El miedo de los militares latinoamericanos al revanchismo
En los procesos de democratizaci¨®n que atraviesa el continente latinoamericano, hay una palabra que deja a los militares, sean argentinos, brasile?os, chilenos o uruguayos, sumidos en un mismo p¨¢nico corporativo: revanchismo. La posibilidad de que las instituciones castrenses tengan que rendir a la justicia cuentas de su actuaci¨®n como poder pol¨ªtico y represivo cuando detentaban el poder es una idea que los cuarteles rechazan con energ¨ªa.En Brasil, una ex prisionera pol¨ªtica, In¨¦s Etienne, localiz¨® la casa de Petr¨®polis (cerca de R¨ªo de Janeiro) en la que hab¨ªa sido torturada por los servicios militares y apunt¨® el nombre de los militares que la hab¨ªan transformado en un centro de torturas. Inmediatamente, los tres ministros militares brasile?os se pronunciaron p¨²blicamente y afirmaron categ¨®ricamente que la amnist¨ªa ten¨ªa que ser efectiva para todos.
LUIS MIR, Madrid
A. BASTENIER
Los militares latinoamericanos consideran que las guerras internas fueron hechas para defender un sistema de valores y que no hay combate sin muertos. Sin embargo, los militares profesionales, fuera o dentro de los cuarteles, no ocultan el peso de que las fuerzas militares hayan mantenido miniej¨¦rcitos paralelos.
El atentado que cost¨® la vida al general retirado Carol Urz¨²a, gobernador de Santiago de Chile, y que, de confirmarse la reivindicaci¨®n hecha por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), estar¨ªa dentro de una acci¨®n de hostigamiento y ataque a los principales colaboradores de Pinochet preocupa a los cuarteles y a un abanico muy variado de fuerzas de la oposici¨®n.
La seguridad nacional
La d¨¦cada de los setenta vio en Am¨¦rica Latina el auge de la doctrina de la seguridad nacional, que practicada con mucha violencia por los militares cost¨® hasta ahora, seg¨²n datos que recogieron organismos internacionales, m¨¢s de 140.000 muertos en todo el continente. Esa doctrina, basada en la defensa de los valores occidentales contra el virus comunista dentro de las sociedades, se aplic¨®, indiscriminadamente, contra cualquier persona que no aceptara la ocupaci¨®n militar del poder.
Cuando los exiliados uruguayos Lilian Celiberti y Universindo D¨ªaz fueron secuestrados en Porto Alegre, capital del estado sure?o de R¨ªo Grande del Sur, que hace frontera con Uruguay, por polic¨ªas brasile?os del servicio de Orden Pol¨ªtico y Social, ¨®rgano oficial pero de actuaci¨®n paramilitar, las autoridades brasile?as dijeron que iban a hacer investigaciones para encontrar a los culpables. Los encontraron y no pas¨® nada.
De haber ocurrido, los argentinos hubiesen protestado porque ayudaron a los militares brasile?os cuando secuestraban exiliados de ese pa¨ªs en Buenos Aires. Los chilenos podr¨ªan contar c¨®mo funcion¨® la asesor¨ªa brasile?a de represi¨®n pol¨ªtica con relaci¨®n al golpe de 1973, y los bolivianos se sentir¨ªan inseguros y podr¨ªan dar detalles de los variados golpes que Brasil estimul¨® y apoy¨® en ese pa¨ªs contra el general Torres, por ejemplo. Al mismo tiempo, se tendr¨ªa que contar c¨®mo los argentinos secuestraban en el aeropuerto de R¨ªo de Janeiro o en Foz de Iguaz¨².
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