El estructuralismo, disecci¨®n est¨¦ril
Me hab¨ªa prometido relatar los hechos motivo de esta nota en tercera persona, por motivos de pudor que me llevan a tratar de evitar siempre la primera. He cambiado de parecer al darme cuenta que es en primera persona como pueden quedar m¨¢s evidentes las aberraciones de que he sido v¨ªctima, con la mejor de las intenciones de parte del victimario. Va de cuento: una universidad de Norteam¨¦rica resolvi¨® dedicar, con generosa atenci¨®n que obliga mi gratitud para siempre, tres d¨ªas al estudio de mi modesta obra en prosa y verso, que pareci¨® despertar de repente la curiosidad de los se?ores profesores y de sus devotos alumnos. All¨ª estuve, atendiendo la correspondiente y gentil invitaci¨®n.El programa se cumpli¨® con cronom¨¦trica. exactitud. Mesas redondas, recitales que aceleraban mi rubor y me hac¨ªan desear que se abriera la tierra bajo mis pies, sesudas conferencias, di¨¢logos con los alumnos, di¨¢logos con los profesores frente a los alumnos, lectura, en voz propia, de textos que eran del agrado de algunos fan¨¢ticos cuyo entusiasmo me era indescifrable; en fin, como dijo Zorba en la pel¨ªcula del mismo nombre: The full catastrophe".
Pero el n¨²mero fuerte del programa estuvo a cargo de una joven profesora, reci¨¦n desempacada de otra universidad norteamericana, cuyo departamento de Letras y Humanidades ha resuelto llevar hasta las ¨²ltimas y m¨¢s peligrosas consecuencias el estudio y consiguiente aplicaci¨®n de las teor¨ªas estructur¨¢listas, de considerable popularidad y entusiasta adopci¨®n por parte de los nuevos investigadores de la creaci¨®n literaria. El asunto, por tanto, no era para bromas. Se trataba de 23 nutridas cuartillas, tama?o oficio, en las cu¨¢les se aplicaba sin piedad todo el nuevo instrumental de la escuela en cuesti¨®n sobre un pobre poema m¨ªo, por cierto, de aquellos que menos me atraen, y el cual, para principio de cuentas, dej¨® de llamarse poema y pas¨® a ser discurso. Del pobre no fue quedando nada que pudiera reconocerse: unos adjetivos amontonados aqu¨ª; all¨¢ unos sustantivos alineados y sin oficio; algunas preposiciones y adverbios esparcidos sobre la mesa sin otra misi¨®n que mostrar su inanidad. Record¨¦ ese renacuajo que nuestro profesor de zoolog¨ªa nos hac¨ªa disecar en clase y del que s¨®lo quedaban algunas membranas despachurradas y dos o tres min¨²sculas v¨ªsceras mortecinas y deformes. Una voz profesoral me musit¨® al o¨ªdo, con unci¨®n que me dej¨® sobrecogido: "Ponle m¨¢s atenci¨®n a la profesora. Dedic¨® seis meses a su trabajo y est¨¢ usando las m¨¢s nuevas teor¨ªas sobre la materia". A m¨ª ya me bailaban en el cerebro los t¨¦rminos discurso, hablante, significante, intercomunicante, etc¨¦tera, y ya hab¨ªa perdido la idea hasta de d¨®nde me hallaba. Al terminar la sabia aportaci¨®n de la profesora al estudio de mi poes¨ªa, pens¨¦ con terror en lo que suceder¨¢ cuando tal maquinaria pase por encima de los tercetos del Dante, los poemas de Baudelaire, la obra de Yeast; en fin, cuando resuelven disecar lo ¨²nico que en verdad nos queda para sostenernos en esta brega diaria contra la sociedad de consumo, lo que a¨²n nos impide el "apaga y v¨¢monos". Creo que mejor vale lapena no pensar en ello. Habr¨¢ unos megatones piadosos que se encarguen de librarnos de esta pesadilla progresista y feroz que se llama nuestro mundo presente.
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