El caso de Gemma
Rosa Montero ha hecho una s¨ªntesis perfecta del caso de Gemma (v¨¦ase EL PA?S del 3 de noviembre de 1983). Algunos antecedentes y momentos vividos en este proceso le a?aden m¨¢s "truculencia". No queremos hacer terrorismo, pero mientras el padre viv¨ªa en "libertad sin fianza", el Tribunal de Menores hubo de entregar a Gemma a la protecci¨®n de la Casa de la Almudena, "ya que bajo ning¨²n concepto puede dicha menor permanecer en su domicilio por hechos muy graves por parte del padre" (oficio del 23 de diciembre de 1981 del Juzgado de Menores al Colegio de la Almudena. Expediente n¨²mero 255/81). As¨ª, las Navidades de 1981 las pas¨® presa para que su padre siguiera libre.C¨®mo describir la humillaci¨®n que como mujeres sentimos al escuchar el informe del fiscal en el juicio oral. Hiri¨® nuestra sensibilidad cuando, para justificar los hematomas en las piernas de la menor por las violencias del padre, que constaban en el sumario por informe del m¨¦dico forense, dijo que ¨¦stos se hab¨ªan producido "en el fragor de la batalla amorosa"; y, cuando al calificar el delito expres¨®: "No estamos frente a hechos tan graves como el robo o la estafa, sino a relaciones sexuales entre un hombre y una mujer, el hecho m¨¢s simple de la humanidad...".
En la Audiencia, el acusado confes¨® su delito, tal vez, atemorizado por el boato del templo de la justicia y el aspecto sacro que presentaba con los magistrados, abogados, fiscal y secretario, todos vestidos de toga, solemnidad a la que no se le hab¨ªa acostumbrado. Ante esta inusitada confesi¨®n, el presidente hizo que le sacaran las esposas, le dieron agua, le permiti¨® que se sentara, mientras los guardias civiles le golpeaban la espalda ("calma hombre, calma"). Se intent¨® aclarar la confesi¨®n: "?Sabe usted lo que son relaciones sexuales?" ?Nunca vimos tanta comprensi¨®n -que ojal¨¢ se tuviera siempre- ante el autor confeso de un delito que la ley castiga con pena hasta de seis a?os!
La confesi¨®n produjo confusi¨®n y se suspendi¨® el juicio oral. Se reanud¨®, sin que las letradas defensoras fueran informadas de la causa de la suspensi¨®n y de la salida de la sala de los magistrados y el fiscal. En casos como ¨¦ste, las abogadas que defendemos a mujeres nos desalentamos. Por eso queremos agradecer la sensibilidad de Rosa Montero para comprender nuestra impotencia y nuestra angustia. /
y cuatro firmas m¨¢s.
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