A los diputados del Parlamento alem¨¢n
Muy se?oras y se?ores m¨ªos:Por m¨¢s desacostumbrada que me resulte la forma de este encabezamiento al uso, mayores son a¨²n los motivos para, a tiempo, escribirles una carta apremiante sobre el proyectado estacionamiento en suelo alem¨¢n de cohetes de alcance medio; una carta, porque el peligro que apunta es el de quebrantamiento de la Constituci¨®n y el de determinaci¨®n extranjera por renuncia a la soberan¨ªa, y ello exige el llamamiento p¨²blico.
Naturalmente, yo s¨¦ que los argumentos en pro y en contra se han repetido hasta desgastar su sentido y se han acortado hasta reducirlos al tama?o de un eslogan. Adem¨¢s, mi experiencia literaria -y, de paso, tambi¨¦n pol¨ªtica- de d¨¦cadas me demuestra qu¨¦ poco eco encontrar¨¢n mis preocupaciones all¨ª donde se est¨¢ en posesi¨®n de la raz¨®n y donde los prejuicios est¨¢n al quite para recurrir a ellos. La incompatibilidad de la raz¨®n de los escritores y la praxis pol¨ªtica est¨¢ de sobra demostrada (sobre todo, en Alemania); porque, si tuvi¨¦ramos una comprensi¨®n aproximada de una realidad m¨²ltiple, tambi¨¦n para ustedes Casandra, el relato m¨¢s reciente de la escritora Christa Wolf, ser¨ªa esclarecedor y m¨¢s ¨²til para su decisi¨®n que la precaria ficci¨®n de las negociaciones de Ginebra. ?Por qu¨¦ entonces esta carta?
Porque hay que decirlo. Porque m¨¢s tarde no se podr¨¢ permitir ninguna disculpa a la responsabilidad que se les ha conferido. Porque a nosotros los escritores (a menudo en contra de nuestra voluntad) la herencia de Casandra nos viene como impuesta. Porque el pasado alem¨¢n no quiere renunciar a ser presente. Porque, en Aleman¨ªa, una ley de plenos poderes ya una vez hizo historia de graves consecuencias. Y porque una peque?a esperanza me dice que quiz¨¢ entre los muchos diputados imperturbables haya algunos dispuestos a dejarse perturbar.
Duplicar la locura
Pueden ustedes estar seguros: para m¨ª, los cohetes sovi¨¦ticos SS-20 son tan temibles como los misiles americanos Pershing 2 y Cruise que nos han adjudicado a nosotros. Pero tambi¨¦n s¨¦ que tanto uno como otro sistema de misiles, como parte del potencial de aniquilamiento acumulado en los ¨¢mbitos de ambas grandes potencias, no permite ninguna defensa eficaz, sino que m¨¢s bien es adecuado para desencadenar la autodestrucci¨®n de la humanidad. Responder a la obsesi¨®n sovi¨¦tica de seguridad, que condujo al estacionamiento de los SS-20, con el estacionamiento de cohetes at¨®micos de alcance medio multiplica por dos la locura, reduce la ya precaria seguridad, desencadenar¨¢ m¨¢s rearme competitivo y demuestra un comportamiento que reacciona de modo reflejo a im¨¢genes del enemigo autodise?adas; por eso yo llamo infantil a este comportamiento.
Es cierto que, tanto en el Este como en el Oeste, siguen haci¨¦ndose esfuerzos para, seg¨²n lo aprendido, argumentar ateni¨¦ndose estrictamente a los hechos, pero toda esta competencia que amedrenta a los profanos no puede ocultar que la pol¨ªtica de ambas grandes, potencias es infantil por sus respectivas doctrinas sagradas e infantil en el uso del poder. La ocupaci¨®n de Afganist¨¢n, la conquista de la islita de Granada, la fosa mortuoria de L¨ªbano, pero tambi¨¦n los simulacros de guerra del Pent¨¢gono, haciendo malabarismos con mega-muertos, y el miedo a los esp¨ªas propio del Kremlin son testimonios de este infantilismo que domina el mundo.
A ustedes este concepto no les gustar¨¢, porque asume que la Rep¨²blica Federal (con sus pol¨ªticos) est¨¢ atada a la forma occidental de juego del infantilismo pol¨ªtico. Bien, escandal¨ªcense ustedes por las palabras que elige el escritor; pero corren ustedes el peligro de negociar mayoritariamente locura armamentista contra locura armentista, es decir, irresponsable, infantilmente. (Ustedes no quieren demostrar ning¨²n miedo, no quieren ser coaccionados por los sovi¨¦ticos; quieren defender la libertad como bien supremo. Pero ojal¨¢ tuvieran ustedes la suficiente libertad para mostrar un miedo justificado y el suficiente valor para, no obstante, resistir la posible coacci¨®n -libres de cohetes-).
Fracaso humaho
Quiz¨¢ la mayor¨ªa de ustedes no son conscientes de la obstinaci¨®n (por no decir tozudez infantil) con que sostienen la responsabilidad de los nuevos sistemas de misiles, de la inmadurez con que se cierran a la inquietud que les demuestra la mayor¨ªa de la poblaci¨®n alemana -a veces en voz alta, a veces silenciosamente-. (Todo menos escuchar. Podr¨ªa desvanecerse la acariciada imagen del enemigo. Podr¨ªan surgir dudas.) Sin embargo, les ruego que prescindan de su terquedad, esa expresi¨®n de inmadurez pol¨ªtica, y que no hagan mal uso del mandato que se les ha conferido temporalmente, no s¨®lo al decir s¨ª (en contra de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos) a los nuevos sistemas de cohetes, que no aseguran nada, que en todo caso agudizan la locura armamentista, sino tambi¨¦n al sacudir la sustancia de la Rep¨²blica Federal de Alemania -y tambi¨¦n de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana-.
En caso de que ustedes dijeran mayoritariamente s¨ª a los misiles de alcance medio previstos -que ser¨ªa decir s¨ª a un tiempo de alarma previa reducido a unos minutos, s¨ª a sistemas de aniquilaci¨®n adecuados para el primer golpe at¨®mico-, entonces las consecuencias para Europa, pero sobre todo para ambos Estados alemanes, ser¨ªan, por una parte, palpables pronto y a diario y, por otra parte, imprevisibles. Llamo diariamente palpable a la p¨¦rdida de seguridad: entonces en cualquier momento podr¨ªa empezar el intercambio at¨®mico de golpes, por razones de fracaso humano, sin que la voluntad belicista tuviera que ser el desencadenante; y, en contra de todos los simulacros de guerra, no tendr¨ªa l¨ªmite alguno. Su decisi¨®n tendr¨ªa consecuencias imprevisibles para la coexistencia y la rivalidad de ambos Estados alemanes. La profesi¨®n de fe pronunciada a menudo como solemne conjuro por pol¨ªticos de uno y otro lado -"que la guerra no parta nunca m¨¢s de suelo alem¨¢n"- no tendr¨ªa m¨¢s valor que el de una frase hueca.
Me atrevo a predecirlo: un s¨ª al estacionamiento de los nuevos sistemas de cohetes at¨®micos tendr¨¢ como consecuencia un corte -no, peor, una ruptura- en la historia relativamente breve de la Rep¨²blica Federal. En adelante se demostrar¨¢ de una manera m¨¢s patente que hasta ahora la determinaci¨®n extranjera, el status de sat¨¦lite del Estado alem¨¢n occidental; remiti¨¦ndonos a los a?os cincuenta, ser¨ªa innegable una aproximaci¨®n negativa a la dependencia de la RDA . ?sto tendr¨¢ consecuencias: muchos ciudadanos -no s¨®lo j¨®venes-, desenga?ados, por haber sido enga?ados, volver¨¢n la espalda al Estado y a su Constituci¨®n, burlada por el abuso de un mandato. Una minor¨ªa se radicalizar¨¢ y resucitar¨¢ el terrorismo violento; a ¨¦ste pueden oponerse eficazmente los organismos estatales, pero la resistencia no violenta ser¨¢ inquebrantable.
El principio del fin
El debate y la votaci¨®n pendientes en el Parlamento no son comparables con la vida parlamentaria normal de todos los d¨ªas: no se va a debatir una ley que m¨¢s tarde pueda enmendarse, sino la predeterminaci¨®n de Europa Central como escenario de la guerra nuclear, concretamente, la asumible muerte de ciento y m¨¢s millones de personas por una fidelidad a una alianza mal y cobardemente entendida. Por eso nunca tolerar¨¦ un s¨ª al establecimiento de las armas aniquiladoras previstas. Y, como yo, cientos de millares de dem¨®cratas comprometidos negar¨¢n el respeto a todo diputado que por su s¨ª responda de lo irresponsable, que est¨¦ dispuesto, en contra de la voluntad de la mayor¨ªa de los ciudadanos alemanes occidentales, a poner fecha al principio del fin y a mofarse de la dolorosa historia alemana y europea.
Esta historia es una historia culpable. Hasta hoy soportamos sus consecuencias. Aprender de ella deber¨ªa ser un mandamiento para todo diputado del Parlamento alem¨¢n. Primero como co-responsables, luego como responsables principales, nosotros los alemanes hemos cubierto a Europa y nos hemos cubierto de guerra, hemos retado al mundo a terminar por cargar sobre nosotros como culpa inexpiable el crimen del genocidio, y, sin embargo, a no querer aprender lo decisivo de la derrota. Todas las, veces est¨¢bamos bien armados y, a pesar de nuestra impronta cristiana, cre¨ªamos sobre todo en el rearme. ?Sigue sin quebrantarse esta creencia? Antes que cualquier otro, el pueblo alem¨¢n deber¨ªa saber dolorosa, penosa e insaciablemente que las armas esperan a ser usadas, que los sistemas armament¨ªsticos se hacen independientes y desarrollan su propia l¨®gica aniquiladora, que no nos faltan armas.
La composici¨®n del Parlamento hace necesario hablar, sobre todo, a la conciencia de aquellos diputados cuyos partidos se llaman cristianos. Yo les pregunto: ?c¨®mo ustedes, como cristianos y confesos representantes de los valores cristianos, van a responsabilizarse de un s¨ª cuyas consecuencias despreciativas de toda vida est¨¢n demostradas, peor a¨²n, previstas? ?C¨®mo, seg¨²n sus creencias, van a responder ante Cristo y su mandamiento del amor al pr¨®jimo si han dicho s¨ª a los instrumentos del genocidio calculado?
Les ruego que digan no al amenazante estacionamiento de cohetes de alcance medio con cabezas nucleares en suelo alem¨¢n. Al mismo tiempo, deber¨ªan exigir voz europea, es decir, tambi¨¦n alemana, en la continuaci¨®n de las negociaciones de Ginebra.
Les ruego que digan adi¨®s a un sistema de seguridad enga?oso, que descansa en la disuasi¨®n, cuya concepci¨®n infantil -repito- no ha tenido hasta ahora m¨¢s consecuencias que la chifladura del rearme competitivo y que pronto quedar¨¢ fuera de control; un nuevo sistema de seguridad no exige el fin, pero seguro que s¨ª la reforma y la cooperaci¨®n de ambas alianzas militares enfrentadas.
Apelo a ustedes para que concentren sus fuerzas en los problemas que agobian a diario a los ciudadanos. En este pa¨ªs no se reclaman nuevos cohetes, pero s¨ª un nuevo programa eficaz de creaci¨®n de puestos de trabajo. Si quieren ustedes asegurar m¨¢s la paz, contin¨²en elaborando con la RDA un acuerdo panalem¨¢n de protecci¨®n del medio ambiente, para que, despu¨¦s de todo lo que se nos ha extinguido, no se nos mueran tambi¨¦n los bosques y los r¨ªos.
Les ruego que se tomen mi urgente llamamiento con tanta seriedad como me tomo yo la decisi¨®n que tienen encomendada y de la que tendr¨¢n que responder ante los ciudadanos de la Rep¨²blica Federal de Alemania.
@ Die Zeit.
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