Las respetuosas
A m¨ª es que me parece como bien (pron¨²nciese bian, tipo Serrano/ Viso, patria de abarraganadas). O sea, que Juan Barranco, primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, se ha mostrado partidario de legalizar la prostituci¨®n y de acotar una zona de Madrid para su libre ejercicio. Me parece que estamos en el tema, que dir¨ªa Roca, mi querido compa?ero de puente a¨¦reo: no hago m¨¢s que ir a Barcelona, con ella o sin ella, por Lara o por Carola.
La prostituci¨®n, aparte de ser la ¨²ltima esclavitud del siglo XX, se corresponde con una complicidad ¨²ltima de la humanidad -la complicidad sexo/dinero-, y a lo mejor por eso algunas est¨¢n donde est¨¢n, y a lo mejor por eso he visto en todas las capitales europeas, Hamburgo, Amsterdam, etc¨¦tera, un barrio de meretrices o respetuosas -el adjetivo de Sartre que pas¨® a sustantivarlas-, cada una en su balc¨®n, como en una Andaluc¨ªa n¨®rdica y as¨¦ptica, y cada una con su espejo en la fachada, como de cami¨®n Pegaso, para ver por el retrovisor qu¨¦ clase de personal viene a ocuparse. (La primera vez que escrib¨ª sobre esto, la Pegaso y Borrell, viejo tronco, me regalaron un retrovisor de cami¨®n, con pedestal, que tengo en casa, m¨¢s que como monumento a la Pegaso, naturalmente, conio monumento a la meretriz.) La complicidad/complejidad entre el sexo y el dinero est¨¢, s¨ª, en el origen de la humanidad, y es anterior al, sexo y al dinero. Aparte urgencias, hay el que prefiere la meretriz o respetuosa a la espont¨¢nea.
En el ¨²ltimo y magistral libro de Cela se encuentra algo de eso. El amor como transgresi¨®n, que ha existido siempre, naturalmente, pero que toma estado oficial, digamos, con la Louchette de Baudelaire, jud¨ªa y leprosa, es algo inerradicable, y una pol¨ªtica democr¨¢tica y progresista debe contar con ello. Para lo cual, Barranco quiere agotar un barrio, una zona de Madrid, algo as¨ª como un peatonalismo de los Bataille/Klossowski y otros maudits de biblioteca traducidos por Mauro Armi?o, que tan mal habla de m¨ª. Aquellas casas se llamaban "casas de tolerancia", y el franquismo, feo, cat¨®lico y sentimental, cobraba un impuesto por aquella tolerancia, hasta que se suprimieron los lugares de lenocinio -tontos y lluviosos cincuenta- y Carmen la Galilea, protagonista de mi libro Los helechos arborescentes (mujer que me ense?¨® a hacer el amor como luego han aprendido de m¨ª las neoserrano), fue y, me lo dijo:
-Que nos van a meter a todas en la Renfe, a fregar vagones, que se lo ha pedido la ONU a Franco.
Las meretrices, s¨ª, est¨¢n, en reservas, en toda Europa, como las cherokees en Estados Unidos, lo cual no s¨¦ si es una higiene del capitalismo o qu¨¦. Pero, en todo caso, perpetuar/perpetrar la prostituci¨®n no es s¨®lo secularizar un esclavismo, con el que se debe acabar, sino atender a una franja ¨²ltima/¨ªntima del hombre y la mujer. El macho en decadencia corrobora su machismo mediante: el dinero y los zapatos de piel que parecen como de lagarto. La mujer lleva en s¨ª una necesidad de corroborar su fascinaci¨®n mediante algo tan tect¨®nico como el dinero. Aunque luego escriban mensajes ¨ªntimos -"eres guapo y canalla"-, en los espejos fugaces. Juan Barranco, en principio, parece que s¨®lo se propone sanear la vida ciudadana. Pero es un progre de barba, que sin duda ha le¨ªdo a los malditos y sabe que la transgresi¨®n tambi¨¦n entra en un gran protocolo de libertades. Anoche, Rafans¨®n me propugnaba "el cambio permanente", que es una cosa que suena a Trotski, mientras Inmaculada me preparaba caldos y lenguados con albahaca. Uno se entiende bien con los dem¨®cratas de derecha/izquierda.
Inmaculada est¨¢ absolutamente l¨ªrica, y me pone a los Bee Gess. Landelius, embajador de Suecia, me env¨ªa una dulce wodka de su pa¨ªs. Respetemos a las rospetuosas.
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