Sur¨¢frica, ante la reforma constitucional
El desinter¨¦s generalmente mostrado por los cient¨ªficos sociales occidentales, m¨¢s proclives a condenar a priori la situaci¨®n surafricana sobre bases ¨¦ticas que a estudiarla con rigor y criterios cient¨ªficos, contrasta, parad¨®jicamente, con la tal vez desmedida dependencia de la teor¨ªa por parte de algunos pol¨ªticos surafricanos en su comprensible intento de encontrar soluciones viables a sus complejos problemas. Dependencia que puede llevar al alejamiento respecto de los par¨¢metros fundamentales de la realidad social. ?ste parece ser el curso seguido por los autores de la llamada dispensation, o reforma constitucional en Sur¨¢frica, de la nos ocuparemos a continuaci¨®n. Por lo que ata?e a la pertinencia e inter¨¦s del caso surafricano, como objeto de estudio de las ciencias sociales, tal vez no est¨¦ de m¨¢s el manifestar que es muy probable que el conflicto m¨¢s importante con el que se enfrentar¨¢ la humanidad en los a?os venideros, el Norte-Sur, se est¨¢ prefigurando en Sur¨¢frica con perfiles m¨¢s n¨ªtidos que en otros lugares.Si llegamos a comprender que la prepotencia del civilizado del Norte se enfrenta all¨ª hoy con la impresionante menesterosidad del salvaje del Sur, adelantando algunos a?os y localizando geogr¨¢ficamente un conflicto latente de proporciones mayores y a escala planetaria, el estudio del caso surafricano puede tener un inter¨¦s que exceda al de los propios implicados.
Lo primero que cabe decir de la nueva reforma constitucional mayoritariamente aprobada por los blancos, con independencia de su adscripci¨®n pol¨ªtica (V¨¦ase EL PAIS del 4 de noviembre de 1983), es, que evidencia el reconocimiento expl¨ªcito por parte del partido gobernante de que la noci¨®n de "desarrollo separado" o apartheid no es hoy sostenible, aun cuando el Partido Nacional todav¨ªa considera no negociable la separaci¨®n escolar, de vida social y de zonaje residencial.
Como es sabido, se trata de una reforma constitucional otorgada por la que el Parlamento se ampl¨ªa de una a tres c¨¢maras: blancos, mestizos y asi¨¢ticos (en su mayor¨ªa indios) (1), quedando excluidos los distintos grupos que forman la num¨¦ricamente inmensa mayor¨ªa negra: 20 millones, frente a cuatro de blancos, 2,5 millones de mestizos y 800.000 asi¨¢ticos. Cooptaci¨®n que no amenaza la supremac¨ªa blanca ni difumina el hecho de que la principal l¨ªnea de Iectura es la que separa a negros y blancos y que la aritm¨¦tica demogr¨¢fica no har¨¢ sino intensificarse.
La propuesta gubernamental se articula en dos ¨¢mbitos de decisi¨®n: el comunitario (restringido a los problemas espec¨ªficos de cada una de las tres etnias) y el com¨²n, con un ¨®rgano consultivo y pol¨ªtico formado por personalidades de talla nacional: el Consejo del Presidente, compuesto por 20 blancos, 10 mestizos y 5 asi¨¢ticos. La elecci¨®n del presidente de la Rep¨²blica se har¨¢ a partir de un colegio electoral compuesto por 50 blancos, 25 mestizos y 13 asi¨¢ticos, elegidos, a su vez, por un sistema mayoritario en sus respectivas asambleas ¨¦tnico-comunitarias.
Anteponer realidad a teor¨ªa
?Qu¨¦ valoraci¨®n puede hacerse de una reforma que tiene por eje las diferencias de raza? Si la hipertrofia de tal diferenciaci¨®n fuera la soluci¨®n a los problemas surafricanos, entonces la reforma gubernamental podr¨ªa considerarse un paso en la buena direcci¨®n, siempre que en la siguiente fase se acomodara constitucionalmente a los grupos ¨¦tnicos negros, pero, seg¨²n la ciencia pol¨ªtica, si de lo que se trata es de lograr la estabilidad, la estrategia en sociedades complejas y divididas no debe de proceder en el sentido de exacerbar innecesariamente el conflicto, sino de controlarlo.
Las l¨ªneas de fractura socioecon¨®mica y social se yuxtaponen reforz¨¢ndose mutuamente en sus efectos, lo que tiende a producir una situaci¨®n con alta potencialidad conflictiva. Una Constituci¨®n que pone el ¨¦nfasis en las diferencias raciales no contribuye, por consiguiente, a atenuar el conflicto. ?Qu¨¦ hacer entonces? Proceder inversamente, partiendo de la realidad social y no de la teor¨ªa, e identificando los problemas en una diagnosis objetiva de la situaci¨®n.
?C¨®mo conciliar la necesidad psicol¨®gica de los blancos con la de libertad y m¨¢s equitativa redistribuci¨®n de la riqueza del resto de los grupos? ?No ser¨¢ el econ¨®mico el problema fundamental, de modo que "cuanto m¨¢s rico m¨¢s blanco" y, por tanto, m¨¢s aceptable el tener un vecino de color? Consideremos solamente tres cuestiones: el cultivo del derecho a la diferencia, el derecho de ciudadan¨ªa surafricana (y no s¨®lo el de poder votar en los Estados tribales) reivindicado por los zul¨²es, la minor¨ªa ¨¦tnica mayoritaria, y la econ¨®mica, reductibles a dos fuerzas: una centr¨ªfuga, etnocultural, y otra centr¨ªpeta o de integraci¨®n (cient¨ªfica, tecnol¨®gica y econ¨®mica), ya que nadie duda que s¨®lo existe una econom¨ªa surafricana en la que hoy son igualmente necesarias la tecnolog¨ªa blanca y la mano de obra negra.
?Qu¨¦ t¨¦cnica de organizaci¨®n general del poder es capaz de mantener la unidad en el respeto a la diversidad? Algunos de los m¨¢s l¨²cidos polit¨®logos surafricanos han se?alado al federalismo con base territorial y ¨¦tnica como el ¨²nico modo de organizaci¨®n capaz de reconciliar los distintos intereses: sufragio universal en cada Estado federado, con una Asamblea supra¨¦tnica ante la que el presidente ser¨¢ responsable. Unidad econ¨®mica y de acci¨®n exterior y ciudadan¨ªa surafricana para todos ser¨ªa compatible con el desarrollo cul tural aut¨®ctono: autonom¨ªa, cooperaci¨®n, exacta adecuaci¨®n del poder, y garant¨ªas ser¨ªan los principios sobr¨¦los que se asentara una Rep¨²blica de Sur¨¢frica de mocr¨¢tica y federal.
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