo protestaba con calor, las pe?as cantaban "?D¨®nde est¨¢n los toros, matarile, rile, ril¨¦?", la afici¨®n juraba no volver, y el presidente se hac¨ªa el sueco.
Hacerse un presidente de corrida el sueco a las mismas puertas de un Madrid que para toros se considera c¨¢tedra, es una temeridad, cuando el Ministerio del Interior le responsabiliza de que el reglamento se cumpla y el orden p¨²blico se salvaguarde. Es una temeridad, salvo que en el propio Ministerio del Interior sigan de vacaciones o esta cuesti¨®n de los toros, por lo dem¨¢s aut¨®ctona y muy en el calendero, les importe un r¨¢bano -lo cual, por cierto, ser¨ªa otra temeridad. De manera que el palco tuvo que oir las m¨¢s graves acusaciones hacia su competencia y responsabilidad.
Ya al final devolvi¨® al corral un toro, que sobre inv¨¢lido era buey, al cual atac¨® un cabestro y le hizo poner pies en polvorosa. El sobrero, nuevo buey, tra¨ªa un pit¨®n menguado cosa de palmo y otro sangrante, tronchado a bastonazos o tal semejaba. Hasta el tullido que saca a los toreros a hombros y si no le dejan otros costaleros los muele a mamporros (singularidades de la fiesta), lo denunciaba con su voz gangosa: "?Fitado t¨¢, fitado t¨¢_1".
Esta galer¨ªa de cuadr¨²pedos bastardos mutilados moribundos le serv¨ªa a Manzanares que, pues lleva una temporada resucitando, sabe cual es el espec¨ªfico resurrector, y los medicinaba con misteriosa industria. De tal suerte que pudo pegar pases, muchos, con su pico de alhel¨ª; encorajinado, crecido, voceador. Conclu¨ªa las faenas sudando, desmelenado, como si volviera de lidiar barrabases. Pero sab¨ªamos que no.
Tambi¨¦n le pudieron servir a Anto?ete, pero el maestro ya no est¨¢ para excesivos ruidos: En su primero, que ten¨ªa geniecillo, dibujaba dos pases asimismo dotados de pico y atr¨¢s el enga?o, se aliviaba en el tercero, volv¨ªa a empezar; y cuando al final quiso arquear la pierna para el trincherazo famoso, el torillo, que se revolvi¨®, de poco se la deja mojama. El cuarto, escandalosamente descornado, recula.ba y se tumbaba, pues era ovejo, y faena no pudo haber.
Ortega Cano sufri¨® una impresionante voltereta al banderillear al tercero. Estuvo voluntariosos con los palos y con la muleta, y suyos fueron los ¨²nicos lances buenos de la jornada. Mala jornada, grosera y sin gracia. Seg¨²n para qui¨¦n, naturalmente. Pues mientras el p¨²blico se sent¨ªa estafado y desplumado, empresarios, toreros y toda la corte met¨ªan muchos miles de duros en la cartera. Y van a por m¨¢s.
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