Am¨¦rica Latina y la pol¨ªtica de Occidente
Los reiterados errores de la pol¨ªtica norteamericana en Am¨¦rica Latina y los movimientos revolucionanos que terminan situando a algunos de aquellos pa¨ªses en la ¨®rbita de la Uni¨®n Sovi¨¦tica hacen sugerir al autor la conveniencia de un protagomismo mayor de Europa en aquel subcontinente. En concreto, afirma, el ejemplo del modelo pol¨ªtico espa?ol podr¨ªa aportar una gu¨ªa adecuada para resolver conflictos y dependencias indeseadas.
El desembarco de los marines norteamericanos en la isla de Granada replantea con fuerza dram¨¢tica la cuesti¨®n de Am¨¦rica Latina y de sus relaciones con Occidente, en particular con Estados Unidos, potencia hegem¨®nica del imperio. La propia Margaret Thatcher, quien no hab¨ªa dudado un segundo en ordenar a la Royal Navy la expedici¨®n, contra las M¨¢lvinas, sugiri¨® in¨²tilmente a Reagan que "sopesase con atenci¨®n" algunas cuestiones centrales antes de decidir el desembarco de sus marines. Frangois Mitterrand, por su parte, se apresur¨® a mostrarse disconforme con la iniciativa tomada por la Casa Blanca, y Bettino Craxi la deplor¨® abiertamente. La relaci¨®n entre la pol¨ªtica de Washington y el continente latinoamericano permanece anclada a esquemas que no permiten introducir innovaciones pol¨ªticas con respecto a un pasado ya lejano, y en los que hay que buscar el origen de las dificultades por las que atraviesa Estados Unidos. En efecto, cuando se habla francamente de Cuba y de Castro con los pol¨ªticos y diplom¨¢ticos estadounidenses de experiencia, cuando se les pide su opini¨®n sobre el regalo que se hiciera entonces a la Uni¨®n Sovi¨¦tica al retirar el apoyo al radical Fidel, la respuesta es inevitablemente afirmativa: "S¨ª, en cierto modo se lo pusimos en bandeja".
Resulta asombroso, sin embargo, que el reconocimiento autocr¨ªtico de aquel lejano error estrat¨¦gico no vaya acompa?ado de correcciones sensibles de planteamiento cara a los movimientos guerrilleros o de oposici¨®n que act¨²an en el continente latinoamericano, tratando desesperadamente de abrirse un hueco. La historia se repite de modo inexorable. Nacen como movimientos pluralistas y progresistas; buscan apoyo pol¨ªtico incluso en Occidente; rara vez lo encuentran; acaso conquistan el poder derrocando a viejas y corruptas dictaduras militares, y terminan en el abrazo mortal de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, con la ya puntual intervenci¨®n de La Habana :
?Es posible que en la Casa Blanca no se consiga poner en pr¨¢ctica una pol¨ªtica algo m¨¢s inteligente con respecto a Latinoam¨¦rica, una pol¨ªtica capaz de ofrecer a los movimientos progresistas una v¨ªa entre su aniquilaci¨®n por parte de las viejas camarillas y su autoabocamiento con armas y hombres al campo filosovi¨¦tico?
Este angustioso interrogante todav¨ªa no encuentra respuesta por culpa de Europa, por culpa de los pa¨ªses de cultura latina sobre todo, los ¨²nicos que est¨¢n en condiciones de garantizar, am¨¦n de una probada lealtad a las decisiones estrat¨¦gicas atl¨¢nticas, una comprensi¨®n m¨¢s exacta y profunda de los complejos fen¨®menos vinculados a las nacionalidades centro y suramericanas.
Es ¨¦ste un razonamiento que me expuso, con enorme lucidez y claridad, el presidente Felipe Gonz¨¢lez en una entrevista reciente enviada al Messaggero. Considera que precisamente el discurso sobre las nacionalidades y sobre las aspiraciones nacionales bloquea, de un lado, una inteligencia m¨¢s penetrante del continente latinoamericano por, parte de Estados Unidos y, de otro lado, impide al viejo marxismo de tantas izquierdas europeas asimilar todo cuanto en dichos movimientos no corresponde a vetustos esquemas clasistas.
Hacia una acci¨®n preventiva
De manera especial, la cultura establecida (e imperial) del mundo anglosaj¨®n no logra encontrar la sinton¨ªa justa con las culturas latinoamericanas, a las que se inflingen tantas (son palabras de Gonz¨¢lez) "injustas, crueles e in¨²tiles humillaciones". Una expedici¨®n b¨¦lica como la de la Royal Navy a las Malvinas, antes que mirar a la negociaci¨®n o al di¨¢logo no desarmado, ha tenido efectos desastrosos para Occidente en todo el continente centro y suramericano. Devolver ojo por ojo en el plano militar responde a la l¨®gica de los depredadores, pero no permite a Occidente consolidar en aquellos pa¨ªses dif¨ªciles, pobr¨ªsimos en tradici¨®n estatutaria, pero a¨²n m¨¢s en tradici¨®n democr¨¢tico-parlamentaria, la labor pol¨ªtica que afirmar¨ªa en los hechos la superioridad del r¨¦gimen democr¨¢tico sobre las dictaduras filosovi¨¦ticas.
Es sabido que Washington est¨¢ obsesionado por la aguda espina que representa Cuba, que a menudo se comporta como el gendarme de la URSS en el Tercer Mundo. Cabe dudar, empero, que dicha espina pueda extirparse con acciones de fuerza y que con ellas se evite la extensi¨®n de la llaga a otros pa¨ªses latinoamericanos. Hace falta m¨¢s bien una seria y constante acci¨®n pol¨ªtica preventiva que sea acci¨®n de paz, de sost¨¦n econ¨®mico y financiero a cuantos luchan en pro de experiencias democr¨¢tico-progresistas en Centro y Suram¨¦rica.
Muchos de estos pa¨ªses son de lengua espa?ola y ven hoy en la Espa?a democr¨¢tica y progresista un punto estrat¨¦gico de referencia. En no pocos de dichos pa¨ªses, los ciudadanos de origen espa?ol e italiano est¨¢n presentes a millones y mantienen v¨ªnculos no precisamente d¨¦biles con la madre patria. Europa, donde, a pesar de todo, prevalece una tendencia pol¨ªtica socialdem¨®crata y socialista fuertemente interesada en la pacificaci¨®n de las zonas calientes y en su desarrollo democr¨¢tico, se concibe en aquellas tierras, lejanas y pr¨®ximas a la vez, como un mediador inteligente y sensible en el ¨¢mbito de la alianza occidental. ?Es realmente imposible avanzar en la v¨ªa se?alada, por ejemplo, por el documento franco-mexicano y por los documentos de la Internacional Socialista sobre El Salvador y, en general, sobre el continente latinoamericano?
La respuesta es dif¨ªcil, o demasiado d¨¦bil, por cuanto, estando en crisis la Comunidad Econ¨®mica Europea, los pa¨ªses de cultura latina no adoptan una postura comprensiva y coherente cara a Centro y Suram¨¦rica. Y no para desplazar a Estados Unidos, sino para contribuir a hacer menos vieja y menos sorda la pol¨ªtica de Washington frente a aquella parte vital de nuestro mundo. Ciertamente, el ingreso de Espa?a y de Portugal en la misma CEE tendr¨ªa tambi¨¦n un reflejo positivo sobre este posible papel de Europa. Ahora bien, adem¨¢s de hacer fuerza para que no se les cierren las puertas a Madrid y Lisboa, es preciso activar otros canales de comunicaci¨®n y de intervenci¨®n para no abandonar a Latinoam¨¦rica al viejo dilema USA-URSS, con los yanquis o con el Che (m¨¢s bien con los militares sovi¨¦ticos).
La Espa?a de hoy, con la experiencia pol¨ªtica que est¨¢ viviendo, representa para los pa¨ªses que en Latinoam¨¦rica poseen mayor tradici¨®n estatutaria y parlamentaria una piedra de toque, un punto serio de referencia que no sea la cultura anglosajona, demasiado lejana. Es imprescindible trabajar en varias direcciones para que Madrid no permanezca aislada en este delicado y estrat¨¦gico papel. Si existe un embri¨®n de Europa debe demostrar aqu¨ª y ahora su existencia.
es director de Il Messagero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.