La ceremonia de los S¨¢bado Negro
La noche del pasado mi¨¦rcoles se celebr¨® la gran misa jivi de este verano. Ocho mil espectadores se desparramaron c¨®modamente por el c¨¦sped del Rom¨¢n Valero para asistir a la ceremonia de los S¨¢bado Negro. Tres grupos, tres, ocuparon la escena durante casi cuatro horas metiendo la bronca m¨¢s ruidosa que los o¨ªdos madrile?os recuerdan.Abri¨® el fuego Diamond Head. Como buenos teloneros, supieron suscitar desde el primer trallazo los deseos de brevedad propios de todo aperitivo. Estos momentos iniciales -por vulgares que sean-, si son debidamente escuetos, suelen ser muy apreciados e incluso convenientes en este tipo de espect¨¢culos. El respetable los utiliza para inhalar la segunda andanada de porros, al tiempo que se organizan las rituales peregrinaciones al bar con el sano prop¨®sito de pasar al hiperespacio lo antes posible. Este recorrido inicial e inici¨¢tico hacia la intoxicaci¨®n inmediata es fundamental para la ingesti¨®n de lo jivi. S¨®lo con fuertes dosis de anestesia se hace medianamente tolerable la sobredosis de decibelios.
Jivi jivi, jivi
Black Sabbath. Concierto 'rock'. Estadio Rom¨¢n Valero. Madrid, 14 de septiembre.
Sin pena ni gloria, pero con los t¨ªmpanos ardiendo, Diamond Head cedi¨® el paso a cuatro se?oritas furiosas que subieron un poquito el tono y el volumen de sus predecesores. Las Girlschool arrancaron con su oper¨ªstica y potente aparici¨®n enormes bramidos del p¨²blico, que persever¨® en semejante actitud tribal durante toda la actuaci¨®n de las chicas. Las Girlschool hicieron un bis y dijeron algo bonito antes de desaparecer: Hit and run, algo as¨ª como agarra el ¨¦xito y corre. Luego desaparecieron.
Y al fin, entre el humo y el estruendo, se divis¨® un muro de cart¨®n piedra modelo mazmorra medieval por el que Black Sabbath asalt¨® la escena. All¨¢ por el setenta, se editaba un doble elep¨¦ bajo el t¨ªtulo Llena tu cabeza de rock que inclu¨ªa entre otras p¨ªldoras un tema de Black Sabbath. Aquello era rock ¨¢cido bastante bueno y con tanta fuerza como para grabar en el subconsciente del virgen aficionado rockero el enigm¨¢tico nombre de Black Sabbath. Trece a?os despu¨¦s, estos pioneros de la m¨²sica de los setenta han encallado en las ¨¢ridas arenasfivis. Hoy, habiendo incorporado la voz de lan Gillan y la bater¨ªa del ex elo Bev Bevan, son un grupo m¨¢s que hace jivi. M¨²sica residual que pervive como folklore de suburbio. Un resto de animalidad salvaje y trivial que permite recomponer nuestros pedazos ciudadanos en un solo grito: "Somos los m¨¢s bestias". Gillan se desga?itaba mientras un pu?ado de adolescentes ah¨ªtos de pasi¨®n alzaban una cruz negra e invertida trazando diab¨®licos signos en la noche.
Estos gestos pueden parecer grot,escos para el lego no suburbial, pero quienes viven en el infierno acaban tom¨¢ndole cari?o. L¨¢stima que las bandas dejivi no suelan estar a la altura de su p¨²blico. L¨¢stima que se limiten a representar el papel de fieras en lugar de desatar a la bestia. Dejar libre a mister Hyde.
La otra noche, Black Sabbath represent¨® su papel con bastante moderaci¨®n. Su buen p¨²blico pas¨® de la moderaci¨®n. Resisti¨® hasta el final, dejando el campo sembrado de ¨¢ngeles ca¨ªdos.
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