Salvatore Papalardo
Cardenal de Sicilia, ha sido condecorado por el presidente italiano, Sandro Pertini, por su "firmeza en la lucha contra la Mafia"
El cardenal de Palermo, Salvatore Papalardo, se ha encontrado de repente con una sorpresa y un regalo entre sus manos que nunca hubiera imaginado. El presidente de la Rep¨²blica, el anciano socialista y no creyente Sandro Pertini, le ha mandado una carta que empieza: "Querido amigo, su coraje merece admiraci¨®n y respeto...". Y en esa carta le comunica que le ha sido concedida la distinci¨®n de la gran cruz de la Orden al M¨¦rito de la Rep¨²blica Italiana. Se trata de la m¨¢s alta condecoraci¨®n del Estado. ?El motivo? "Por mi admiraci¨®n", dice Pertini, "hacia usted, que con tanta firmeza lucha contra la Mafia, esa mala planta crecida en la generosa tierra siciliana".
El cardenal siciliano ha respondido que es para ¨¦l y para la Iglesia de Sicilia un honor esa condecoraci¨®n del jefe del Estado, pero que en realidad ¨¦l no es ning¨²n h¨¦roe: "No hago m¨¢s", indica, "que cumplir con mi deber".Sin embargo, lo cierto es que el caso de Papalardo es sintom¨¢tico. Con ¨¦l, la Iglesia de Sicilia se est¨¢ redimiendo de sus culpas pasadas, ya que en el pasado el comportamiento de la alta jerarqu¨ªa de aquella regi¨®n no brill¨® siempre por su coraje contra la Mafia, y hasta se hab¨ªa hablado de escondidas connivencias con los poderes mafiosos:
El cardenal Papalardo, de quien se habl¨® comopapable en los dos ¨²ltimos c¨®nclaves, se hab¨ªa distinguido desde que lleg¨® a Palermo por su empe?o social. Y por su valent¨ªa. Tanta que, ¨²ltimamente, se hab¨ªa temido que acabara trasladado. Hab¨ªa sido ¨¦l el primero que en un serm¨®n hab¨ªa pronunciado la palabra mafia, un tab¨² hasta entonces en la boca de un alto eclesi¨¢stico. Fue tambi¨¦n ¨¦l quien se apunt¨® el tanto de llevar al papa Juan Pablo II a Palermo y de tenerlo all¨ª dos d¨ªas, cosa que no hab¨ªa ocurrido en ning¨²n viaje italiano.
Pero fue sobre todo el d¨ªa de los funerales del general de carabineros Carlo Alberto dalla Chiesa, gobernador de Palerino, cuando el cardenal obtuvo,una resonancia internacional. En la catedral, ante el presidente de la Rep¨²blica, Sandro Pertini, y medio Gobierno, lanz¨® una terrible acusaci¨®n a los poderes del Estado por sus retrasos en afrontar con valent¨ªa el grave problema de la Mafia. Fue entonces cuando pronunci¨® la c¨¦lebre frase, indicando con el ¨ªndice de la mano derecha a los pol¨ªticos presentes: "Mientras la nueva Sagunto", dijo, "est¨¢ asediada, Roma sigue discutiendo". El p¨²blico presente, que hab¨ªa abucheado a las autoridades, llegando a echarles objetos a la cara, aplaudi¨® con fuerza al cardenal. Papalardo estrech¨® la mano s¨®lo al presidente de la Rep¨²blica, Sandro Pertini, el cardenal tiene sobre sus ojos, invisible, una condena a muerte mafiosa. Los primeros s¨ªntomas de alarma sonaron hace s¨®lo unos meses. Para celebrar con los presos el A?o Santo, Papalardo se fue una ma?ana a decir misa a la prisi¨®n de Palermo (400 presos). Pero en la capilla se encontraron solos el cardenal, su secretario y el director de la c¨¢rcel. Presos, ni uno. Se golpe¨® a la puerta de cada una de las celdas avisando a los presos, quienes de repente, aquella noche, todos se hab¨ªan sentido mal: de est¨®mago, de ri?¨®n, de dientes, de todo. La Mafia hab¨ªa dado una orden tajante: "Quien vaya a misa las pagar¨¢". Y la Mafia, que tiene como lema "no firmar sus muertos", no perdona ni olvida.
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