G¨¦nesis de una divisi¨®n
En Argel, a finales de febrero, medio a?o despu¨¦s de abandonar L¨ªbano bajo la presi¨®n de las bombas israel¨ªes, Yasir Arafat recibi¨® del Consejo Nacional Palestino (CNP) el encargo de maniobrar "seg¨²n los intereses de la causa" con objeto de alcanzar una soluci¨®n justa del problema palestino. All¨ª Arafat encontr¨® el respaldo a sus tesis moderadas, y consigui¨® que la asamblea le confirmase como presidente del Comit¨¦ Ejecutivo de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), cargo del que s¨®lo puede ser destituido mediante un nuevo voto mayoritario del CNP.Las decisiones fueron respaldadas tambi¨¦n por sus dos principales rivales en el seno de la OLP, Nayef Hawatmeh (Frente Democr¨¢tico para la Liberaci¨®n de Palestina) y Georges Habache (Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina).
Arafat lleg¨® a ese Consejo Nacional Palestino derrotado militarmente, pero convencido de que se hab¨ªa abierto un resquicio pol¨ªtico-diplom¨¢tico. Las dos razones para pensar as¨ª eran sendos planes de paz para Oriente Pr¨®ximo: el del rey Fahd de Arabia Saud¨ª, que reconoce indirectamente el derecho a existir del Estado de Israel, y el del presidente norteamericano Reagan, que defiende la creaci¨®n de una federaci¨®n jordano-palestina.
Simult¨¢neamente a la celebraci¨®n de este Consejo, los palestinos del interior (los habitantes de los territorios de Cisiordania Y Gaza, ocupados por Israel) ped¨ªan a la OLP negociar "antes de que sea demasiado tarde" y suger¨ªan una aproximaci¨®n a Jordania.
Con todas estas cartas en la manga, Arafat se fue a Amman a tratar con el rey, Hussein las condiciones de una futura federaci¨®n palestino-jordana : Fue el principio del fin. Los ¨¢nimos radicales se encresparon y el r¨¦gimen sirio pens¨® que el l¨ªder de la OLP hab¨ªa ido demasiado lejos.
Arafat sigui¨® adelante, Hussein viaj¨® en dos ocasiones a Washington. Eran los meses de marzo y abril y Arafat caminaba sobre el alambre mientras todos los dem¨¢s -moderados, radicales, norteamericanos e israel¨ªes- hac¨ªan apuestas desde la grada sobre las posibilidades del dirigente palestino de alcanzar su meta.
Si las relaciones entre Arafat y el presidente de Siria, Hafez el Asad, siempre fueron p¨¦simas lo que el jefe del Estado de Damasco no estaba dispuesto a consentir era que Jordania -bestia negra de Asad- y aliado fucondicional de EE UU aumentara su ascendente sobre la resistencia palestina. Esto era una afrenta para Siria y para quien la ha convertido en dos a?os en la principal potencia militar ¨¢rabe de Oriente Pr¨®ximo, la URSS.
Siria explot¨® las dificultades insalvables de la v¨ªa negociadora y a?adi¨® nuevos obst¨¢culos, como la suspensi¨®n del di¨¢logo palestino con sectores moderados de la sociedad israel¨ª tras el asesinato del ¨²nico interlocutor posible en el seno de la OLP para esa misi¨®n, Isam Sartaui, muerto a tiros en Portugal durante una reuni¨®n de la Internacional Socialista.
Asad aprovech¨® entonces la inquietud que la pol¨ªtica de Arafat despert¨® en varios sectores palestinos, y la frusraci¨®n de algunos jefes militares de la OLP por el escaso ¨¦xito de la resistencia a la invasi¨®n israel¨ª, para lanzarse a acabar manu militari con el l¨ªder de la OLP. En esa labor cont¨® con el apoyo de seis de los 70 miembros del Consejo Revolucionario de Al Fatah.
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