Tenemos 'papa negro'
Los cat¨®licos, lo mismo que los que no lo son, tienen una noticia de importancia: la Compa?¨ªa de Jesus ha elegido a su nuevo general, el que desde hace siglos la voz popular llama papa negro. ?Por qu¨¦? Porque su importancia s¨®lo es asimilable a la del papa blanco, al que es sucesor de san Pedro con su alba sotana.La influencia de los jesuitas en la marcha de la sociedad ha sido, desde que se fund¨® su orden religiosa, sumamente decisiva. Los lazos que han tendido constantemente hacia el mundo resultaron de gran importancia en muchas ¨¦pocas hist¨®ricas.
Y ahora, en que la Iglesia cat¨®lica romana se encuentra en fuerte crisis, tras el Concilio Vaticano II y el proceso secularizador ocurrido en nuestra era, la Compa?¨ªa de Jes¨²s sufre en sus carnes el mismo impacto doble que el mundo experimenta.
E
MIRET MAGDALENA
La crisis intelectual de los seguidores de su m¨¢ximo mentor de hace cuatro siglos, el original tomista padre Francisco Su¨¢rez, ha disgregado su f¨¦rreo pensamiento, y la cohesi¨®n que ten¨ªa se ha roto en mil pedazos. Los problemas sociales del momento -los jesuitas han sido siempre muy sensibles a ellos- han sido el revulsivo que les ha hecho tirar por la borda ese bagaje intelectual de cuatro siglos. Han comprendido que necesitaban un nuevo "gorro de pensar", como ped¨ªa el historiador Butterfield, para salir adelante del atasco en que se encuentra el mundo actual a todos los niveles.
Pero ese "gorro de pensar" no es ¨²nico ni est¨¢ claramente perge?ado en las nuevas mentes de los jesuitas que pretenden mirar hacia el ma?ana. Se encuentra -podr¨ªamos decir- en proceso de gestaci¨®n, y no ha tomado forma definitiva.
Y nuestro Papa polaco, Juan Pablo II, que viene de otros climas muy distintos del de Occidente, se ha puesto con ello nervioso y ha querido intervenir en este proceso, sin acertar al hacerlo. No ha tenido paciencia para que las cosas se sentasen por s¨ª mismas, y se opuso frontalmente al grupo que dirig¨ªa la Compa?¨ªa de Jes¨²s: al padre Arrupe y sus colaboradores, como el padre O'Keefe.
Los jesuitas, sin embargo -a pesar de sus divergencias internas-, han sabido acertar ahora una vez m¨¢s con su astucia (en el mejor sentido de la palabra evang¨¦lica, que recomienda no ser in¨²tilmente ingenuos); y han encontrado una inteligente soluci¨®n al elegir la cabeza que va a marcar los destinos de este ej¨¦rcito espiritual de 26.000 elegidos soldados de san Ignacio de Loyola.
Un holand¨¦s, el padre Kolvenbach, sustituye al enfermo y atacado en casi todos los frentes padre Arrupe (y al anciano padre Dezza, puesto por el papa Wojtyla provisionalmente para poner freno al avance intelectual y social de los jesuitas). Es un hombre moderadamente progresista, de gran experiencia y un desfacedor de entuertos, porque ha vivido los agrios y dif¨ªciles problemas de Oriente Pr¨®ximo, y siempre ha sabido apaciguar tensiones y moverse pac¨ªficamente en esos campos de batalla material y espiritual que son la cruz del mundo actual.
El Vaticano ten¨ªa mucho miedo a esta elecci¨®n. La curia romana movi¨® a Juan Pablo II, y le apoy¨®, en sus frenazos a la Compa?¨ªa de Jes¨²s. Y temblaba ante el general que pod¨ªa elegir esta guerrera milicia espiritual, tan influyente dentro y fuera de la Iglesia, porque sus campos de acci¨®n est¨¢n en la direcci¨®n que imprimen a muchos miles de miembros masculinos y femeninos -sobre todo estos ¨²ltimos- de ¨®rdenes e instituciones religiosas; en el prestigio que siguen teniendo en parte del mundo intelectual; y en el decisivo papel que juegan en el Tercer Mundo americano, en Am¨¦rica Latina.
Los jesuitas reunidos en asamblea -hab¨ªa 27 representantes espa?oles, algunos sorprendentemente progresistas- se decidieron por aquel que pudiera seguir realizado la adaptaci¨®n de la Compa?¨ªa al mundo social y cultural presente y -al mismo tiempo- que no produjera nuevas tensiones con el Papa y su curia romana. Y yo creo que han acertado. Al menos, el tiempo dir¨¢ lo que da de s¨ª esta h¨¢bil f¨®rmula que a nadie ha desagradado por ahora.
Las tradicionales cr¨ªticas a la Compa?¨ªa de Jes¨²s son ya m¨¢s un recuerdo que una realidad actual. Hoy son muchos los jesuitas que aceptan al mundo tal cual es, y s¨®lo quieren presentar el Evangelio acomodado a su cultura y civilizaci¨®n. Lo que ocurre tambi¨¦n es que este mundo actual desconfia de quienes tuvieron demasiada influencia y -a veces- llevaron excesivamente las aguas a su molino. Pero seamos serenos al juzgar la oportunidad que tienen delante de ellos mismos y d¨¦mosles, los creyentes que somos cr¨ªticos, una oportunidad, porque buena falta hace el esfuerzo de todos para levantar al deca¨ªdo ¨¢nimo religioso de los hombres de este final del siglo XX.
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