Pandas
Tras las abundantes acometidas de la muerte real, de la muerte sangrante y canalla, por fin una muerte, de mentira. Ser¨ªa bueno que el mundo se concibiera as¨ª, del modo hiperreal que inspira la familia de los pandas.Hace horas muri¨® suavemente Shao-Shao, la ¨²nica hembra de esa especie adoptada y convertida aqu¨ª en centro de un cari?o gratuito. No existe una noticia m¨¢s aproximada a la fantas¨ªa que esta muerte, arraigada sin embargo en agentes pat¨®genos pululando por los intestinos. Si no existieran los pandas, habr¨ªa que inventarlos. (Ellos mismos son un invento.)
Especie de dif¨ªcil situaci¨®n taxon¨®mica parece un oso, pero no es un oso, sino un ailuropodas melanoleucos-, act¨²a como un recept¨¢culo donde es posible dirigir las emociones una vez preservadas del temblor. Los ni?os son los primeros destinatarios, pero porellos se suman los adultos.
Shao-Shao, Chang-Chang, ChuLin. He aqu¨ª a la familia feliz, perfecta, ignorante de s¨ª. Ajena a todas las vicisitudes, desprovista de todos los odios, ausente de toda capacidad de compra, tan asom, brada de este mundo como podr¨ªamos estarlo nosotros a poco que nos aproxim¨¢ramos a su envidiable beatitud. Proveerles de hojas de bamb¨², poner una mano de arroz en su recinto, no ha sido prop iamente un acto c¨ªvico o caritativo. La ventaja de dar de comer al panda, de enternecerse con el panda, es que con ello no nos contagiamos de nada terrenal. Ni siquiera de su supuesta indigencia y mucho menos de. su am or. Nada nos acecha, incluido su agradecimiento. Con este amor al panda quedamos enaltecidos por nosotros mismos. Es un amor de va y viene. Una ternura que rebota en ellos y regresa con la misma pureza con que la emitimos. De esta manera, ahora qu¨¦ ha muerto la hembra Shao-Shao, nos cuidamos mucho de la emoci¨®n que nos suscita. Estamos apenados, pero s¨®lo apenados de mentira. Nos importa un comino, pero no tan crudamente como para ser da?ados por la indiferencia. No, podemos, en definitiva, desaprovechar esta extraordinaria oferta de recibir la muerte como en un cuento. No podemos en fin, siendo adultos, prescindir de este animal hiperreal como el m¨¢s vivo pretexto para mudarnos ocasionalmente de mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.