Espa?a, la paz y la OTAN
Antes de lo previsto ha comenzado el constantemente prometido y hasta ahora nunca realizado gran debate nacional sobre Espa?a y su permanencia en la Alianza Atl¨¢ntica. Y se ha iniciado gracias a la expresi¨®n de aportaciones individuales y a la aparici¨®n de un amplio movimiento de opini¨®n. Dos grandes corrientes han cristalizado en los ¨²ltimos meses.Por una parte, aquellos que estiman que nuestra permanencia en la OTAN es un hecho irreversible por dos razones alternativas, pero no excluyentes. Los m¨¢s pesimistas afirman que es pr¨¢cticamente imposible salir de la OTAN, mientras que los optimistas indican que no s¨®lo es cierto lo anterior, sino que adem¨¢s debemos aumentar el compromiso en el plano militar por una serie de motivos heterog¨¦neos: primero, nuestra adscripci¨®n al mundo occidental; segundo, una mejor garant¨ªa de defensa nacional; y tercero, un medio ¨®ptimo para lograr ventajas adicionales (mejora y democratizaci¨®n de nuestras Fuerzas Armadas, recuperaci¨®n de Gibraltar y aceleraci¨®n del ingreso en la CEE). Este conjunto es airosamente coronado por una reflexi¨®n filos¨®fico-catastr¨®fica: la franja que va desde el no-compromiso con alianzas militares hasta el neutralismo es patrimonio de ut¨®picos e idealistas; otros, m¨¢s militantes, descalifican rotundamente aquellas posturas, tach¨¢ndolas de abandonistas y vendepatrias.
Elevar el tono
Frente a los enardecidos partidarios de la OTAN, sus adversarios afirmamos que no s¨®lo es posible, sino tambi¨¦n deseable salir de la Alianza: ser o no ser parte en un tratado multilateral o bilateral es el ¨²ltimo reducto de la soberan¨ªa estatal. Ahora bien, si la imposibilidad se debe a compromisos anteriores no hechos p¨²blicos o a presiones exteriores ejercidas sobre el Gobierno, la opini¨®n p¨²blica tiene pleno derecho a ser informada. Este tipo de informaci¨®n es indispensable como, paso previo a la ineludible celebraci¨®n del refer¨¦ndum consultivo. La ¨²nica forma v¨¢lida de cerrar definitivamente el debate es la expresi¨®n en las urnas de la opini¨®n nacional.
Ahora bien, es preciso elevar el tono del debate. Hay que sacarlo de los l¨ªmites provincianos que dominaron nuestra pol¨ªtica exterior durante el franquismo y buena parte de la transici¨®n. Y lo primero de todo es entender que acab¨® el tiempo del aislacionismo y vivimos en una ¨¦poca de absoluta interdependencia. M¨¢s sencillamente: las decisiones espa?olas en pol¨ªtica exterior no pueden separarse del conjunto de las relaciones internacionales en virtud de una simple declaraci¨®n de intenciones. Algo que ha subrayado la recientemente concluida Conferencia de Madrid (CSCE). A pesar de algunas deficiencias entre la Declaraci¨®n Final y el comportamiento real de los Estados, el balance es francamente positivo. Con su actividad como Estado anfitri¨®n, el Gobierno se ha anotado su tanto m¨¢s importante, hasta ahora, en la que muchos deseamos nueva diplomacia espa?ola; conducta en pro de la paz y del di¨¢logo que ha conectado de inmediato con todos aquellos que le dieron su voto, lo cual es s¨ªntoma inequ¨ªvoco de que la opini¨®n espa?ola se ha internacionalizado, opini¨®n que pasa por una doble coordenada: paz y desarme.
En v¨ªsperas de la tr¨¢gica siembra de misilles a los dos lados de una Europa desgraciadamente escindida en virtud de la existencia de los dos bloques militares, se requieren posturas decididas contra su instalaci¨®n. Igualmente debe apoyarse la continuidad y la profundizaci¨®n de las conversaciones de Ginebra sobre desarme.
Ampliaci¨®n del pacifismo
En esta tesitura y con este planteamiento, paz y desarme son incompatibles con la permanencia de Espa?a en la OTAN; en caso contrario, estamos desempe?ando una funci¨®n desestabilizadora del delicado equilibrio europeo. Algunos indican que la decisi¨®n es irrelevante, dada la existencia de los acuerdos hispano-norteamericanos desde 1953. Para valorar este ¨²ltimo dato hay que tener presente dos observaciones: una, que el Tratado de Varsovia es posterior a esta fecha; otra, que la propuesta a favor de la paz y el desarme pasa inequ¨ªvocamente por el desmantelamiento de las bases militares extranjeras. Toda una propuesta, con las cautelas precisas, para ir completando nuestra alicortada soberan¨ªa.
Cierto que estas posturas ser¨¢n calificadas de extremistas o de algo m¨¢s inconfesable, aunque las imputaciones son irrelevantes cuando est¨¢ fuera de discusi¨®n -y los ejemplos hist¨®ricos huelgan- que el logro de la paz ¨²nicamente se cimenta sobre las corrientes pacifistas y desarmamentistas; nunca naci¨® la paz del belicismo y de la carrera de armamentos. Y tener bien presente que el ingreso en una alianza, militar no incrementa las cotas de protecci¨®n, sino que, por el contrario, multiplican los ¨ªndices de riesgo b¨¦lico. Por lo dem¨¢s, conviene proceder a ciertas puntualizaciones. Los hipot¨¦ticos beneficios complementarios no son de recibo. El Reino Unido no alterar¨¢ ni un ¨¢pice los t¨¦rminos del contencioso sobre Gibraltar en funci¨®n de nuestra permanencia en la OTAN. Los obst¨¢culos para nuestro ingreso en la Comunidad Econ¨®mica Europea no se disipar¨¢n gracias a los buenos oficios de la Alianza Atl¨¢ntica: nunca se han podido sumar peras con manzanas. Pretender que la democratizaci¨®n de nuestras Fuerzas Armadas vendr¨¢ facilitada, por el aprendizaje en los despachos de Bruselas es una afirmaci¨®n que limita con lo inconstitucional; y si recordamos las experiencias de Grecia y de Turqu¨ªa se est¨¢ al borde de la ignorancia o de la mala fe. En ¨²ltimo lugar, esa modernizaci¨®n nunca puede ser un fin en s¨ª mismo; primero hay que definir nuestra pol¨ªtica de defensa, ya que, en el supuesto contrario, lo secundario est¨¢ condicionando lo primordial.
H¨¢gase, pues, el refer¨¦ndum y exponga claramente el Gabinete las l¨ªneas de su pol¨ªtica exterior. Sin olvidar que la ampliaci¨®n y la profundizaci¨®n de los sentimientos pacifistas no son una profec¨ªa, sino un hecho ya materializado e incesante. Ser¨ªa correcto, ya que es un sentimiento de car¨¢cter popular, y ser¨ªa coherente, puesto que es una corriente de progreso, que el Gobierno socialista abanderase e impulsase esta exigencia del pueblo espa?ol, abandonando todo g¨¦nero de vacilaciones, obst¨¢culos y demoras. Tras haber, sido la reserva espiritual de Occidente, no podemos ahora, en la democracia, convertirnos en la reserva bal¨ªstica de la OTAN.
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