Las Naciones Unidas ante la guerra fr¨ªa
EL INCIDENTE que ha dado lugar a la ausencia del ministro sovi¨¦tico de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko, de la actual sesi¨®n de la Asamblea General de la ONU define muy bien el grado de deterioro que est¨¢n sufriendo las relaciones internacionales. Nadie puede poner en duda la legitimidad de la repulsa provocada por el derribo del avi¨®n civil surcoreano por cazas sovi¨¦ticos, pero si Estados Unidos se enorgullece de albergar en su territorio la sede de las Naciones Unidas, las autoridades de este pa¨ªs est¨¢n obligadas a f¨¢cilitar a todos los delegados que participen en sus trabajos. Otra cosa es que, en el curso de ¨¦stos, sea leg¨ªtimo y necesario expresar la reprobaci¨®n m¨¢s airaila, e incluso tomar medidas, ante hechos que escandalizan a la conciencia mundial. Que el presidente Reagan haya respaldado las bromas de mal gusto del representante norteamericano Liechenstein sobre los deberes de EE UU ante los miembros de la ONU, indica que estamos ya en pleno clima de guerra fr¨ªa.Washington ha cometido en este caso otro error: Groiniko iba a encontrarse en una situaci¨®n particularmente desagradable y dif¨ªcil al afrontar los debates de la Asamblea General de la ONU. En el seno de ¨¦sta existe hoy un fuerte predominio de pa¨ªses ex colonizados, particularmente sensibles ante todo lo que representa actitudes de prepotencia por parte de los grandes. Estados Unidos deber¨ªa saberlo muy bien porque en muchas ocasiones ha sido blanco de los ataques de ese grupo de pa¨ªses y se ha quedado aislado en la Asamblea cuando, por ejemplo, ha defendido determinadas acciones agresivas de Israel. La actitud de los gobernadores de los estados de Nueva York y Nueva Jersey, que prohibieron el aterrizaje del avi¨®n de Groiniko, ha brindado a ¨¦ste un c¨®modo pretexto para justificar su ausencia en la Asamblea y reducir el nivel de la representaci¨®n sovi¨¦tica cuando se trataba de pasar un mal trago.
Conviene recordar la causa principal por la que ti territorio norteamericano fue escogido, al concluir la Segunda Guerra Mundial, como sede de las Naciones Unidas. Se trataba de evitar la repetic i¨®n de la experiencia de su predecesora, la Sociedad de Naciones, que se instal¨® en Europa, concretamente en la neutral Ginebra. El gobierno norteamericano de la ¨¦poca decidi¨® no adherirse a ella y muchos interpretaron tal ausencia como la causa principal de su'fracaso cuando tuvo que hacer frente, en los a?os treinta, a los crecientes riesgos de una nueva guerra mundial. En la actualidad, en unas condiciones completamente distintas a las de entonces, estamos asistilendo tambi¨¦n a un proceso alarmante de marginaci¨®n, de par¨¢lisis, de incapacidad de la ONU ante los graves conflictos que sacuden la situaci¨®n internacional. De hecho, y.cada vez de modo m¨¢s acentuado, la ONU se convierte en simple teatro de discursos, de propaganda, de confrontaciones; y es cada vez menos un lugar para la soluci¨®n concreta de los problemas. Sobre todo cuando se trata de cuestiones decisivas que pueden poner en peligro la paz.
En este orden, y de cara a la presente Asamblea, el movimiento de los No Alineados y su presidente, la primera ministra india Indira Gandhi, han tomado una iniciativa interesante. Se trata de realizar un esfuerzo especial para que asista el mayor n¨²mero de jefes de Estado y de Gobierno, con la idea de lograr que la ONU recobre en lo posible su verdadera raz¨®n de ser y se dedique a buscar soluciones colectivas, equitativas y r¨¢pidas a los problemas m¨¢s angustiosos: la carrera de armamentos, la prevenci¨®n de las amenazas de guerra nuclear y la reconstrucci¨®n de las relaciones econ¨®micas internacionales, entre otros. La se?ora Gandhi presidir¨¢ una reuni¨®n informal del movimiento de No Alineados dedicada a estos problemas entre el 26 y el 30 de septiembre.El propio secretario general de la ONU, se?or P¨¦rez de Cu¨¦llar, ha insistido en reiteradas ocasiones sobre la insuficiencia de medios operativos de que dispone la organizaci¨®n para hacer frente a los conflictos. Ser¨ªa de suma importancia que pudiese iniciarse, con motivo de la actual Asamblea, una tendencia a dar mayor efectividad a la ONU, a elevar su papel como centro de soluci¨®n de las cuestiones litigiosas. Pero no se puede cerrar los ojos ante los obst¨¢culos que se oponen a tal tendencia, cuando en la escena internacional los vientos de guerra fr¨ªa soplan cada vez con m¨¢s fuerza.
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