Las pol¨ªticas del miedo
La tragedia del avi¨®n surcoreano derribado es un recordatorio de las pol¨ªticas del miedo. No es probable que se nos diga, por parte de la URSS, por qu¨¦ se perdieron esas 269 vidas, ya que obviamente est¨¢ aterrorizada por la verdad. El miedo juega, en la lucha por el poder y la seguridad, un papel m¨¢s importante de lo que generalmente se reconoce. A trav¨¦s de la historia de las guerras de religi¨®n, el enfrentamiento dogm¨¢tico de los sue?os por la vida eterna, los miedos y susurros de las personalidades y teolog¨ªas contendientes condujeron cada vez a m¨¢s conflictos y atrocidades.
JAMES RESTON
P.,
Durante la Primera Guerra Mundial, los aliados ten¨ªan tanto miedo a la Alemania del Kaiser que insistieron en una pol¨ªtica de rendici¨®n total y de reparaciones de guerra punitivas. Fue esa pol¨ªtica, entre otros factores, la que contribuy¨® inintencionadamente a una depresi¨®n econ¨®mica mundial y tambi¨¦n al crecimiento de movimientos pol¨ªticos a¨²n m¨¢s tremendos y alarmantes: el comunismo en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia.Tal vez nunca conoceremos quien dio la orden en la Uni¨®n Sovi¨¦tica de abatir el avi¨®n coreano, pero se puede conjeturar que la motivaci¨®n hay que buscarla m¨¢s atr¨¢s en la historia rusa: el miedo de las invasiones de Napole¨®n y Hitler; el miedo de ser superados por las sociedades computerizadas de Occidente y Jap¨®n; el miedo a la libertad; el miedo a los sat¨¦lites espaciales y a los aviones norteamericanos de reconocimiento que rastrean con sus instrumentos electr¨®nicos los santuarios estrat¨¦gicos sovi¨¦ticos. En esta atm¨®sfera de temor y de excesiva suspicacia, no es dif¨ªcil imaginar que la intrusi¨®n del avi¨®n surcoreano en territorio sovi¨¦tico haya podido conducir a la confusi¨®n y a un tr¨¢gico disparate.
Si los dirigentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, a trav¨¦s de sus controladas prensa, radio y televisi¨®n, no hacen sino repetir cada d¨ªa a su pueblo que Estados Unidos es el enemigo que est¨¢ intentando espiar sus zonas estrat¨¦gicas y derrocar su r¨¦gimen, no es muy sorprendente que su mando a¨¦reo y sus pilotos disparen primero y despu¨¦s traten de enterarse de los hechos.
La explicaci¨®n m¨¢s sencilla sobre el desastre del avi¨®n coreano es que, o bien el dirigente sovi¨¦tico Yuri Andropov se encontraba en funciones y orden¨® la acci¨®n, o bien hab¨ªa salido a comer y no supo nada de ella; ninguna de las cuales son hip¨®tesis confortantes.
Desde que Andropov sucedi¨® a Breznev, el l¨ªder sovi¨¦tico ha intentado convencer a Reagan de que reduzca el presupuesto militar norteamericano, y de que le venda cercales, gaseoductos y tecnolog¨ªa moderna. Ha tratado de convencer igualmente a los gobiernos de Europa Occidental para que no desplieguen los misiles nucleares de crucero y Pershing 2 en Alemania Occidental, Gran Breta?a e Italia y ha estado trabaj¨¢ndose a los movimientos pacifistas de Europa, Jap¨®n y Estados Unidos para hacerles creer que la Uni¨®n Sovi¨¦tica es un modelo de paz y un defensor de los derechos humanos. Despu¨¦s de lo cual, un avi¨®n militar sovi¨¦tico dispara contra un avi¨®n civil desarmado sobre el mar del Jap¨®n e incluso se niega a permitir a las familias de los muertos recuperar sus cad¨¢veres.
A¨²n en el caso de que uno llegue a convencerse de que todo este tr¨¢gico asunto no es sino un caso de identidad confundida -para lo cual hay que echarle bastante imaginaci¨®n- la respuesta sovi¨¦tica ha sido tan extra?a, tan indiferente a la tragedia humana y tan perversa en sus acusaciones contra Estados Unidos y Corea del Sur que s¨®lo se puede explicar.por el miedo patol¨®gico de los rusos a la libertad.
La acci¨®n de destruir el avi¨®n ya era bastante mala, y podr¨ªa tal vez haberse justificado como un error humano, pero la coartada oficial ha sido aun peor. Porque cada decepcionante declaraci¨®n oficial emanada de Mosc¨² ha vertido unagota de veneno en las relaciones Estados Unidos-Uni¨®n Sovi¨¦tica y ha aumentado esa pol¨ªtica del miedo que, desde el final de su alianza en la Segunda Guerra Mundial, es la que les ha impedido trabajar juntos por un orden sano y decente en el mundo.
"No debemos imaginar", escribi¨® el histo riador brit¨¢nico Herbert Butterfield, de Cambridge, "que todo est¨¢ bien si nuestros armamentos provocan el miedo en el enemi go; porque es posible que, al menos en el si glo, veinte, sea el miedo, m¨¢s que cualquier otra cosa, la causa de la guerra... ".
"Sin embargo, a poco que hemos intenta do en este siglo veinte tener en cuenta por anticipado las impredecibles consecuencias de la guerra", continuaba el historiador, "hemos descubierto siempre que las m¨¢s terribles de entre ellas han sido omitidas por nuestros c¨¢lculos o s¨®lo imperfectamente previstas. Un ejemplo de ello es la falta de libertad en varios pa¨ªses del este de Europa y los Balcanes; precisamente aquellas regiones cuya libertad era el principal factor por el que se supon¨ªa que se llevaron a cabo dos guerras mundiales".
En justicia, hay que decir que los rusos no tienen el monopolio de la pol¨ªtica del miedo As¨ª como Andropov la practica respecto de nosotros, Reagan hace lo mismo respecto de la URSS cuando dice que es la "fuente de toda perversidad".
E incluso en los EE.UU., en el comienzo de la carrera presidencial de 1984, estamos empezando a oir las viejas y tristes llamadas al miedo: que tanto si Reagan es reelegido, como si es sustituido por Walter Mondale o John Glenn, todo estar¨¢ perdido. Se trata de un argumento demencial, lo mismo en pol¨ªtica interna como externa. Pero apelar al miedo sigue siendo todav¨ªa un procedimiento pol¨ªtico habitual.
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